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Sabía que no sentir dolor es malo

  • La insensibilidad congénita al dolor es una enfermedad poco frecuente y por lo tanto para los médicos es difícil identificar los síntomas. FOTO Shutterstock
    La insensibilidad congénita al dolor es una enfermedad poco frecuente y por lo tanto para los médicos es difícil identificar los síntomas. FOTO Shutterstock
07 de octubre de 2015
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Sin lugar a dudas en el mundo existen personas que pueden soportar cualquier tipo de dolor minimizándolo a su máxima expresión y también quienes desearían soportar más del que pueden.

Practicar suspensión corporal, usando ganchos, poleas o diferentes instrumentos que atraviesan la piel, es una muestra de hasta dónde puede el hombre controlar el dolor con la mente, ejercicios de respiración y gracias a la liberación de endorfinas y adrenalina.

Sin embargo, hay quienes sin quererlo no pueden sentir ningún tipo de dolor, una enfermedad hereditaria conocida como analgesia o insensibilidad congénita al dolor que no tiene tratamiento y que puede producir lesiones graves.

Esta afectación que genera alteraciones de las fibras sensitivas A delta y C que son las encargadas llevar la información al cerebro y determinar si algo es doloroso, caliente, frío, si genera ardor o quemazón.

El médico anestesiólogo, especialista en dolor y cuidados paliativos, Roberto Rivera, define de manera informal esta patología como “quedarse sin los mensajeros que tiene el cerebro para traer la información de algo que genera dolor”.

Síntomas

La insensibilidad congénita al dolor es una enfermedad poco frecuente y por lo tanto para los médicos es difícil identificar los síntomas. El dolor agudo es el principal mecanismo de protección que tienen los seres humanos y es el que hace que el cuerpo reaccione al mínimo sentimiento de dolor físico, una cualidad de la que carecen las víctimas de este síndrome.

Las alteraciones nerviosas de analgesia congénita son tan extremas que quienes la sufren podrían quemarse con un fogón o inclusive fracturarse una parte del cuerpo sin sentir una pizca de dolor, provocándose úlceras, cicatrices, alteraciones en los huesos, músculos, articulaciones o la cara, que con el tiempo generan graves secuelas.

Pronóstico de vida

Para Roberto Rivera, docente del dolor en la Universidad CES, el pronóstico de vida de una persona con esta enfermedad depende del cuidado de la familia y los médicos con este tipo de pacientes.

“Todos los niños requieren un cuidado especial, pero estos niños más. Que nunca estén expuestos a temperaturas que puedan ser dañinas, ni al calor ni al frío. Controlar los alimentos, las posturas, vigilar alguna deformación en el cuerpo y a medida que van creciendo, ante cualquier signo de alarma, hacer estudios complementarios para descartar cualquier anomalía en el cuerpo”.

Existen casos de insensibilidad congénita en menores de tres años que al no manifestar dolor en su etapa de desarrollo, crecen con deformidades severas debido al desconocimiento del trastorno y por ende a la falta de tratamiento.

Entre las variantes de esta patología están las alteraciones autonómicas, como la falta de sudoración y las alteraciones a nivel vascular, conocidas como disautonomía, un trastorno del sistema nervioso que puede desencadenar en un sinnúmero de enfermedades.

No hay tratamiento

Hoy en día la medicina no cuenta con un tratamiento médico o una cirugía para que el paciente sienta dolor como cualquier otra persona, el único mecanismo de prevención es la educación de los padres y médicos para estar pendientes ante cualquier signo de alarma.

No obstante, el médico especialista en esta clase de enfermedad aseguró que sí se pueden tratar las alteraciones musculares, articulares o inflamatorias para paliar los trastornos sufridos por dicha afectación.

¿Cómo detectarla a tiempo?

No necesariamente el dolor es el único mecanismo de detección para la insensibilidad congénita al dolor, las pruebas genéticas pueden ser una solución, aunque no son necesarias.

“Si es un niño que no llora como lo hace cualquier otro o no responde a algún estímulo o roce tan simple como las cosquillas, son indicios para sospechar que puede haber alguna alteración en la sensibilidad”, concluyó el especialista.

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