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Pasión + entrega: fórmula Iñárritu

El director prepara su primera obra histórica, tras obtener nueve nominaciones al Oscar por Birdman.

  • En Birdman, un actor famoso por interpretar a un superhéroe icónico, lucha para montar una obra de Broadway. FOTO Cortesía
    En Birdman, un actor famoso por interpretar a un superhéroe icónico, lucha para montar una obra de Broadway. FOTO Cortesía
16 de febrero de 2015
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Los barcos, a veces, albergan historias secretas. El Toluca, un carguero de la compañía Transportación Marítima Mexicana, fue uno de ellos. Anclado en el puerto de Veracruz, enroló en 1980 a un muchacho de 17 años y pelo negrísimo que buscaba poner un océano entre su pasado y su presente.

Pocos meses antes se había escapado de casa con una mujer mayor que él. La fuga terminó en desastre: el padre de la dama amenazó al padre del soñador; ella se sumió en una crisis profunda, y él perdió el hilo, fue expulsado del colegio y, bajo el sol del trópico, acabó embarcado en el Toluca, donde daban comida y transporte a cambio de fregar el suelo y engrasar las máquinas. A bordo del buque, recorrió el curso del Misisipi, descubrió Barcelona y alcanzó la Toscana y Sicilia. Corría 1980 y en Alejandro González Iñárritu se había abierto el hambre de mundo.

Dos años después volvería a embarcarse. Esta vez, arribó a Bilbao, y desde allí, con mil dólares que le había dado su padre, vivió un año a la deriva. Vendimió en La Torre de Esteban Hambrán (Toledo), durante semanas durmió al raso en el parque madrileño del Retiro y, al final, saltó a Marruecos. Sin saberlo, en su interior se había dibujado la geografía de su obra.

Han pasado casi 35 años, el Toluca hace ya mucho que fue desguazado y, a orillas del río Bow, en la gran planicie de la canadiense Calgary el sol parece recién salido del congelador. No es un lugar fácil para un rodaje. La temperatura rondaría los 30 grados bajo cero, si no fuera por el cálido chinook, el único viento capaz de frenar las aterradoras masas de aire ártico. Su aliento agita esta mañana de enero los álamos desnudos, bajo cuya sombra se juega un simulacro de muerte. Sobre la nieve hay sangre demasiado roja para ser sangre, un fantasma indio embadurnado de ceniza al que por las tardes le gusta escuchar la música un poco empalagosa de Herbie Hancock y, sobre todo, un tipo de ojos acuosos y pelo rubio que se parece a Leonardo DiCaprio, actúa (o eso intenta) como él, pero que no es Leonardo DiCaprio.

“A cada paso, esculpo al animal que hay dentro de la piedra”. Alejandro González Iñárritu es quien impone el orden a orillas del helado Bow. Tiene 51 años y sigue embarcado en su viaje interior. Broncíneo y de barbas velazqueñas, su poderosa voz mueve los hilos de la trama. Todo gira a su alrededor. Y no es fácil. Sus pasos conducen con extrema rapidez de un universo a otro. Hoy le ha tocado una masacre en un poblado indio, un diálogo entre dos tramperos de 1823 y una pesadilla con fantasmas y cabezas despellejadas. Tres escenas que forman parte de The Revenant, su próxima película.

Los premios y el éxito

“Soy muy duro, muy militante, muy exigente; se me teme más que se me quiere. La gente sabe que no va a haber tregua, pero logro conectar con ellos, porque no exijo nada de lo que no doy y porque la experiencia crea una catarsis, lleva a un conocimiento profundo de las capacidades de todos nosotros. Cualquiera puede hacer una película, pero lograr una buena es abrir una guerra a muerte, principalmente contigo mismo. Por eso me da miedo cada vez que voy a empezar una, porque no la suelto”.

Pero en esta rutina, hoy es un día distinto. Aunque nadie lo diga en voz alta, por superstición o modestia, todos saben que Birdman, la última película de Iñárritu, ha recibido la noche anterior nueve nominaciones a los Óscar y por los apartados más codiciados: mejor película, director, actor (Michael Keaton), actor y actriz de reparto (Edward Norton y Emma Stone), guion original, fotografía, sonido... La gloria cinematográfica aletea esta mañana entre los álamos helados. No es la primera vez que Iñárritu ve sus películas aclamadas, pero nunca con tanta fuerza.

–¿Cómo vive la expectativa de los premios?

–Lo vivo con distancia, porque, si no, te vuelves loco. En mi carrera me he vuelto un experto en pasar, en un segundo y sin haber hecho nada, de ser un exitoso nominado a un perdedor. No quiero decir que no tenga ninguna importancia, puedo sentir cierta excitación, no nerviosismo; hay encanto, pero no es Santa Claus.

–¿Cómo explica su éxito?

–Aunque Birdman desborda humor, sus personajes se mueven en la amargura. ¿Es usted pesimista, está desencantado?

–La inteligencia puede definirse como la posibilidad de poseer dos ideas opuestas simultáneamente y tener la capacidad de operar. Yo soy dos piernas con una contradicción constante cuyo resultado es mi obra. Me puedo drenar rápidamente y llenar de un vacío existencial. En ese sentido, soy un hombre que observa más las pérdidas que las ganancias, estoy obsesionado con la pérdida, porque me duele perder lo que he tenido.

© Diario El País, SL.

1963
año en que nació el director de Babel, 21 gramos, Amores perros, entre otras películas.

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