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Los dolorosos relatos de “los canjeables” ante la JEP

Ocho víctimas de este delito dieron su testimonio ante la JEP en el caso 001 contra los jefes de las Farc.

  • Los militares y civiles que estuvieron en poder de las Farc fueron encandenados para evitar que se volaran. Denunciaron torturas sicológicas y físicas en el cautiverio. Campos de detención de policías y militares en Meta, sur del país. FOTO colprensa
    Los militares y civiles que estuvieron en poder de las Farc fueron encandenados para evitar que se volaran. Denunciaron torturas sicológicas y físicas en el cautiverio. Campos de detención de policías y militares en Meta, sur del país. FOTO colprensa
El drama del secuestro, un dolor que no curó
30 de octubre de 2018
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A los secuestrados políticos en Colombia las Farc les quitaron todo. Fueron privados de la libertad y alejados de sus familias por cinco, seis, siete y hasta doce años. Todos sus derechos les fueron vulnerados.

Los relatos ante la JEP de los que por años fueron denominados como “los canjeables”, fueron dolorosos en extremo. Por primera vez eran escuchados por un órgano judicial. En medio de lágrimas contaron los horrores vividos en la selva.

Narraron cómo uno a uno de sus derechos fueron pisoteados por los comandantes guerrilleros y por los rasos que seguían sus instrucciones. Todos coincidieron que lo único que no lograron arrancarles fue la dignidad, lo que les permitió, en su mayoría, salir con vida (ver La Máxima).

La toma de rehenes está prohibida por el Derecho Internacional Humanitario (DIH). Sin embargo, el Protocolo II adicional a los Convenios de Ginebra de 1949, relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter internacional, y el III Convenio, relativo al trato debido a los prisioneros de guerra, establecen condiciones mínimas de cautiverio.

Ninguna fue respetada. EL COLOMBIANO estudió los testimonios a la luz del DIH y son evidentes las violaciones.

1. En toda circunstancia serán tratados humanamente y recibirán, en toda la medida de lo posible y en el plazo más breve, los cuidados médicos que exija su estado.

Los problemas de salud fueron tal vez los más complejos. La indefensión que genera la enfermedad llevó a los secuestrados a suplicar, incluso de rodillas, por el socorro médico, que cuando llegó lo hizo tarde.

“A mí me dio un infarto. Estuve tirado en el suelo 15 días hasta que el famoso comandante ‘Gafas’ me agarró a puntapiés a caminar, sin ningún tipo de asistencia. Lo único que recuerdo fue una aspirina que me la dio uno de los norteamericanos”, dijo ante los magistrados Luis Eladio Pérez, senador liberal secuestrado entre el 10 de junio de 2001 y el 28 de febrero de 2008.

Al representante a la Cámara liberal, Orlando Beltrán, lo secuestraron el 28 de agosto de 2001. Sufrió varias enfermedades tropicales entre ellas paludismo: “Ese criminal de alias ‘Sombra’ me mandó a decir que si seguía convulsionando me iba a encadenar a un árbol. Quedé con una lesión en el 50 % en mis extremidades... siete años sin poder recurrir a un médico”.

A la excandidata presidencial Ingrid Betancourt, quien estuvo retenida 2.391 días, le dio malaria después que a varios de sus compañeros, por lo que tenía la certeza de que las Farc tenían el medicamento que aliviaba el dolor y los escalofríos que sentía durante toda la noche. “Le pedía de rodillas al enfermero que me trajera las pastillas antes de las seis de la tarde que empezaban las convulsiones. Esperaron una semana para darme el medicamento”.

2. Recibirán, en la misma medida que la población local, alimentos y agua potable y disfrutarán garantías de salubridad e higiene y protección contra los rigores del clima.

Pérez, por mucho tiempo, no tuvo siquiera una cuchara para comer, lo hacía con los dedos, porque los comandantes guerrilleros decían que esos utensilios podían ser usados para escapar. Para lavarse los dientes usaba carbón o las cenizas de las hogueras. Tampoco le daban cepillo ni crema dental. “Cuando se escapó Jhon Frank Pinchao, el castigo fue que nos quitaron el papel higiénico. Usted recurre a las hojas que están ahí cerca, porque está encadenado y tiene un espacio de tres metros para moverse. Acababa las hojas y, después, con la manito”.

Por su parte, Óscar Tulio Lizcano, representante del partido Conservador secuestrado entre el 5 de agosto de 2000 y el 26 de octubre de 2008, tenía que pedir permiso hasta para ir a la letrina: “‘guarda, permiso para orinar’, él tenía que decirle al comandante, pero cuando venía la orden, ya me había orinado en los pantalones”.

El general Luis Mendieta, el Policía de más alto rango, secuestrado en la toma de Mitú, el primero de noviembre de 1998, narró: “Estar allí encadenado, con diarrea, y que no me permitieran salir. Muchas veces amanecí como los niños: cagado, orinado, por estos problemas médicos que tuve y ante la total indiferencia de atención médica por parte de las Farc”.

3. Las mujeres estarán custodiadas en locales distintos de los destinados a los hombres y se hallarán bajo la vigilancia inmediata de mujeres.

“A nosotros nos mantuvieron encadenados a un árbol durante muchos años o con otros compañeros. Yo era la única mujer y al compañero le tocaba ir conmigo a los chotos (baños)”, recordó Betancourt. “Había cadenas livianas para quienes querían premiar, y unas muy pesadas, una especialmente pesada para mí. Había un guerrillero que me apretaba tanto la cadena que yo no podía pasar saliva”, recordó en medio de lágrimas.

4. Serán autorizados para enviar y recibir cartas y tarjetas postales para mantenerse en contacto con sus familias.

El contacto con el exterior era mínimo, pocas veces fueron autorizadas las pruebas de supervivencia y videos que casi siempre fueron manipulados. Sin embargo, ciertas horas del día se convertían en un descanso para el alma, cuando a través de la radio, en los programas Las voces del secuestro y Noches de libertad, escuchaban a sus seres queridos contando cómo vivían.

“Yo a mi hijo lo oí crecer por radio. Él tenía siete años y medio cuando me cogieron y 15 cuando me liberaron. Pero siempre me lo imaginé como lo había dejado. Nunca logré imaginarlo a pesar del esfuerzo de Claudia (esposa) por describirlo”, lamentó Alan Jara, exgobernador del Meta secuestrado del 15 de julio de 2001 al 3 de febrero de 2009.

Relató, además, que en el 2009 los guerrilleros le dijeron que su hijo había muerto en un accidente de tránsito. “Supe hasta el día que me liberaron que él estaba vivo”.

González aseguró: “un día nos quitaron los radios y duramos casi un año sin saber nada del mundo”. Ese era un lamento frecuente de quienes vivieron el secuestro. Los comandantes retiraban los radios de las jaulas donde los retenían como una forma de manipulación, para que no se enteraran de lo que ocurría en el país. También para castigarlos y arrancarles la felicidad que les producía oír a sus seres queridos.

5. Los lugares de internamiento y detención no deberán situarse en la proximidad de la zona de combate.

Los “canjeables” estaban en los mismos lugares donde la guerrilla tenía sus campamentos y, cuando la zona de distensión de San Vicente del Caguán terminó, sus vidas empezaron a correr más peligro, porque no solo podían morir a manos de las Farc. También podían ocurrir bombardeos de la Fuerza Pública, o en un intento de liberación como le ocurrió a Guillermo Gaviria, Gilberto Echeverri y ocho militares, en 2003, en Urrao (Antioquia).

Consuelo González recordó que los bombardeos sobre su cabeza eran constantes, y Sigifredo López, el único sobreviviente de los once diputados del Valle secuestrados en 2002, aseveró que “dormíamos tirados en un pantano. Si el Ejército nos perseguía, dormíamos sentados: éramos un trofeo de guerra”.

6. Las mujeres deben ser tratadas con todas las consideraciones debidas a su sexo.

“Tenerse que bañar en un caño infestado de pirañas cuando uno tiene el periodo era un mal menor frente a la humillación de saber que llegaba el guerrillero a distribuir lo del aseo y me decía que no había toallas higiénicas y me daban menos papel, terminaba por desbaratar la ropa que me daban para poder usarla”, es el desgarrador relato de Íngrid Betancourt, para quien las Farc eran una guerrilla machista y misógina.

Opinión que compartió González, quien aclaró que le hicieron exigencias, a punta de fusil, para que respondiera durante las marchas en la selva como todos los hombres. “Ellos no tienen en su imaginario el respeto a la dignidad en ningún ser humano y menos en una mujer”.

7. Los prisioneros de guerra dispondrán de refugios contra los bombardeos aéreos.

A pesar de no cumplir con la figura de Prisionero de Guerra, Jara dijo que en una oportunidad fueron bombardeados por la aviación del Ejército. “Ese miedo permanente a morir, a ser asesinado, o a caer en un bombardeo, hacía extremadamente inhumano vivir”.

El entonces coronel Luis Herlindo Mendieta, hoy general retirado, recordó que les apuntaban con fusiles y amagaban a dispararles, les mostraban granadas y simulaban lanzarlas a los secuestrados.

8. Las condiciones de alojamiento de los prisioneros de guerra serán tan favorables como las del alojamiento de las tropas.

Nunca hubo una cama. Todos los exsecuestrados contaron que dormían en condiciones infrahumanas, en plásticos, en medio de la selva, donde las raíces no permiten acomodar el cuerpo o, como lo dijo Betancourt, sobre nidos de garrapatas.

“Yo estuve en doce jaulas distintas y una de ellas era tan pequeña que no cabíamos los 34 que estábamos. Ante las dificultades, mi distracción fue contar las tablas y dividirlas por el número de secuestrados; a cada secuestrado nos tocaba de a una tabla y media. Cada tabla tenía 20 centímetros”, contó Jara.

9. La ración diaria básica será suficiente en cantidad, calidad y variedad para mantener a los prisioneros en buen estado de salud e impedir pérdidas de peso o deficiencias nutritivas.

“Tuvimos hambre. La comida siempre fue arroz y cuando teníamos suerte era lenteja o pasta. Nos daban cancharinas, que era harina frita, en la mañana. Estábamos conformes con eso, pero la maldad se da. Por ejemplo, cuando estoy haciendo fila para que me den mi ración en la mañana y el guarda bota la comida al piso y me dice, ‘ya no queda nada’, o cuando escupían en mi olla”, contó Betancourt, quien también recordó cómo hubo momentos en los que les servían una cabeza de cerdo podrida, llena de moscas y gusanos.

Del hambre, que hace desfallecer, también habló González: “Aguantábamos mucha hambre, ellos lo sabían. Cuando estábamos los 10 civiles fue tal el desespero que nos organizamos y con pedazos de papel que teníamos hicimos letreros en la jaula y gritábamos ‘tenemos hambre’. El hambre nos hizo perderles el miedo”.

El clamor por la justicia

Uno a uno los derechos de los secuestrados fueron violados y el DIH infringido, sin más testigos que los guerrilleros que provocaban las más grandes humillaciones y ellos mismos, quienes las padecían.

Ante la JEP, pidieron justicia, verdad y que les expliquen por qué los eligieron a ellos para pasar por esos horrores, si hubo terceros determinadores de sus retenciones y que los reparen económicamente, aunque no haya dinero en el mundo que pague las infamias vividas en cautiverio.

Infográfico
39.058
víctimas de secuestro registró el Centro Nacional de Memoria Histórica, entre 1970 y 2010

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