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Lo cantaba por primera vez la compositora mexicana Consuelo Velázquez: “Bésame, bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez...”. Ella escribió esa canción, Bésame Mucho, cuando era muy joven y con la inocencia de una mujer que nunca antes había sido besada.
Su imagen idílica, hecha melodía, fue interpretada por decenas de artistas desde mediados del siglo XX hasta el día de hoy. Empezó su camino con Pedro Infante en México, se deslizó entre la voz elegante de Nat King Cole, se camufló con otro idioma y viajó a Inglaterra para vivir entre los Beatles.
Regresó a Latinoamérica para conquistar corazones a través del bolero con Javier Solís y luego se renovó a finales de los noventa con Luis Miguel. La canción moró brevemente entre los labios de Gustavo Cerati y no hace mucho regresó a su tierra natal para ser interpretada por Zoé y suspirada en los oídos de una nueva generación.
Y eso que este recorrido solo lo hizo esa composición. ¿Cuántas más no han sido compuestas en nombre de los besos a lo largo de la historia de la música? El caso más reciente es el de la cantante chilena Mon Laferte, que escribió El Beso, un sencillo que hará parte de su próxima producción discográfica.
Muchos, por montones
¿Y es que cómo escoger solo un tipo de beso? “Un beso lento, un beso tierno. Un beso violento en el pavimento. Uno en la costilla, uno enredao. Uno despacito, uno arrebatao”, canta ella en una especie de celebración.
Pero su canción, como lo han hecho tantas otras antes, también le dedica un espacio a esos besos que saben ligeramente amargo o a esos que no regresarán.
“Mi canción habla de besos de despedida y siento que esos pueden ser hermosos, tienen mucha poesía. Pueden ser simples”, le contó la artista a EL COLOMBIANO.
La idea ha resonado en otras múltiples ocasiones, con intenciones diferentes. En Kiss, de Prince, a él no le importaba quien se lo diera. En I Kissed a Girl, Katy Perry narró su primer encuentro con otra mujer. George Michael se sentía traicionado cuando le daban un beso en Kissing a Fool, mientras Carlos Vives y Sebastián Yatra lo usaron para apropiarse de un instante fugaz en Robarte un Beso.
El psicólogo Jorge Martija señala que el beso se transforma y cambia. “En la época de los neardentales estaba dirigido a morder. En la actualidad, ha recorrido un camino que va desde el de Judas hasta las diferentes conotaciones culturales, de acuerdo al contexto. ¿Por qué un hombre y una mujer se dan uno en la mejilla y dos hombres no?, por ejemplo. Ese tipo de cosas definen la cultura”.
Por eso un mismo acto ha resultado ser una inspiración para describir situaciones tan diversas y ha motivado canciones dulces, coquetas y agrias. Porque como definió el antropologo Santiago Genovés en 1996 para la Revista de la Universidad de México, “la unión carnal de dos almas. No pueden ser ni tres, ni cualquier otro número”.
Un beso, aunque es un acto tan personal, suena universal. O a qué no ha cantando usted también Bésame mucho.