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Solo hubo un testigo del incendio: el emperador Pedro II, el “Magnánimo”, el segundo y último de Brasil, quien vivió en esa construcción en el siglo XIX y cuya estatua sobrevivió a la tragedia.
En seis horas 200 años de historia de la humanidad se convirtieron en cenizas. Los 13.000 metros cuadrados del Museo Nacional de Brasil, junto con los 20 millones de piezas históricas y arqueológicas, custodiadas por sus muros construidos en el siglo XIX, desaparecieron entre el fuego.
Por eso, las 7:30 p.m. de este domingo, hora local, serán recordadas como un momento negro para la cultura, no solo de Brasil, sino del mundo: en ese recinto reposaban piezas que cuentan la historia de la humanidad. Estaba, por ejemplo, Luzia, una mujer con 11.500 años de antigüedad. Se cree que era el esquelo humano más viejo encontrado en América.
Hay más: el sarcófago de una sacerdotisa del templo de Amón, en Tebas. Tenía más de 2.700 años. Y ya no está. O quedó entre las cenizas que al amanecer pintaron las paredes del museo, usualmente de color crema, de un tono blanco sucio. Todo fue distinto desde anoche: las ventanas se adornaron con marcos grises y el techo desapareció.
En la mañana de ayer, activistas, curiosos y amantes del arte protestaron en la Avenida Pedro II, frente a la estatua del Emperador. Entre rabia y dolor hubo quienes intentaron ingresar a lo que quedó de la edificación y terminaron retenidos por la Policía.
Entre tanto, en los medios de Brasil circulaban dos teorías del motivo de la conflagración: un corto circuito en el cuarto audiovisual o la posibilidad de que un globo hubiese caído sobre la edificación. Las autoridades no han confirmado ninguna versión.
Mientras Lucas Coelho Netto, estudiante carioca de arquitectura, cenaba con sus padres vio las imágenes del incendio en el noticiero. Se preguntó cuándo fue la última vez que lo visitó, quizá cuando estaba más pequeño en compañía de su familia, y sintió vergüenza de que, como él, otros ciudadanos tuvieran en el olvido aquella construcción.
Para Coelho, la cultura nacional es poco valorada y la mirada parece estar siempre en el futuro y el exterior. “En la Copa del Mundo y las Olimpiadas se invirtieron 70.000 millones de reales (unos 51 billones de pesos)”, dice él. Y según las directivas del museo, en 2017 recibieron 240.000 reales (178 millones de pesos), debido a que el Gobierno les recortó gran parte de los 514.000 reales (382 millones de pesos), que esperaban obtener por mantenimiento. Eso ya equivale al 10 % de lo que recibían cinco años atrás.
Por eso el reproche de Coelho: hace cuentas de un gobierno que dejó de invertir en la cultura para hacerlo en el entretenimiento. Como él, otros ciudadanos articularon sus voces de descontento entorno al descuido del recinto. Cecília Reis Santos, experta en espacio público y hábitat, comenta que “era una motivación para atraer turistas e investigadores, pero ahora cambia esta dinámica urbana”.
Y su clamor se suma al de Coelho y al de los manifestantes que aguardaron este lunes entre lágrimas a las afueras del museo porque la tragedia “es un reflejo de una situación en la que no hay inversión ni se valora un edificio como este. La muestra de que no hay acciones para proteger nuestra historia”.
El Museo Nacional de Brasil estaba a cargo de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Su rector, Roberto Leher, responsabilizó al gobierno de lo sucedido debido a la falta de inversión: “Todos sabíamos que el edificio estaba en condiciones vulnerables. Eran necesarias intervenciones sistémicas. No existe ninguna línea de financiación de los ministerios de Educación y Cultura para edificios históricos protegidos por el patrimonio”.
Los funcionarios de la institución alertaron sobre la necesidad de tener más presupuesto para el mantenimiento, llamado que fue ignorado, según se quejaron. Más allá de la cifra de 20 millones de piezas, hasta ahora no hay un consolidado que indique cuánto se perdió en dinero ni si estaban aseguradas o no, ya que se trata de objetos patrimoniales, como arqueológicas egipcias. Es tal la preocupación, que el Ministerio de Exteriores de Egipto pidió a Brasil conocer el estado de estos vestigios y señaló que el incendio “es una gran pérdida de un patrimonio mundial de valor incalculable”.
La Unesco lamentó “la mayor tragedia para la cultura brasileña en los últimos tiempos” y denunció que el incendio “expone la fragilidad de los mecanismos nacionales de preservación de sus bienes culturales”. Además, ofreció ayudar en la reconstrucción.
El presidente de Brasil, Michel Temer, anunció una red de apoyo económico entre el sector público y privado para este fin, a la que ya se unieron el Banco de Brasil, la Caixa Económica Federal, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y la petrolera Petrobras. Sin embargo, aún no está claro qué pasará con con los funcionarios.