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La indignación de los colombianos por la muerte de 10 militares en el ataque de las Farc en Cauca no se detiene. Pero al acompañamiento masivo en los funerales y las ofrendas florales de los ciudadanos en las brigadas del Ejército se suman reclamos de condiciones a las negociaciones para concretar un acuerdo de paz.
La acción guerrillera, la más grave durante los diálogos y considerada por el Gobierno violatoria del cese el fuego unilateral, alejó la posibilidad de desescalar el conflicto armado y acordar a corto plazo una tregua bilateral.
También destruyó, a juicio de analistas, la confianza ganada por anuncios (sin concretar en terreno) como el desminado humanitario, renuncia al reclutamiento forzado de menores de edad y la cuestionada suspensión de ataques de las Farc desde diciembre pasado.
Además, presionó al Gobierno a reanudar los bombardeos y generó tensión política, que se evidencia de nuevo con las críticas y sugerencias al Gobierno por parte de varios dirigentes políticos, de poner condiciones en la mesa de conversaciones para continuar las negociaciones en La Habana, como plazos límites para llegar a acuerdos y mantener la ofensiva militar.
Una de estas voces es la del procurador Alejandro Ordóñez, quien durante su visita ayer en Medellín afirmó que “fue un error iniciar unas conversaciones sin términos, sin exigirle a la guerrilla esa necesaria desmovilización, con colombianos secuestrados, con reclutamiento de niños, sin que cesaran de inmediato sus actos delictivos”.
Y reafirmó que “fue un error suspender los bombardeos porque tarde o temprano podía pasar algo como lo ocurrido en Cauca”.
El presidente Santos no fue sordo a la ola de indignación y voces que piden que la negociación no sea indefinida en medio del derramamiento de sangre. Durante la recepción a la presidenta de Corea reclamó definiciones a la guerrilla.
“Señores de las Farc, escuchen el clamor nacional. No se hagan los sordos llegó la hora de acabar la guerra, la paciencia se nos agota. Hay que ponerle plazos a este proceso. Y si quieren la paz tienen que demostrarlo con hechos y no con palabras”.
Agregó que la búsqueda de la paz debe seguir a pesar del “dolor y la rabia. No se puede dejar que nos enceguezca, nos llene de más odio y nos lleve a más violencia”.
Aunque el ataque no acaba con el proceso de paz por la regla inicial de negociar en medio del conflicto, para Javier Ciurlizza, director de la ong International Crisis Group en América Latina, “el Gobierno también debe resistir la creciente presión política de emitir un ultimátum. Mientras los negociadores trabajan para avanzar en el tema de justicia transicional, la paciencia empieza a acabarse”.
El analista considera acertado precisar un cronograma para agilizar los diálogos, pero “una línea más dura en La Habana no necesariamente será útil para alcanzar un acuerdo sobre justicia transicional o sobre el fin del conflicto, el otro punto pendiente de los 5 en la agenda”.
Advierte que una gran ofensiva militar pondría en peligro “logros humanitarios” como el acuerdo de desminado o cese del reclutamiento de menores y “conducir a escalar el conflicto, pues la tregua insurgente redujo las hostilidades y había creado un círculo virtuoso de ambas partes”.
Por eso Ciurlizza sugiere la intervención de países (Cuba y Noruega) y un organismo neutral como el Comité Internacional de la Cruz Roja. “Pueden esclarecer lo ocurrido y ayudar a facilitar las comunicaciones en el terreno para minimizar las posibilidades de un futuro incidente, ya que pueden ser necesarios cambios en el manejo del cese el fuego de las Farc, incluyendo una verificación imparcial”.
A juicio del investigador español Vicent Fisas, director de la Escuela de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, “un cese el fuego bilateral hubiera sido ideal para evitar estos hechos y deben haber acciones para recuperar la confianza entre las partes y también de la sociedad. La discusión que se aproxima para el fin del conflicto es compleja y muchas negociaciones fracasaron porque no hubo acuerdos sobre la dejación y entrega de armas”.
Recuperar la confianza perdida por el ataque es lo más importante para Ariel Ávila, politólogo y subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación: “Se habían dado algunas acciones violatorias de la tregua, pero pese a eso se había disminuido el conflicto en muchas regiones y en las zonas críticas la población ya lo percibía, pero este ataque ya no solo cuestiona a la guerrilla, sino al proceso de paz”.
Para avanzar en la negociación que busca desde hace dos años y medio terminar con 50 años de conflicto armado, considera positivos los llamados a agilizar los acuerdos. Pero sobre todo, espera nuevos consensos desde la mesa de negociaciones.
“La subcomisión técnica del fin del conflicto (que integran altos oficiales activos de las Fuerzas Militares y jefes guerrilleros en Cuba) puede ayudar a considerar algunas reglas de juego mínimas para recuperar la confianza. Es muy importante el apoyo social para el tema de justicia que falta por discutir”, indica Ávila.
Mientras persiste el debate por la afectación a los diálogos tras el ataque en Cauca, el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, respondió ayer que “es una canallada si quiera insinuar que no se dio apoyo aéreo”. Y atribuyó la acción de las Farc a un “acto de venganza por las operaciones que vienen desarrollando nuestras fuerzas en esa zona del país”.