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Atacar combos sigue siendo un desafío

Se debe entender el funcionamiento y evolución de los ilegales para combatirlos

  • William Pérez Toro - Santiago Tobón - Pedro Piedrahita Bustamante - Alejandro Bustamante Fontecha - Olmer Muñoz
    William Pérez Toro - Santiago Tobón - Pedro Piedrahita Bustamante - Alejandro Bustamante Fontecha - Olmer Muñoz

Una tasa de homicidio en alza en comparación al 2018, y la percepción de seguridad desfavorable, pero con una lucha de frente que ha arrojado resultados contra las cabezas de las estructuras ilegales que delinquen en Medellín, es el panorama al que se enfrentará el próximo alcalde de la ciudad.

Por esta razón, las estrategias para contrarrestar la violencia serán de vital importancia ante la opinión pública y tendrán un único objetivo: generar una percepción positiva en la seguridad, el tema más reclamado por la gente.

Los analistas consultados para este trabajo coinciden en que se deben buscar nuevas estrategias para afrontar ese reto. Resultará primordial una mejor estrategia de inteligencia para entender el comportamiento y la evolución que han tenido las estructuras delincuenciales que, a pesar de recibir fuertes golpes en sus altas esferas, siguen generando factores de inestabilidad en las diferentes comunas.

“Aumentar las capacidades de inteligencia y de infiltración del Estado a las redes criminales, no al revés”, es uno de los desafíos para el próximo mandatario, según el docente de la Universidad de Medellín, Pedro Piedrahita.

Las estrategias que se pueden aplicar no tienen que ser nuevas, dicen los expertos, copiar las que ya han tenido resultados en otras partes del mundo también es válido, sin embargo, un común denominador de los especialistas en este tema está relacionado con las inversiones y apuestas en lo social, en aquellos barrios donde las oportunidades son pocas.

Aunque los especialistas reconocen que es una opción a largo plazo y con costo político por no tener resultados inmediatos, podría ser la salida a un problema que parece estar enquistado en la sociedad.

Otro de los objetivos planteados para el futuro alcalde de Medellín está relacionado con el día a día, con tener una ciudad que se pueda caminar. “Esto tiene que ver con la seguridad y es una forma básica de medir la percepción sobre el tema. Que la gente pueda ir a la calle, que la gente pueda ir por la calle, no solamente porque está más o menos libre o protegido de amenazas de hurtos de asaltos de atropellamientos, si no porque tiene por donde hacerlo”, argumenta el docente William Pérez de la Universidad de Antioquia.

Los anteriores retos pueden ser básicos, pero en el fondo tienen un carácter complicado, más aún porque Medellín padece diferentes tipos de violencia que van desde organizaciones armadas hasta casos de violencia doméstica, de género y de seguridad ciudadana que deterioran la imagen de la ciudad .

Hay que focalizar, para luego iniciar una intervención

William Pérez Toro
Director del Instituto de Estudios Políticos
Universidad de Antioquia

Son retos bastante conocidos, probablemente, se requiera de un afinamiento de diagnósticos y de estrategias de intervención, de localizar e intervenir factores asociados a la violencia. Focalizar es la clave en la medida en que el mandatario deberá precisar y ubicar cuáles violencias atacar, las prioridades y encontrar la forma de hacerlo. Hay que valorar si se realizarán acciones físicas con personal, si van a insistir en mediaciones tecnológicas o si van a priorizar estrategias comunitarias con programas sociales, tocando factores económicos que pueden ser de más largo plazo. Una vez se sepa qué factores hay que tocar, se deberán trazar políticas de choque de largo y corto plazo, pero que permitan tener un pronóstico de eficacia y de corrección, porque no de cualquier manera se puede intervenir, debe ser de una manera planeada, que dé resultados. Yo no sé si podemos determinar que las capturas dan un resultado positivo. Estas acciones deben contar con un acompañamiento tecnológico y de previsión para que la prisión no sea considerada como un primer acto de prevención, sino el último en la acción contra la delincuencia. Las cámaras nos han permitido documentar pruebas para los expedientes judiciales, pero no parece que tuviera una eficacia para evitar un acto delictivo. Lo que pasa es que en términos políticos y de visibilidad, estas estrategias (las de las cámaras) son muy exitosas. El objetivo es enfocarse en los factores asociados con la violencia porque por lo menos, en los últimos tres años, el indicador básico de esta, del homicidio y otros delitos, ha venido creciendo. Tampoco se puede olvidar de otro desafío que no es menos importante y es hacer una ciudad caminable, que la gente pueda ir por la calle con tranquilidad.

Estrategias deben apuntar al crimen organizado

Santiago Tobón
Director del Centro de Investigaciones Económicas y Financieras (Cief)
Universidad Eafit

El reto es el crimen organizado. Tres fenómenos asociados revisten la mayor complejidad: el homicidio, la extorsión y el gobierno de facto que grupos armados ejercen sobre los ciudadanos. Respecto a los homicidios, las organizaciones criminales son los principales determinadores. Para 2018, las cifras de la Alcaldía señalan que tres de cada cuatro homicidios se relacionaron con estas estructuras. ¿Qué hacer? En Estados Unidos se está implementando una forma de represión condicionada llamada disuasión focalizada. La idea es comunicar incentivos sobre el cumplimiento de las normas y las consecuencias del homicidio, y desarrollar una amenaza creíble de castigo en caso del rompimiento de dichas normas. Sería importante evaluar una intervención de esta naturaleza. La extorsión es un fenómeno menos evidente. Según cifras de la Alcaldía, entre 2016 y 2018 la proporción de ciudadanos que reportó el pago de vacunas creció. En San Javier la cifra ascendió al 40 % en 2018. ¿Qué hacer? Primero, continuar con las iniciativas tendientes a un marco legal más completo. Además, deben procurarse nuevas formas de protección como la disminución en el uso de efectivo. En cualquier caso, es necesario innovar y generar nuevas políticas para contrarrestar el fenómeno. Respecto al gobierno criminal, en muchos barrios estos grupos actúan como autoridades que resuelven problemas. Según cifras de la Alcaldía, el 50% de los habitantes de Santa Cruz señalaron que estructuras criminales prestaban seguridad en su barrio en 2018. ¿Qué hacer? Una alternativa es gobernar más, intensificar la presencia del Estado en los espacios que han ocupado otros grupos. Hoy hay una iniciativa de la Alcaldía en esta dirección. Sería importante que continuara.

Infiltrar redes ilegales, no que ellas infiltren al Estado

Pedro Piedrahita Bustamante
Profesor Ciencia Política
Universidad de Medellín

Los resultados de investigación y estudios de opinión evidencian que la (in)seguridad es uno de los problemas que más aqueja a Medellín. Aunque la actual administración enarboló en su momento la bandera de la seguridad, e implementó un modelo asociado más a la imagen del alcalde como el primer policía de la ciudad y a las capturas de los supuestos cabecillas de las “principales estructuras”, el problema continúa y considero que los desafíos para el próximo gobernante serán: Primero, cambiar el enfoque del delito. El crimen contemporáneo es transnacional, opera en red y no en estructuras piramidales. Esto implica que es necesario identificar los principales nodos de redes criminales: organizadores, aislantes, comunicadores, guardianes, promotores, supervisores y los híbridos. Por lo general, los organismos del Estado solo logran capturar e identificar a los guardianes que se encargan de la seguridad de la red, o a los promotores encargados de las negociaciones que garantizan ganancias. De acuerdo a lo anterior, el segundo desafío es aumentar capacidades de inteligencia e infiltración del Estado en las redes criminales (no al revés). Esto permitiría identificar los nodos híbridos, aquellos personajes grises que están al tiempo en la legalidad (sectores económicos y políticos) y en la ilegalidad, que se encargan de facilitar los delitos e infiltran y cooptan al Estado. Una seguridad urbana con alta capacidad en inteligencia, también permitiría identificar los núcleos de la red, aquellos cerebros del delito que se mantienen en la penumbra. Finalmente, otros desafíos son: romper el paradigma de asociar delito pobreza; y, generar una mayor articulación con organismos del orden nacional e internacional para atacar las redes de lavado de activos en la ciudad.

Inseguridad se debe enfrentar de manera sistemática

Alejandro Bustamante Fontecha
Profesor de Ciencia Política
Universidad Nacional

Del mismo modo en que la sociedad está jerarquizada, lo están las empresas legales, pero también lo está la ilegalidad. En estos ámbitos existen mandos superiores, mandos medios y trabajadores rasos. En términos generales, el mundo de la legalidad gira en torno a la producción generada, directa o indirectamente, por el trabajo humano. En cambio, el mundo de la ilegalidad se caracteriza por el predominio de diversas formas de parasitismo sobre los frutos del trabajo humano, o, incluso, por una abierta depredación de la vida humana misma. Vivir a costa del esfuerzo de otro o de la propia vida de otro, es decir, vivir con base en la expoliación del otro, es la marca de la criminalidad. En ese sentido, el crimen debe considerarse -pese a lo incómoda que resulte esta afirmación- como una “forma de ganarse la vida”. De hecho, en todas las sociedades existen personas que viven de este modo. Para ellas, el crimen es una forma de vida: de él, derivan su sustento y, en no pocas ocasiones, de él proceden sus lujos, sus privilegios y su poder. Y así como en el mundo de la legalidad se distribuyen los recursos de manera inversamente proporcional al número de beneficiarios (las minorías reciben más y las mayorías reciben menos), en el mundo de la ilegalidad, no podría ser de otro modo.

Entonces, digámoslo crudamente: las clases bajas actúan por necesidad, las clases medias, por calidad de vida, y las clases altas, por privilegios. Esto vale tanto para el mundo legal, como para el ilegal. Es un error centrarse solo en quienes delinquen por necesidad, pues, quienes delinquen por calidad de vida y, sobre todo, por privilegios, crean el caldo de cultivo para la reproducción del delito. La inseguridad sólo puede enfrentarse de manera sistémica.

El Estado debe hacer un esfuerzo por copar el territorio

Olmer Muñoz
Docente Ciencias Políticas
Universidad Pontificia Bolivariana

Primero, reducir los indicadores de la criminalidad organizada. Esto implica que tendrá que lograr la reducción de 300 combos que afectan la vida. Este primer reto implica que el Estado haga un esfuerzo por copar el territorio y generar procesos de cohesión con la población. Si bien la solución al problema de seguridad no es únicamente por la vía de la coerción, a ella no puede renunciar el Estado. Segundo, generar confianza en la población frente a las instituciones de seguridad. Esto implica un mayor acercamiento con la comunidad en programas de fortalecimiento de la convivencia. Tercero, generar procesos de consolidación territorial en las comunas y corregimientos. Cuarto, aumentar el apoyo institucional dentro de las secretarías para romper con ciclos de inequidad. Los grupos armados compiten con el Estado por control de los territorios y esto debe tener un punto de inflexión que se dará si el Estado genera control efectivo del territorio. Una de las mayores fuentes de recursos de los grupos armados es el tráfico de estupefacientes, y en Medellín, particularmente, están generando un ciclo de dependencia para que la población juvenil sea captada por estos grupos. Quinto, incentivar en la población la solución pacífica de conflictos por la vía institucional. Esto se denomina la sociedad desprevenida, que consiste en que el ciudadano pueda realizar actividades cotidianas sin temor al robo, la extorsión, el secuestro y se sienta seguro porque sabe que el Estado responde a actores de inseguridad. El ciudadano en una sociedad desprevenida es aquel que se educa, que trabaja, que disfruta de los espacios de recreación y que busca el interés común de la comunidad, mirando siempre en la perspectiva de una integración comunitaria que favorezca lo institucional.

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