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Reconciliación, la semilla que sembró Francisco en Colombia

El Sumo Pontífice le cumplió a las víctimas. Escuchó las crueles historias de violencia que se escribieron en el país. Ellos dieron la mejor recompensa por su visita: el perdón.

  • El Papa, conmovido, luego de escuchar el relato de Pastora Mira García quien perdió a su familia en el conflicto.
    El Papa, conmovido, luego de escuchar el relato de Pastora Mira García quien perdió a su familia en el conflicto.
  • El exguerrillero Juan Carlos Murcia quien perdió las manos manipulando explosivos.
    El exguerrillero Juan Carlos Murcia quien perdió las manos manipulando explosivos.
  • Los indígenas le rindieron un homenaje a Francisco.
    Los indígenas le rindieron un homenaje a Francisco.
  • El Sumo Pontífice dio palabras de aliento a los soldados mutilados por minas antipersonal. FOTOS esteban vanegas, reuters, afp.
    El Sumo Pontífice dio palabras de aliento a los soldados mutilados por minas antipersonal. FOTOS esteban vanegas, reuters, afp.
09 de septiembre de 2017
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La tierra germinada hay que regarla para cosechar. Eso fue lo que se vivió en la capital del Llano, Villavicencio, en donde quedó sembrado para todo el país el mensaje del Santo Padre Francisco, para que Colombia se desprenda rápidamente del yugo de la violencia y se regocije en la reconciliación.

Canciones y poesías dicen que no hay nada más majestuoso que el amanecer llanero, que trae de la mano al sol que rápidamente domina sus inmensas llanuras. Pero, este viernes, lo que se impuso fue la lluvia, que cayó durante toda la madrugada y que empapó a las más de seiscientas mil personas que literalmente estaban sembradas allí, en las 40 hectáreas de la finca Catama, la cual fue adaptada para ser el epicentro de la misa de Francisco, la segunda eucaristía que realizó en Colombia.

De a poco, la lluvia fue menguando, para que el Vicario de Cristo, en medio de los sones de la tierra, de joropos convertidos en canciones religiosas, diera comienzo a la misa y al primero de los gestos de reconciliación: la beatificación de los mártires de la Iglesia Católica, monseñor Jesús Emilio Jaramillo y el padre Pedro María Ramírez, dos clérigos colombianos que murieron por la violencia.

En ese momento, cerca del altar papal, en medio de un ejército de sacerdotes, estaba el padre Jorge, quien llegó desde Arauca, feliz, mostrando a las cámaras y a sus colegas sacerdotes, pero en especial a los feligreses, la camiseta con el rostro de monseñor Jaramillo.

El mediodía llegó con el fin de la eucaristía, que dejó el mensaje central de Francisco de no tenerle miedo a la reconciliación. Tras la bendición papal, se vio una verdadera carrera de sacerdotes que, sin importar que vestían sus ornamentos, buscaron las cercas que estaban tapadas con telas blancas para bajarlas y quedar listos para la selfie con el Papa.

La tranquilidad, algo que le ha sido esquivo por estos días, la tuvo por un par de horas mientras almorzaba y descansaba en un ambiente típico de los Llanos. Pasadas las tres de la tarde, Francisco llegó al que él mismo dijo era el momento deseado de su visita, la jornada de la reconciliación.

Su ingreso al coliseo del Parque de Las Malocas no fue nada distinto a lo que ya se había visto a su paso. Unas seis mil personas emocionadas no pararon de gritar su nombre y decirle “Francisco, el Llano está contigo”.

Su mensaje tocó profundamente. Allí, sin distinguirlos con un Inri, estaban sentados las víctimas, en su mayoría, y también algunos victimarios.

Lo primero que desgajó las lágrimas de los presentes fueron los mensajes profundos y llenos de sinceridad que ofrecieron Deisy Sánchez Rey, Juan Carlos Murcia Perdomo, Luz Dary Landázury y Pastora Mira García, una mujer paisa que contó en detalle lo que ha sido su vida marcada por la violencia de varios bandos, violencia que se le llevó a su padre, a su esposo y a sus dos hijos, pero que a ella solamente le ha sembrado perdón para sus victimarios.

Cada relato contó con la mirada fija del Vicario de Cristo y el silencio de los miles de asistentes. Un momento profundo en el que la reconciliación que se había regado en la madrugada ya parecía dar sus primeros frutos.

Faltaba el momento especial, las palabras del Papa, quien nuevamente movió los sentimientos y los corazones de los asistentes. Edilberto Torres, un llanero que conoce su región por el tesón y trabajo y por “la maldita” violencia que le ha desplazado, no pudo ocultar la emotividad y unas cuántas lágrimas le rodaron por el rostro, las cuales –dijo– eran muestra del perdón que le otorga a quienes le hicieron sufrir.

Otra vez la piel literalmente se les puso de gallina a los asistentes. El Santo Padre habló del significado del Cristo mutilado de Bojayá. Crudo y concreto dijo que no tenía manos, ni pies y que su rostro era la gran expresión de que ahí estaba Jesucristo, más presente que en cualquier lado. Las manos se volvieron a juntar y salió otro espontáneo aplauso de quienes aunque han vivido en carne propia lo peor que puede engendrar el ser humano: la violencia, en esta ocasión, celebraban la reconciliación.

Tras una profunda reflexión de la obligación de reparar y sobre todo hacer honor a la verdad como mensajera del perdón, que muchos tomaron como un mensaje entre líneas para las Farc, para que cuenten todo sobre temas como el reclutamiento de niños y los abusos a las mujeres, llegó el instante de la reconciliación. Un fuerte abrazo que se vio entre los asistentes, grandes, pequeños, ancianos, jóvenes, todos sin importar la condición.

Pero Francisco no se podía ir de Villavicencio sin tener un acto con quienes ya llevan dentro la semilla de la reconciliación: unos 400 niños, esos que siempre le sacan sonrisas, quienes le esperaron en el Parque de los Fundadores, en donde él rezó, una vez más, por las víctimas de una cruel violencia, que como lo dicen las escrituras, fue esa semilla mala que germinó en tierra buena .

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