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Para cualquier combatiente, su arma de dotación se convierte en su mejor amiga; para un soldado colombiano, el fusil es como su pareja, “no se presta, no se deja tocar de otro, no se deja solo, se cuida, se respeta”.
En el caso de las Farc, las armas, como lo comentan la mayoría de sus líderes, “se convirtieron en un medio obligado para defender sus ideales”, aunque, aclaran expertos, se volvieron un referente con el que no solo se demostró poder, también, un símbolo que generó desolación en todo un país.
Mario Agudelo perteneció a la guerrilla del Epl, dejó las armas y se dedicó a la política, actualmente asesora y ayuda a desmovilizados de grupos armados ilegales. Conoce a la perfección lo que significan las armas para un protagonista del conflicto.
“El arma es la compañera a la que más fidelidad guarda el guerrillero: lo acompaña las 24 horas del día. Se levanta y duerme con ella. Lo acompaña en los momentos íntimos cuando realiza sus necesidades fisiológicas. Se convierte en extensión del cuerpo y como tal todos los días se le hace el aseo. A la hora de encomendar su protección, los dioses y la superchería son desplazados por el arma. El guerrillero cambia la vestimenta, en muchas ocasiones cambia la compañera sentimental, pero en muy raras veces cambia su arma”.
Culmina Agudelo diciendo que “el arma simboliza sus sueños, es sinónimo de poder, de seguridad, pero ante todo del proyecto político”.
Wílmar Roldán Solano, profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana, dice que a la guerrilla de las Farc se les reconoce, como “una guerrilla campesina”, es decir, que nace de los intereses de un grupo insurgente de labriegos que buscaba resolver desde la toma de las armas el problema de las tierras, la inequidad e injusticias sociales y la falta de promoción del campesinado colombiano.
“Razón por la cual podríamos decir que su fusil era el símbolo de la búsqueda de la reivindicación ideológica y material de los derechos. Sin embargo, con el auge del problema de las drogas y el narcotráfico en Colombia, estas armas se convirtieron en un símbolo de poder y de hegemonía frente a la defensa de intereses que hicieron apología de las estructuras guerreristas, vandálicas y violentas de un grupo que perdió su conciencia social y convirtió ‘los azadones y arados’ en armas de hostigamiento y desolación, en un país que estaba perdiendo su vocación campesina, por la corrupción política y la criminalidad desaforada”.
Carlos Andrés Charry Joya, profesor e investigador del Observatorio del Conflicto Social de la Universidad del Rosario, explica que las Farc, como toda organización armada tiende a ser o asemejarse a lo que el sociólogo Erving Goffman denominó como una institución total, “que son una forma de cohesión social caracterizada por una interrupción abrupta de orden social”.
Agrega que en el caso de las Farc, que se encuentra en un proceso de transición a la vida civil, “la función de empuñar las armas fue, en su momento, un argumento muy fuerte en la búsqueda de sus objetivos, por esto, simbólicamente, la entrega de armas tiene un poderoso significado, en tanto que es una forma de hacer un tránsito de estar alzados en armas, a otro en el que esa condición ya no existe, lo cual debe generar cierta ansiedad y expectativa entre los integrantes de ese grupo sobre un nuevo panorama que aún no es del todo claro”.
Además de esto, dice el docente, se tiene toda la simbología que cada integrante del grupo construyó de manera subjetiva en relación a la institución total como al porte de un arma, esto último, como símbolo de poder y de autoridad, “pero a la vez, como símbolo de una forma de insurrección, a la manera como cada uno de los miembros de esa guerrilla entienda eso”.
El senador Antonio Navarro Wolf, quien fue integrante del grupo guerrillero M19, ve desde otra óptica el significado de las armas para un grupo insurgente. Aclara “que entregar el fusil es un acto de rendición, dejarla es un acto de paz”.
Para el senador una pistola, un rifle o un lanzagranadas “es una herramienta que resulta indispensable en una confrontación, porque si usted está sin armas en un conflicto armado pues está en una desventaja absoluta. No hay que volverlo más allá de lo que es: un material inerte que en la guerra es indispensable, pero en la paz, sobra”.
Álvaro jiménez, quien también hizo parte del M19, da otra mirada sobre este asunto. “Desde mi punto de vista, las Farc hacen una sobrevaloración de las armas, las han convertido en un fetiche verdaderamente relevante para ellos mismos, están haciendo una sobrevaloración innecesaria del significado del armamento y eso tiene una actitud bastante sobrecalificadora. En mi criterio lo que realmente se valora de un combatiente es su fuerza, voluntad y decisión, las armas son simplemente una herramienta”.
Agrega el también analista del conflicto armado, que lo que se ha visto sobre este proceso de desarme de las Farc, es que ellos le dan un mayor valor a esas armas, “las cargan de un simbolismo que puede tener una razón justificada porque resulta ser una protección para la vida, pero en mi criterio eso es una visión equivocada. Ha sido tanto ese valor e importancia, que por eso les cuesta demasiado dejarlas”.
Jiménez culmina diciendo que a pesar de ese concepto, lo que realmente importa es el gran significado de la dejación de armas para todo el país.
El docente Carlos Andrés Charry recuerda sobre la importancia de estos momentos de transición “o como lo diría el antropólogo norteamericano Víctor Turner, en estos ‘estados liminales’, son muy delicados, puesto que el sujeto de cambio (en este caso la guerrilla) atraviesa por una verdadera transformación estructural, tanto de lo que se espera de ella como de la representación que ella tiene de sí misma”.
Por eso, según el profesor universitario, es fundamental que se sigan los protocolos establecidos y ampliamente probados en otros procesos similares que se han dado en otras partes del mundo, “lo cual explica en gran parte el papel de la ONU y la confidencialidad que se ha tenido, pues en buena medida del éxito de dicha transición dependerá de que no se gesten brotes de violencia que, a la postre, puedan terminar siendo más perjudiciales para la sociedad en su conjunto”.