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Claves para convivir con las ondas en el hogar

Un arquitecto y geobiólogo especializado en análisis ambiental explica claves para detectar perturbaciones causadas por las ondas y radiaciones.

  • ilustración elena ospina
    ilustración elena ospina
10 de julio de 2016
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¿Quiere mejorar su descanso, evitar el insomnio, evitar enfermedades y vivir más años? ¡Elimine y reduzca todo lo posible las ondas electromagnéticas de su entorno!, propone el arquitecto, interiorista y geobiólogo Pere León, experto en la creación de espacios saludables.

León asegura que estar sometido de manera intensa, prolongada o permanente, a toda clase de ondas y radiaciones generadas por la Tierra o por las nuevas tecnologías, puede llegar a interferir nuestra salud y bienestar, ocasionando “desde insomnio o dolor de cabeza hasta enfermedades”.

Aunque este tema se debate en la comunidad científica y es objeto de investigaciones, no hay consenso sobre los efectos del espectro electromagnético en la salud. León se ha propuesto concienciar a la sociedad sobre la importancia de habitar espacios cómodos, seguros y libres de zonas geopatógenas (con radiaciones) y contaminación electromagnética.

León hace especial hincapié en el desconocimiento que existe sobre nuestra exposición a toda clase de ondas y radiaciones en nuestro dormitorio, donde pasamos buena parte de nuestra vida, y las cuales pueden tener efectos negativos sobre nuestra salud.

“Vivir libre de la contaminación electromagnética no requiere grandes cambios ni inversiones. Gestos tan sencillos como reubicar la cama, desconectar algunos aparatos o cambiar el escritorio de sitio nos pueden ayudar a prevenir y a paliar, desde molestias como la irritabilidad o la fatiga, hasta enfermedades graves”, asegura León, autor del libro La buena onda.

Este especialista en análisis ambiental, señala que se puede aprender a protegerse de estas ondas nocivas para empezar a dormir bien, evitar dolencias y vivir más años.

¿Qué hace un geobiólogo? Este profesional mide las radiaciones de casa y oficinas con aparatos técnicos y hace propuestas para eliminarlas, “cura” los espacios y, en consecuencia, protege nuestra salud, según León.

Según este experto, “a los geobiólogos, en ocasiones, nos vienen a ver personas con geopatías o enfermedades provocadas el uso frecuente de las nuevas tecnologías. Nuestros consejos ayudan a mejorar la salud de muchos alejándoles de zonas geopatógenas, o sea, con radiaciones”.

Energías y frecuencias

“Las ondas son propagaciones que pueden tener la capacidad de perturbar alguna propiedad dentro del espacio hacia un objeto y las radiaciones se relacionan con una propagación de energía en forma de ondas electromagnéticas o partículas subatómicas a través del vacío o de un medio material”, explica León a Efe.

“Las perturbaciones de origen natural más peligrosas son las corrientes de agua subterránea que, al friccionar con el subsuelo, emite una ionización constante, ascendiendo sobre su vertical y desvitalizando la glándula pineal y el timo”, según este geobiólogo y arquitecto.

Según León, estas alteraciones se originan en “la conductividad eléctrica provocada por la ionización del hidrogeno contenido en el agua, y producida por el efecto de su movimiento y de la fricción con el subsuelo a gran velocidad y profundidad”.

“Es decir que la fricción del agua en el terreno subterráneo o sus fracturas, denominadas ‘diaclasas’, crea un campo electromagnético que se proyecta hacia arriba y atraviesa todos los materiales, incluidas nuestras células”, de acuerdo a León.

Según el especialista en nuestro planeta existe “un gran campo magnético natural o Líneas Hartmann en forma de malla de tipo cuadrícula, en cuyos cruces hay un efecto patógeno que se multiplica si coincide con una corriente de agua subterránea o falla del terreno”.

Según este geobiólogo además, hay otra red geomagnética natural similar a la anterior, “denominada Líneas Curry, que tiene otra orientación y medidas, pero que son aún más nocivas para la salud y tienen un efecto más intenso allí donde se cruzan”.

Respecto de las radiaciones artificiales, León las clasifica en ionizantes (modifican la materia extrayendo electrones) y no ionizantes (que no “arrancan” electrones de la materia).

Señala que los últimos estudios realizados, “indican que algunas de estas radiaciones causan alteraciones a nivel celular y pueden alterar el sistema nervioso central, modificar el ritmo circadiano (a lo largo de las 24 horas del día) del sueño y provocar, desde cefaleas a alteraciones biológicas evidentes”.

“En los últimos 10 años nos hemos ido rodeando de nuevas tecnologías basadas en campos electromagnéticos de alta frecuencia (wifi, antenas de telefonía, móviles, wimax, 3G y 4G, entre otras) y una exposición mantenida en el tiempo contribuye a romper los procesos biológicos para los que estamos programados”, recalca León.

Refugios tecnológicos

Para este geobiólogo, la cama (el dormitorio) “es el lugar más sagrado de la casa puesto que nos pasamos una tercera parte de nuestra vida en ella y, por tanto, debemos concebir la idea de desconectarnos tecnológicamente y conseguir ‘salas blancas’ o ‘búnqueres antitecnológicos’”.

Por ello recomienda apagar o quitar en ese ambiente los móviles, las tabletas, los radiodespertadores, los televisores, las señales wifi y los ordenadores, y reducir la exposición a los dispositivos y antenas de funcionamiento eléctrico y electrónico, en lo que denomina “Vivir en modo avión”, el título de su libro anterior.

Cuando habla de ‘salas blancas’, León se refiere a espacios donde no existen perturbaciones ni alteraciones, limpios de radiaciones, contaminantes ambientales y acústicos, que son aptos para la vida y que contribuyen a la mantener el equilibrio cuerpo-mente (homeostasis) de quienes los disfrutan.

“En cuanto a ‘búnqueres tecnológicos’, son los espacios, especialmente los dormitorios, donde después de medir el nivel de radiación al que está expuesto, se aplican blindajes y apantallamientos técnicos para que no lleguen estas radiaciones a la persona que está durmiendo en ese lugar”, explica León a Efe.

“Un ‘búnquer o refugio tecnológico’ es un espacio protegido de malas ondas, donde se realiza toda la desconexión posible para garantizar el descanso en dicho lugar”, añade.

Para los estudios, análisis y correcciones geobiológicas de una vivienda, Pere León utiliza distintos aparatos medidores de radiaciones naturales y artificiales, capaces de detectar espectros de frecuencias, campos eléctricos, magnéticos y de microondas y calcular su potencia con exactitud.

“Estos aparatos detectan, tanto las ondas externas a la vivienda (antenas de telefonía, líneas de alta tensión, transformadores eléctricos), como las internas (electrodomésticos, instalación eléctrica, routers, wifi)”, explica.

Una vez medidas las radiaciones, León y su equipo elaboran un informe técnico con los valores registrados, “acompañado de planos de situación, junto con unas propuestas de nueva organización o rehabilitación del espacio, destinadas a neutralizar las posibles radiaciones artificiales y naturales”, señala.

Para mantener el dormitorio libre de ondas y radiaciones nocivas, el especialista León aconseja “apagar todo aquello que vaya conectado al tendido eléctrico, observar si hay antenas de telefonía o torres de alta tensión cerca, ya que, si conseguimos apartarnos de estos campos perturbadores, tendremos un sueño más reparador y estaremos más vitales y fuertes para afrontar un nuevo día”.

Para León también es conveniente poner plantas en el dormitorio, porque purifican el aire y extraen contaminantes ambientales, así como caminar descalzo 5 minutos al día sobre hierba, arena o encima del pavimento, puesto que eso ayuda a descargarse de la corriente electroestática acumulada durante el día.

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