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En parte, se debe a nuestro cerebro. Hace medio siglo se alimenta la leyenda urbana que asegura que Paul McCartney murió en un accidente de tránsito en 1966 y fue sustituido por un doble.
En 2015 el periódico mexicano Excelsior volvió a avivar esta teoría conspirativa con el argumento de que lo decía Wikileaks, la organización de Julian Assange. “Un documento secreto de la policía británica, Scotland Yard confirma la muerte del beatle Paul McCartney. Se trata de un acta de defunción fechada el 9 de noviembre de 1966, donde el notario Edward Wallance y el jefe de policía de la época, Jills Templeton, dan fe del trágico acontecimiento. Se detalla que la muerte es debida a un accidente de coche en el que McCartney es arrollado por un camión en el cruce entre las calles de Abbey Road y Belsize Road, en el norte de Londres”.
Al otro día de la publicación de la exclusiva, Wikileaks salió a desmentirla en su cuenta de Twitter: “Hay una historia muy popular circulando que afirma que publicamos documentos que demuestran que Paul McCartney murió en 1966. No lo hicimos”.
El supuesto cable de Wikileaks recogería las primeras declaraciones de John Lennon a la BBC horas después del accidente (esta información también se repite en varios videos de Youtube): “Lennon lamenta profundamente la muerte de su compañero de grupo y amigo al mismo tiempo anuncia que The Beatles seguirán con su carrera discográfica a pesar de que tendrán que replantearse el seguir dando conciertos. Estas declaraciones fueron archivadas en la cadena por orden del manager de la banda Brian Epstein”. Otra fuente citada por el artículo es el portal web especializado Music News Television, quienes también tuvieron que salir a aclarar que el diario hizo eco de una noticia que publicaron el Día de los Inocentes hace tres años.
Según el diario El País de España, “el rumor comenzó el 12 de octubre de 1966, cuando un estudiante de la universidad de Michigan que se identificó como Tom anunció en la radio local la muerte del artista. No solo dio la noticia, además le sugirió al DJ que reprodujera la canción Revolution 9 al revés. El presentador creyó entender: “Turn me on, dead man”. (Excítame, hombre muerto). Dos días después, el suceso saltaba a la prensa local. No hizo falta internet, la leyenda comenzaba a difundirse través de los medios tradicionales”.
El mismo McCartney desmintió la noticia de su muerte; y en aquella época, John Lennon también salió al paso diciendo que era imposible que el músico pudiera hacer algo sin que el resto del mundo se enterara.
Así que, lo más probable, es que el exbeatle que viene a Medellín sí sea el original. Pero si aún está seguro de que los fanáticos del rock han sido engañados, la ciencia le explica por qué nada lo convencerá de lo contrario.
Teorías conspirativas
Gracias a Internet y a las redes sociales las teorías de la conspiración han ampliado sus seguidores. Según un reciente artículo de la revista Mente y Cerebro, la teoría de la conspiración consiste en la interpretación de un acontecimiento, contraria a la explicación vigente. Sus defensores atribuyen a personas con poder la intención de dañar a la sociedad mediante estrategias secretas.
Así que los científicos se preguntan cómo la creencia en verdades ocultas se inserta en la estructura de la personalidad y de nuestra mente. “En 2013, junto con investigadores británicos y alemanes, descubrimos que las personas que aceptan o por el contrario rechazan este tipo de explicaciones se diferencian entre sí (...) Al parecer la tendencia a creer en estas fabulaciones se halla anclada a la mentalidad”, aseguran Roland Imhoff, profesor de psicología social de la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia y Pia Lamberty, colaboradora científica de la cátedra de Imhoff que investiga la conexión entre los pensamientos conspirativos, la confianza y la pérdida de control.
Numerosas teorías de la conspiración se construyen de manera estrafalaria, tal vez de allí parta su popularidad. Y el poder que se atribuye al supuesto conspirador desempeña una notable función. En uno de los experimentos que cita Mente y Cerebro: “En otra de nuestras pruebas pedimos a los sujetos que leyeran una información sobre un medicamento novedoso creado a partir de una planta medicinal. En unos casos, el fabricante del producto era una empresa farmacéutica; en otros, una asociación de pacientes. El resultado mostró que los participantes con una marcada mentalidad conspirativa guardaban una postura más crítica ante el fármaco ficticio si este dependía de la empresa farmacéutica”