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Martín Buber (1878-1965), citando al filósofo Malebranche (1638-1715), escribió: ‘Entre todas las ciencias humanas la del hombre es la más digna de él. Y, sin embargo, no es tal ciencia, entre todas las que poseemos, ni la más cultivada ni la más desarrollada. La mayoría de los hombres la descuidan por completo y aun entre aquellos que se dan a las ciencias, muy pocos hay que se dediquen a ella, y menos todavía quienes la cultiven con éxito”.
Ningún instrumento es bueno si desconozco qué es y para qué sirve. Para mi asombro, eso pasa conmigo. Si no sé quién soy, de dónde vengo, qué camino recorro y a dónde me encamino, vivo desubicado por carecer de identidad.
El conocimiento y cultivo de mí mismo es el secreto de mi felicidad. Como hombre del siglo XXI me urge recorrer el camino de mí mismo en mi doble geografía, interior y exterior.
Saco tiempo cada día para entrar en mi interioridad, admirarme de mí mismo, descubrir mis talentos y cultivarlos con esmero, y así ser digno colaborador del Creador en su obra creadora.
Conocerme y amarme a mí mismo es mi tarea de todos los días. Quiero vivir la asombrosa metamorfosis de estar siendo otro siendo el mismo.
Alguien me ha sorprendido pidiéndome un favor, y lo ha hecho con insistencia para no dejar dudas ni en él al hacerme esa petición ni en mí al aceptarla.
‘Trátate con cariño’ es el favor que me pide. Petición que me resulta tan sorprendente como familiar y placentera.
Me siento muy bien cuando me tratan con cariño. Cariño es inclinación de amor o buen afecto que se siente hacia alguien o algo, dice el diccionario. Cariño significa tener un corazón cálido, acogedor.
Me trato con cariño cuando me dedico tiempo, entro en mi interioridad, descubro mis sentimientos, los ordeno, digo adiós a los que me hacen daño, como la rabia, el resentimiento o la amargura; y cultivo con esmero el amor a mí mismo, a los demás, al cosmos y a Dios, con sus manifestaciones de alegría, confianza, fortaleza, entusiasmo y generosidad.
Tratarme con cariño es decisión mía que nadie me puede quitar aunque me mate. Me lo demuestro cultivándome y dándome un buen trato con todas las ocurrencias de mi fantasía.
Ciencia maravillosa la de conocerme, por lo cual me apropio el asombroso lema de los esenios: “No hacer nada que pueda enturbiar el resplandor del sol”.