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La cera caliente de una vela prendida cae sobre las manos de Heriberto Giraldo García. Su mente se encuentra desconectada, con el pensamiento estancado en recuerdos que lo llevan a junio de 1988, cuando un grupo armado, al parecer del Ejército, retuvo y asesinó a 14 mineros (y otros tres aún están desaparecidos), entre quienes estaban tres de sus hermanos y un cuñado.
El hombre sostiene esa vela porque hace parte de un homenaje que se realizó hace pocos días, en memoria de los mineros asesinados en lo que se conoce como la masacre de El Topacio, ocurrida en la vereda que lleva ese mismo nombre del municipio de San Rafael, Oriente de Antioquia entre la madrugada del domingo 12 y el lunes 13 de junio de 1988.
Ese acto criminal hizo parte de las 64 masacres que se registraron en Colombia durante ese año. Pero esta en particular “tuvo muy poca difusión, no fue tan visibilizada. Si uno le pregunta a alguien que si supo lo que ocurrió en El Topacio, muy posiblemente la mayoría de las personas va a decir que no saben de qué se trata, no pasa lo mismo que con otras masacres ocurridas en esa época y en otras zonas del país”, dice Ana María Jaramillo, investigadora de la Corporación Región y Relatora del informe sobre la masacre de El Topacio para el Centro de Memoria Histórica.
“Era como la una de la mañana, esos tipos entraron y agarraron a mi papá, pero como vieron tantos niños, incluso yo estaba ahí al lado de él llorando, le perdonaron la vida. Pero aún así, el capitán Martínez le pegó varias patadas en el pecho a mi papá y le dijo que no saliéramos de la casa hasta las seis de la mañana, que no nos moviéramos, pero cuando ellos se fueron nosotros nos asomamos por una ventana y vimos cómo se llevaban a varios compañeros amarrados. A las cinco de la mañana nos fuimos hacia el río y ahí nos encontramos a todos los compañeros muertos, picados, amontonados, eran partes de cuerpos y el río ya se los estaba llevando”, narra Jhon Fredy Salazar Torres, habitante de la vereda El Topacio.
Se estableció, según las narraciones de los sobrevivientes y familiares de las víctimas, obtenidas por el Centro Nacional de Memoria Histórica (Cnmh) en su informe Memorias de una masacre olvidada, que en la madrugada del domingo 12 de junio, un grupo de hombres armados, aparentemente del Ejército liderados por el capitán Carlos Enrique Martínez Orozco, entonces comandante de la base militar destacada en ese municipio, inició un recorrido por varias casas de la vereda y fueron sacando uno a uno a los mineros y los llevaron al sector de Encenillos, que es donde trabajaban, junto al río Nare (ver mapa).
Una vez reunidas, las víctimas fueron descuartizadas y sus restos dejados a orillas del río Nare, cuyo afluente para esa época aún era grande y caudaloso hasta que entraron en funcionamiento varios embalses, pocas semanas después de la masacre.
“Yo ese día quedé en ir a la vereda y no fui porque se me presentó un problema. Al otro día que llegué me enteré que se habían llevado a mis hermanos y al cuñado. Cuando intentamos bajar al río, el Ejército, que estaba vigilando la zona, no nos dejó y solo veíamos puros gallinazos rondando. Eso para mí fue tan duro que de inmediato me regresé y no volví a la vereda. Quedé tan mal que ni siquiera fui a reclamar los restos de mis hermanos, el dolor era demasiado”, recuerda Heriberto Giraldo García, sin soltar la vela que poco a poco se derrite en su mano.
Precisamente, una de las imágenes que se mantiene vigente en los recuerdos de cada uno de los habitantes de San Rafael, a quienes les tocó ese episodio, es la de un helicóptero oficial transportando, a la vista de todos, las bolsas con los restos de los mineros, los cuales fueron descargados en el cementerio municipal y posteriormente amontonados en cuatro ataúdes para darles cristiana sepultura.
“Nunca se me va a olvidar cómo en ese helicóptero colgaban bolsas con los restos de ellos, y ahí en el pueblo los tiraron como si fueran animales. Desde ahí mi vida ha sido muy dura, yo aún no me recupero, solo espero justicia para los responsables, que den la cara”, expresa Heriberto.
“San Rafael recuerda con horror a junio del 88, cuando todo el pueblo se dio cuenta de lo que había ocurrido. Una cantidad de mineros que fueron masacrados de tal forma que ni siquiera se recuperaron todos los restos. Esta masacre se fue olvidando poco a poco, hasta que por fortuna hubo personas que se dieron la tarea de reconstruir esta memoria”, añade Abad Marín García, alcalde de San Rafael, en agradecimiento al informe del Cnmh.
“Me llegó un comentario de un señor, que había escuchado a esos hombres armados decir que iban a sacar una guaca al sector de San Javier. De inmediato busqué una chiva y saqué de esa zona a 45 mineros”, asegura Héctor Hernán Quintana Giraldo, quien para ese entonces administraba la maquinaria que se usaba para minería en un sector conocido como San Javier, muy cerca a Encenillos, todo en la vereda El Topacio.
“Cuando se referían a sacar una guaca era que iban a cometer una masacre, por eso fui a sacar a los compañeros, infortunadamente no pude avisarles a los muchachos de Encenillos, ellos no tuvieron tiempo de reaccionar”, dice Héctor, quien una vez salvó a esas 45 personas, salió inmediatamente para Chocó. “Allí me enteré de todo lo que pasó, incluso supe que efectivamente ingresaron a nuestro sector, pero al ver que no había nadie, quemaron y dañaron toda la maquinaria”.
Según Ana María Jaramillo, todos los testimonios de la comunidad señalan al Ejército y al capitán Martínez de cometer la masacre, “hubo un proceso que se adelantó contra el militar, pero en ese proceso el capitán resulta exonerado”, añade.
Actualmente la Fiscalía 31, Eje temático de desaparición y desplazamiento forzado, trabaja el caso de la masacre de El Topacio y según conoció EL COLOMBIANO, la intención es que este hecho sea considerado un crimen de lesa humanidad. El ente acusador trabaja también en la identificación de los restos, y para eso analiza 243 muestras de ADN para facilitar esa labor, aunque es un trabajo de largo aliento, porque como fue revelado en el informe de Memoria Histórica, “ninguno de los restos de las víctimas de esta masacre fue recuperado entero”.