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Alicia, 150 años en el País de las Maravillas

Contada verbalmente por primera vez en 1862, Alicia en el País de las Maravillas vio la luz editorial en 1865.

  • Lewis Carroll, 1832-1892.
    Lewis Carroll, 1832-1892.
Alicia, 150 años en el País de las Maravillas
03 de mayo de 2015
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Surcando la tarde dorada/ nos lleva, ociosos, el agua/ pues son bracitos menudos/ los que empuñan los remos/ pretendiendo en vano con sus manecitas/ guiar nuestro curso errante.

Ya es cuento viejo, aunque no tanto como Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, que Lewis Carroll escribió esta obra para una niña real, si por reales podemos tener a las personas de carne y hueso, una Alicia que anduvo por las calles, bostezaba y comía golosinas y se peinaba el cabello.

¡Ah! ¡Qué crueles las tres!/ Sin reparar en el bálsamo de aquel día/ ni en el ensueño de aquella hora/ ¡exigen un cuento de una voz sin aliento/ que ni una pluma puede soplar!/ Pero, ¿qué podría voz tan débil/ contra el porfiar de esas tres?

Y es cuento viejo, digo, porque el mismo escritor reveló en estos versos, el poema que decidió poner al inicio del relato, cómo fue fluyendo el río del cuento. Y él se fue dejando llevar también por la corriente de sus palabras, “más por tener que decir algo que por tener algo que contar”, como lo explica Jaime de Ojeda, el traductor y prologuista de la edición de Alianza.

Una Alicia (Alice) Liddell que si no hubiera respirado un día y llorado también, ¿acaso hubiera sido menos real, desde que su autor la creó, no sé si a su imagen y semejanza?

El escritor Óscar González Hernández, profesor de la Universidad de Medellín, indica que Alicia es “el libro maravilloso de la inversión de la perspectiva y de la transformación de la realidad desde la visión excitada o irritada”.

Él cree que Carroll no puede acceder ni debe hacerlo (¿o no quiere hacerlo?), al País de las Maravillas y entonces se inventa a Alicia, para ello.

Dicen los biógrafos que este autor —Lewis Caroll es el seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson— tenía dificultades para entenderse con personas mayores. Le era más fluida la relación con los niños y en especial con las niñas. Cuando alguien de su grupo llegaba a los doce años, le parecía que ya no podría hablarle más de cosas interesantes, sino de esas cosas de las que hablan los mayores cuando se encuentran por ahí, el clima, por ejemplo.

Prima, imperiosa, fulmina su edicto:/ ‘¡que empiece el cuento!’/ Secunda, con tono más amable, desea/ ‘que no sean tonterías’./ Mientras que Tercia interrumpe el cuento/ no más de una vez por minuto”.

Los de la BBC de Londres hablaron con Vanessa Tait, biznieta de Alice Liddell. Ella reconoció a la cadena británica que su familia conocía esta historia de amor, “pero (Dodgson) era tan reprimido que nunca traspasó la línea”. Tait, sin embargo, continúan diciendo los de la BBC, no sabía de la existencia de una fotografía que encontró la cadena mientras trabajaba en el documental: un desnudo de la hermana mayor de Alice, la adolescente Lorina, atribuida presuntamente a Carroll.

Reina tirana

Más ocupado por el libro que por él, aunque ambas cosas se confundan por momentos en la vida y en su comentario, González Hernández advierte: “Alicia escribía su libro y Carroll insaciable la mira, la poseía, la sometía a su mundo, la contradecía, la trataba como él quería, pero sin destruirla; le proponía lo absurdo y ella se sometía y se reía de Carroll; le indicaba lo extraño y ella se hacia la extraña de sí misma; le exhibía desnudamente lo insólito y ella se iniciaba entonces en el conocimiento de lo insólito; le decía de la necesidad del humor, sin decirlo, y ella se movía inmediatamente sobre ese nuevo mundo que se instalaba allí, como un nuevo teatro”.

Impuesto, al fin, el silencio/, la imaginación las lleva/ en pos de esa niña soñada/ por un nuevo mundo de raras maravillas/ en el que los pájaros y las bestias recobran el habla/ ¡y casi creen estar allí de veras”.

Pero, ¿qué es lo que hace de Alicia, el libro más célebre de la literatura infantil? ¿Cuál es el secreto de Carroll para seducir a los niños de todos los tiempos? Incluso para marcar la creación de algunos iluminados como Michel Ende, en literatura, o a Disney, en la industria del espectáculo y a Burton en el cine? Sin mencionar que el primer tocado con la magia de Carroll, aparte de las niñas Liddell, fue el ilustrador de la primera edición, John Tenniel.

¿Será el desparpajo, la naturalidad con la que presenta lo absurdo, lo imposible, como las alocadas carreras de Conejo de la Suerte, siempre de prisa, como metáfora de lo humano que corre de prisa para llegar a ninguna parte, o las sentencias de muerte de la Reina de Corazones, sin corazón?

Y cada vez que ese desgraciado intentaba,/ agotada ya la fuente de su invención,/ aplazar la narración hasta el siguiente día:/ ‘El resto será para la próxima vez...’/ ‘¡Ya es la próxima vez!’, a coro las tres.

Para Jaime de Ojeda, el secreto está en “el sentido onírico” de la obra, que representa “el sueño de toda una cultura, el libre deambular de mecanismos dispersos de una ideología histórica caracterizada por su autodisciplina y una formidable represión de instintos”. Porque los lectores buscan hondos niveles de significación y relacionan, claro, la obra con la época en la que vivió el autor. Tienen por cierto que en Alicia hay alegorías a la Inglaterra victoriana, conservadora y represiva.

Así fue surgiendo el País de las Maravillas/ poco a poco; y una a una/ el cincelado de sus extrañas peripecias.../ Y ahora que el relato toca a su fin,/ también el timón nos guía de vuelta al hogar;/ alegre tripulación, bajo el sol que se pone.

Para Óscar González Hernández, “Alicia en el País de las Maravillas es excitante por el poder indestructible de su hermosa arbitrariedad. Es un tratado de la economía de los sentidos y economía crítica de la razón, excedidas”.

Y explica que en este relato, no se trata del no sentido, sino del sentido al revés. Las invenciones se insinúan o se hacen realidad, se realizan; las relaciones se transforman de naturaleza invencional a naturaleza real, o lo mismo en lo mismo.

“A mí se me antoja que el mismo Carroll fue dejándose llevar del impulso onírico de su propia obra y que esta le fue dominando a medida que surgía espontáneamente, flotando a bordo de una barca, en una tarde soleada, sobre el Támesis, consciente de que nadie estaba atribuyendo demasiada importancia a los que estaba contando”, arriesga De Ojeda.

Y ahora, la dedicatoria:

¡Alicia! Recibe este cuento infantil/ y deposítalo con mano amable/ allí donde descansan los sueños de la niñez/ entrelazados en mística guirnalda de la Memoria/ como las flores ya marchitas/ ofrenda de un peregrino/ que las recogiera en una lejana tierra.

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