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El día que María Clara Ospina vio la carátula de su primera novela, brincó, literalmente. Estaba fascinada con el hecho de que El sembrador de mariposas, como se llama el libro, llevara esa carátula con el torso de una mujer desnuda y una mariposa en el hombro.
Dos años y medio se demoró escribiendo, y un año en edición, corrección y esas cosas que tienen los libros antes de ser publicados. Ella, que ya tenía dos sobre política y cuatro de poesía, quería desde hace tiempo escribir una novela.
La empezó a pensar cuando conoció la casa del pintor Jenaro Mejía en La Candelaria, en Bogotá. Luego afinó los detalles: se le ocurrió que debía incluir viajes, a ella que tanto le encanta viajar, y temas y lugares que la emocionaran como el Hay Festival, la Candelaria, Petra, las mariposas.
“Quería que el protagonista fuera un joven que estuviera enamorado de las mariposas y quisiera crear un mariposario”, dice ella.
Entonces todo se fue uniendo: Tomás sale de Colombia a México para ir a ver con su prima hermana la gran migración de mariposas monarca a un lugar al que llegan mil millones durante octubre y hasta enero. “Eso es espectacular. Caminas sobre mariposas (los machos se mueren después de aparearse) y el cielo es como un dechado de ellas”.
El joven también se va a Jordania a seguir un viejo amor y en el primer párrafo de la novela está la literatura: “’Terapia de Grupo para Insomnes” anuncia un cartel colocado discretamente en un rincón del patio. Me causa una sonrisa su significado en este lugar, en este día, el último del Hay Festival en Cartagena”.
Ella buscaba una novela al estilo antiguo, nada de apologías del mal. Ahí hay amor, viajes, sentimientos, poesía, muchas mariposas. Lo demás está en las 295 páginas que siguen.
María Clara conversará esta tarde, a las 6:30, en la Fiesta del Libro, sobre El sembrador de mariposas. Salón Humboldt del Jardín Botánico. La acompaña la periodista Ana Cristina Navarro.