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Francisco mira atentamente cómo el equipo periodístico de una cadena de televisión chilena transmitía para ese país el amanecer de la ciudad amurallada.
La periodista vestida de blanco, bajo un sol canicular y con accesorios para suavizar la luz, decía frente a una cámara: “El pueblo colombiano se enrumbó hacia la paz”.
Francisco le dijo a su compañero, otro vendedor ambulante, “qué emoción, este es un paso muy importante para el país” y se enfrascaron en una conversación de lo que podría ocurrirle a Colombia si la guerrilla de las Farc y el Gobierno cumplieran con el acuerdo.
El vendedor sentado a la sombra de uno de los kioscos de las murallas le contó a EL COLOMBIANO cómo vivió el día de ayer: “Aquí a la ciudad vieja no podía entrar nadie, así que ninguno de los vendedores nos acercamos por estos lados, mejor dicho fue un día de descanso. Yo sí vi el evento por televisión, no todo completo, pero sí escuché al presidente Santos y claro que me pareció bien. Usted se imagina lo que pasa si dejamos de matarnos?”
Cómo Francisco, los miles de vendedores ambulantes que no se vieron en la ciudad durante dos días volvieron a sus sitios de trabajo. Ahora por las calles hombres y mujeres ofrecen sombreros, gafas, y artesanías por todas las calles de la Heroica.
En el Centro de Convenciones Julio Cesar Turbay, escenario de la firma del acuerdo ayer entre el presidente Juan Manuel Santos y “Timochenko”, las labores logísticas para desmontar el escenario avanzan a buen ritmo, varios jóvenes embalan los muebles en los que estuvieron sentados los jefes de Estado y desmontan la tarima principal y las luces.
El flujo vehicular es normal, se volvieron a escuchar los ensordecedores pitos habituales en Cartagena de Indias.