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De su época figurativa quedan recuerdos: cuando pintaba bodegones y paisajes sentía un vacío en lo que hacía. “Parecía que pintaba para vender”. Como artista, dice Julio Monsalve, creía que debía apartarse y entrar a un estilo que llevara sus emociones al límite. Halló el arte abstracto: “Es como pintar el pensamiento, esa inconciencia que se plasma”.
La obra de este pintor y grabador antioqueño está llena de chorreados, colores, paletas, líneas y contornos que recuerdan la época del expresionismo abstracto.
Prefiere trabajar en las noches, si bien técnicamente piensa que no hay hora fija. Desde su taller en Carmen de Viboral dice preocuparse por lo que siente y lo que dicta su conciencia y estado de ánimo.
Algo de esto se va a encontrar en su exposición Espacio habitado, abierta en la Alianza Francesa de Medellín. Su más reciente serie, del mismo título, está conformada por 12 óleos y acrílicos en mediano y gran formato. Según el artista, son espacios habitados porque siempre el ser humano ha habitado un lugar: “Tenemos la necesidad de ocupar algo, incluso esta sala”, comenta.
Se refiere al lugar de exposición, en el que hay un hilo conductor: “El negro predomina en los tonos, que hace las veces de la tinta cuando se escribe”.
Escribió hace unos años en EL COLOMBIANO el crítico Luis Fernando Valencia: “Lo que logra Julio Monsalve es un cuerpo plástico indeterminado y vacilante, que tiene su virtud precisamente en estos aspectos que para otros trabajos serían defectos”.
Además de las pinturas, la exhibición está compuesta por 50 caballos rústicos, esculturas elaboradas en madera pintada, que pertenecen a la serie Yo siento un animal. Como sucede en sus lienzos, los caballos están rodeados de pinceladas de colores.
“Me gustaba el caballo de madera, tan importante como con el que jugábamos de niños”, dice. Para el artista estos animales son la representación del ser humano: “Aunque seamos distintos, todos somos lo mismo: representa para mí esa igualdad de sentimientos. Es como tener una democracia”.
El grito
Monsalve recuerda como un grito tener que hacer el salto de trabajar pintura figurativa y pasar a lo abstracto. Sabía que tenía que empezar de cero, pero le alegraba pensar que con esto alcanzaría un grado más profundo de conciencia. “El abstraccionismo te hace expresar todos los sentimientos que uno tiene”, comenta.