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7 y 9
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Jonatan Hernández se para frente a la pared negra. Con un palo de escoba que hace de regla, y una tiza, traza las líneas guías. Esta vez no hay que dibujar ningún rostro. Será un juego de letras y estilos.
Las tizas están en el piso. Hay de varios colores, aunque esta vez utilizará solo las blancas y la amarilla. En la mano, en una página amarilla también, tiene dibujado el boceto en lápiz y lapicero negro. A veces lo mira. Lo demás es de memoria.
Seis rayas en el tablero. El primer trazo es una línea gorda, que logra al rastrillar la tiza contra la pared. Para hacer líneas coge la tiza como si fuera a escribir en un tablero de colegio. Para colorear o hacer líneas gruesas, la tiza la pone horizontal, usando todo su cuerpo al mismo tiempo.
Jonatan es un artista de Envigado, de 33 años. Dibuja desde que estaba pequeño y a los 14 conoció el grafiti. Con los amigos del barrio tenía un grupo de rap, y se encantó desde entonces.
La tiza llegó cuando ya se había graduado de artes plásticas en la Débora Arango, y se hizo profesor. En esos años, para explicarles a los alumnos, dibujaba en el tablero, y ahí empezó a perfeccionar el trabajo.
La tiza, no obstante, es una de sus técnicas. Hace arte urbano, grafiti, trabaja con tinta china, diseña.
Mientras Jonatan dibuja, la novia lo espera en otra silla. Ella conversa y muestra las agendas y los stickers que tienen dibujos hechos por él: hay un pájaro, un perro salchicha, un robot.
Él, conocido en el mundo del arte como Iou, no conversa mientras dibuja. Está concentrado en las letras. Mientras traza rayas, a veces borra con el dedo un pedacito porque se le fue el trazo, que pasa pocas veces, o porque una letra se toca con la otra, por diseño, y hay que hacer diferencias, o sobreescribir.
También repinta o agranda. Hacer es la primera palabra. La hache debe ser más grande, y aunque ya están las cinco letras, vuelve y la mira, y se da cuenta que debe ser una línea más gorda.
Al piso caen los pedazos de la tiza terminada. En el piso está también el polvo que se suelta mientras escribe en la pared. La imagen es la misma que hay en un colegio de tablero de tiza: en el piso, o si el tablero tiene una barra para poner el borrador, se acumula el polvo en varios colores, en una línea de tiza, una montaña pequeña, paralela a la pared.
Jonatan se aleja del tablero, se va incluso en diagonal hasta la puerta, para mirar la perspectiva. Vuelve al dibujo, borra con un trapo mojado una línea completa. La retrasa.
La técnica está de moda, explica que se trajo de Europa, y se usa sobre todo en restaurantes que quieren un dibujo que puedan cambiar cada tanto o para hacer el menú más interesante. Jonathan es capaz de dibujar un roll de sushi con todos los ingredientes, incluyendo los detalles del arroz.
La duración es relativa. Jhony Cañas, del restaurante Devoción, se ríe: dura tanto como los niños quieran aguantarse el no restregar las manos por ahí.
Jonatan sabe que es arte efímero, y le gusta. Irse es parte, cuenta él, de la poesía del arte. Son acciones, es un registro. Eso importa, nada más. Pasa igual que con el arte urbano. Nunca se sabe cuánto va a durar en esa pared, si una hora, si un día, si años completos.
A él le interesa, sobre todo, la posibilidad de expresarse en espacios públicos, de saber que su arte es para cualquier persona, que no es de élite. Está ahí, sin las paredes privadas de una casa.
La última palabra que dibuja es un “que”. El mensaje está completo: “Hacer lo que amas”.
El dibujo lo propuso él. Esta vez fueron letras, pero puede dibujar cualquier cosa. Lo más difícil son rostros. Si es por pedido, escucha qué quiere el dueño de la pared. La propuesta, no obstante, es de él. Su tarea es mirar el espacio, que concuerde con la idea que ya existe en el resto de lugar.
No hay afán. A Jonatan le importa que el mensaje quede bien. Más de una hora está con las tizas y la pared, pintando allí, borrando allá.
Debajo de la bombilla pinta cuatro líneas. Hace otras entre las letras. Dos son las guías, hechas con más fuerza.
Al final hay cuatro tizas menos: una amarilla y tres blancas.