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Los miembros de las agrupaciones Tierradentro de Medellín, Pazífico de Chocó y Delirio de Valle del Cauca recibieron a los asistentes a la posesión presidencial bailando a ritmo de salsa y mapalé. A pesar del ambiente de fiesta que trajo su música, el caleño Andrés Ochoa aseguró: “no cambio a Cali por nada, porque este frío no se lo aguanta nadie”.
Antes de la posesión, había tres tarimas ubicadas en la Plaza de Bolívar, el festejo con el que recibían a los asistentes se convertía en un ruido constante en el centro del lugar, pues mientras en un lado estaba sonando Rebelión de Joe Arroyo, en el costado opuesto retumbaba Soy colombiano de Silva y Villalba y en el frente de la tarima un torbellino.
Antes de la llegada del presidente los fuertes vientos tumbaron los adornos de una de las pantallas que decoraban la tarima, desnudaron el azul que la cubría y el andamiaje amenazó a los asistentes, quienes durante todo el acto protocolario estuvieron pendientes del bamboleo de la estructura y de los discursos del entrante mandatario y del presidente del Congreso, Ernesto Macías.
Esta vez, los curiosos no fueron los protagonistas pues el centro de la capital estaba desierto y cerrado. Por sus calles solo se veían unos pocos habitantes del tradicional barrio de La Candelaria y mucha Fuerza Pública. Más de 10 cuadras a la redonda cerradas, desde la carrera sexta hasta la trece y desde la circunvalar hasta la décima.
Los asistentes debían pasar por lo menos por tres filtros de seguridad. Uno de los invitados internacionales, Alexandre Fablet, sostuvo que lo habían requisado cerca de 10 veces, algo que para él solo pasaba en Colombia “es imposible que alguien esconda algo de una calle a otra, esto no tiene sentido”, se quejó.
Los miembros del cuerpo de seguridad que tenían que custodiar las desérticas calles no daban detalles, pues su tarea era estar alerta a cada movimiento y por eso se limitaban a lo básico: revisar las acreditaciones y permitir o restringir el paso a los pocos desprevenidos que se acercaban. Pasada la música, lo único que se escuchaba era el retumbar de las palabras del ya presidente en ejercicio Iván Duque que llegaban desde el atril.
Andrew Mayers, un turista que llegó con la intención de recorrer la estructura colonial del barrio que rodea la Casa de Nariño, aseguró que tuvo que darle la vuelta al centro, en su penúltimo día en Colombia, antes de partir para su natal Inglaterra, para desayunar cerca de Palacio, un recorrido que normalmente se demora cinco minutos y ayer le tardó media hora.
Además, el popular septimazo con sus vendedores de libros y artículos de segunda, que generalmente se encuentra desde la calle 19 hacia el norte, no recibió a nadie, los dueños de los negocios de calle no hicieron presencia.
Antes del inicio del discurso presidencial, el mandatario estaba en el Palacio de San Carlos, hoy sede de la Cancillería, allí junto a su familia, le daba los ajustes finales a su alocución y saludaba a las delegaciones internacionales.
Mientras tanto, el Congreso realizaba el llamado a lista y los actos previos en los cuales leyeron la comisión que iba a informar al presidente sobre el inicio del acto protocolario. En fila esperaban al mandatario miembros de todos los partidos de la coalición, entre los que estaban: Juan Diego Gómez, conservador; Juan Fernando Velasco, Liberal, José David Name, del Partido de La U y María Fernanda Cabal del Centro Democrático. Allí también estaba el senador Armando Benedetti, miembro de la U, quien fue chiflado por los asistentes cuando llegó el turno de brindarle la mano al entrante mandatario.
Hoy Iván Duque se trasladará a la Casa de Nariño acompañado de Luciana, Matías y Eloísa, sus hijos, quienes marcarán el regreso de los niños a la casa presidencial desde el mandato de Andrés Pastrana, entre 1998 y 2002.