viernes
7 y 9
7 y 9
Diana Londoño recuerda que en su educación universitaria solo tuvo un maestro, el de microbiología. Ella, ingeniera, magíster y doctora, recuerda con cariño a quien aún es su amigo, porque desde la universidad se preocupó por ella como persona. “Ese fue mi único maestro”, afirma.
Londoño se refiere al maestro que no solo enseña un saber específico, sino que educa para la vida. Un profesional que, preocupado por su cualificación, tiene la vocación de formar a sus estudiantes como personas, no solo como expertos.
La Ley 30 de Educación Superior señala en el artículo primero que la formación debe ser un proceso en que el ser humano se desarrolle de manera integral, dando como resultado un profesional que, aparte de un saber específico, sea ético y aporte a la sociedad.
Sin embargo, las acreditaciones de alta calidad de las universidades, otorgadas por el Ministerio de Educación, se dan por un número específico de profesores que tengan títulos de posgrado. Factor que lleva a las instituciones educativas a un afán por ranquearse, privilegiando la contratación de doctores, independientemente de su formación en pedagogía.
Los requisitos para ser profesor universitario están mediados por la Ley 30. Como mínimo se debe tener título universitario, y las acreditaciones de calidad siguen supeditadas a títulos de posgrado.
Gabriel Jaime Arango, director de docencia de Eafit, cuenta que para pertenecer a esa universidad se debe contar con mínimo maestría, mejor doctorado, tener producción científica (haber realizado publicaciones en revistas especializadas) y buen manejo de un idioma diferente al nativo.
Paula Botero Bermúdez, decana de la Facultad de Artes y Humanidades del Instituto Tecnológico Metropolitano (ITM), afirma que para esta entidad municipal, los docentes deben tener estudios de posgrado, maestría y doctorado. Pero abre la posibilidad de nombrar como profesores a personas que no cuenten con este requisito, “si estas son reconocidas por su experticia”.
Para Botero es importante resaltar que las decisiones de contratación de los docentes las toma un cuerpo colegiado que es el Consejo de Facultad.
Arango señala que aunque la titulación es importante, cada universidad tiene principios éticos bajo los cuales educa, y que para Eafit, los docentes deben estar al servicio del proyecto de vida de sus estudiantes.
“Lo primero que debe hacer un profesor de Eafit es estudiar el Proyecto Educativo Institucional (PEI) y los lineamientos del currículo, así se compromete con la formación integral de los estudiantes”.
El director de Docencia reconoce que la educación superior colombiana, en general, cayó en las demandas de los sectores productivos y del mercado laboral, en que las exigencias son de tipo cognitivo. En consecuencia está en desuso o pasó a segundo plano la educación moral y ética, de la mano de la formación ciudadana.
De otro lado, la base sobre la que se fundamenta un doctorado es la producción de nuevo conocimiento. La investigación es el método y el motor que alimenta a diario a estos profesionales.
Diana Londoño, doctorada en Holanda en Ciencias de las Plantas, considera que este nivel de formación no tiene que reñir con la posibilidad de ser un maestro, pero advierte que en su formación nunca le enseñaron docencia.
“Ser maestro es una vocación de tiempo completo y es independiente del título de doctor”, afirma Londoño, aduciendo que ella, a pesar de su preparación, no considera que tenga todas las competencias para ser maestra.
En el caso de Milciades Vélez Cano se dedicó a ser profesor de idiomas durante 24 años. Conocía a todos sus estudiantes, y aún hoy, ellos lo reconocen y recuerdan sus enseñanzas.
“El humanismo esta perdido, esta olvidado”, cuenta el maestro, señalando que el problema es que las materias discursivas ya no existen. “El profesor antes eran un referente de vida, ahora lo es de un conocimiento específico, si acaso”.
Lo que dice Londoño es que la situación no es culpa de los doctores, sino del mercado laboral, porque los doctores en Colombia tienen pocas opciones para trabajar en investigación. “Las empresas no abren plazas y los doctores terminan en la universidad”.
Requisitos, o afanes de ranquin, siguen haciendo que la balanza de contratación universitaria se incline por profesionales más cualificados que maestros. Los doctores que llegan a trabajar en la universidad, educan, pero su prioridad sigue siendo la investigación.
Queipo Timaná, doctor en Educación y exdecano de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, afirma que para hablar de la educación y de la formación de maestros en el país, se debe tener en cuenta que siempre se ha dependido de las constituciones y de quién las realice.
En su reflexión ofrece un recorrido histórico donde refleja los tropiezos del sistema educativo, concluyendo que Colombia llega tarde a la educación y que solo se ocupó en un principio de formar maestros para la educación primaria, sin hacerlo por la cualificación de los universitarios.
Para él, una de las soluciones es, aparte de privilegiar el talento, también la vocación. Ser profesor universitario a veces se convierte en un “escampadero” por las bajas oportunidades laborales.
“A los profesores que ingresen se les debe brindar salarios de enganche más altos”, indica Timaná, señalando que los salarios para profesionales en educación no son altos, y que así no es atractivo estudiar docencia.
La decana del ITM reconoce que la educación, ademas de ser un servicio social, se ha convertido en negocio y ha descuidado la docencia tradicional.
Vélez, por su parte, opina que la opción es volver a las humanidades. “Hay que reconocer que el otro es una persona que siente, se asombra, tiene pasiones, vibra con lo nuevo, eso es lo que hay que recuperar”.
Todo esto sin decir que un doctor no pueda ser maestro. La pregunta es si realmente es necesario que todos los profesores tengan que ser doctores o mínimo tener una maestría, porque también hay que preocuparse por la experiencia. Si un comunicador social, por ejemplo, se ha dedicado a estudiar, es magíster, doctor, y nunca ha ejercido el periodismo, ¿no le quedaría faltando haber tenido la experiencia de periodista para dar una clase de crónica? ¿y la vocación?.
La culpa no es de los doctores, concluyen todos. La pregunta es por el equilibrio, porque los profesores (doctores o no) tienen la responsabilidad de formar a los futuros profesionales y ciudadanos del país.