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En Colombia, el tratamiento político, social y punitivo ha sido históricamente distinto para la marihuana y la cocaína.
Es esta última sustancia, y no la primera, la que ha generado más violencia en el país, de la mano de los grandes carteles del narcotráfico, las guerrillas y las bandas criminales.
La razón, como consta en los registros de la DEA, es que la hoja de coca solo crece en una parte del área andina (Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador) y nuestra nación produce el 60% de ese estupefaciente, liderando el tráfico mundial.
En contraposición, respecto al mercado de la marihuana, la participación de las organizaciones colombianas no es tan significativa. En Norteamérica ese alucinógeno es fácil de conseguir y es el más consumido. De hecho, en varios estados de EE. UU. se ha legalizado su consumo con fines medicinales y recreativos.
El senador Juan Manuel Galán lidera en Colombia un proyecto de ley para normatizar el uso de la planta con fines medicinales, el cual ya pasó tres debates en el Congreso y le falta uno más.
El político, quien participó en uno de los foros anexos a la Ungass, propuso “crear una red interparlamentaria sobre política antidrogas de varios países”, lo que permitiría “mirar lecciones aprendidas y compartir las iniciativas que cada país ha desarrollado”.
Según Galán, la idea tuvo buena acogida entre congresistas de la región, pero “lo ideal es involucrar también a por lo menos uno del partido Republicano y otro del Demócrata”, ambos de EE.UU.
Para Ariel Ávila, subdirector de la fundación Paz y Reconciliación, es probable que el debate sobre el cannabis produzca resultados en el corto plazo, de cara a cambiar la prohibición por la regulación; con la coca, los cambios podrían tardar otras dos décadas.
En su opinión, hay tres motivos: 1). “El mundo no está preparado para aceptar que perdió la guerra contra la cocaína, se ha invertido muchísimo dinero y es difícil desmontar las políticas de seguridad que varios países diseñaron basados en esa guerra”; 2). “En nuestra sociedad hay un bloque moral fuerte, que considera que los efectos de la cocaína son más dañinos para las personas y la sociedad que los de la marihuana”; 3). “La discusión sobre la coca ha avanzado poco, mientras que con la marihuana ya hay diversos estudios sobre sus propiedades medicinales y esto ya se llevó al Congreso”.
Para Galán, las prohibiciones sobre la coca han dificultado su estudio científico, pero considera que las puertas que se están abriendo con el cannabis servirán para tratar más adelante lo relativo a la hoja de coca en su estado natural.