viernes
7 y 9
7 y 9
La relación entre el desarrollo cerebral de un niño y, por ende, su capacidad de aprendizaje está asociada de manera directa con su alimentación, empezando por la lactancia. Después de los seis meses se debe continuar con la leche materna, e iniciar la alimentación complementaria, así como evitar el azúcar añadido, la sal, los lácteos y la miel, antes del año de vida.
“Estudios científicos indican que los niños alimentados con leche materna tienen un coeficiente intelectual más alto que aquellos que no la reciben. La nutrición adecuada durante los dos primeros años repercute en el adecuado aprendizaje de las capacidades motoras e intelectuales que necesitarán para el resto de la vida”, indica el médico pediatra Felipe Andrés Palacio Díaz, profesor de la UPB.
Por su parte, Claudia Cecilia Restrepo Serna, PhD en Neurociencia, directora de Neurotips y docente de la Universidad CES, precisa que el cerebro está formado por un gran porcentaje de agua y de grasa, por lo que estos componentes se deben consumir en abundancia y, en el caso de las últimas, es clave que contengan omegas 3 y 6.
Restrepo sostiene que las neuronas se comunican entre sí a través de sustancias químicas llamadas neurotransmisores, las cuales se producen a partir de aminoácidos —entre ellos Tirosina y el Triptófano— que están presentes en alimentos como el aguacate, pescados azules, frutos secos como almendras y nueces; los quesos madurados, el cacao y ciertos tubérculos.
“El aprendizaje, una de las funciones más complejas del cerebro, requiere un nivel de concentración y estado de alerta para poder captar la información del medio, analizarla y almacenarla. Para ello necesita disponibilidad y un correcto metabolismo de neurotransmisores, que permitan conectar la corteza cerebral”, aclara la especialista.
“Al no haber un equilibrio en el consumo de esos nutrientes se pueden presentar carencias importantes que conllevan a síntomas como inapetencia, irritabilidad, nerviosismo, fatiga, dificultad para prestar atención, falta de concentración e, incluso, depresión; en cambio, un aporte adecuado de ellos promueve pensar más rápido, mayor retentiva y capacidad para concentrarse”, advierte Sara Marcela Muñoz Ríos, nutricionista dietista de la Universidad de Antioquia.