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Casi en todas las ocasiones en las cuales los escritores y poetas escriben sobre el dinero es para desdeñarlo.
Y pensar que con todo y sus dardos envenenados contra la plata, esa por la cual la gente se mata, como dice el tango aquel, algunos de ellos terminan con su cara puesta en un billete o en una moneda. Manoseados en el mercado, arrumados en los bancos, arrugados en los bolsillos.
Luminosos versos y afiladas frases emiten unos y otros para referirse a esa herramienta que han encontrado los pueblos, desde el neolítico, para pagar las cosas.
Tal vez uno de los más directos sea Giovanny Papini, el italiano que pasó de un ateísmo cerrado a un más cerrado catolicismo: lo llamó el “estiércol del demonio”.
“El dinero ha aniquilado más almas que el hierro cuerpos”, dijo Scott Fitzgerald, el norteamericano de El gran Gatsby. “Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero”, dejó dicho Voltaire. “No estimes el dinero en más ni en menos de lo que vale, porque es un buen siervo y un mal amo”, es la perla que soltó Alejandro Dumas, hijo.
Ahora, cuando el Congreso de la República aprobó una ley que ordena que en un lapso de 12 meses debe aparecer un billete —tal vez el de 100.000 pesos— con la imagen de Gabriel García Márquez, para continuar en la onda de los homenajes a este escritor fallecido el 17 de abril pasado, recordamos, como seguramente lo harán muchos, la frase del cataquero:
“El día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo”.
Esta irónica sentencia de Gabo también sirve para advertir que el billetico no lo olerán con frecuencia muchas personas en este país, donde, según cifras del Gobierno Nacional, casi 15 millones viven “bajo la línea de pobreza”, y esa línea, es fácil adivinarlo, será la talanquera que les impedirá alcanzarlo.
El futuro billete de Gabo no será el primero que acoja la figura de un escritor.
Recordemos que, actualmente, tenemos en circulación el de 5.000 pesos, con la imagen de José Asunción Silva, diseño del artista Juan Cárdenas, y el de 50.000 con la de Jorge Isaacs, obra artística de Óscar Muñoz, única en la cual un billete colombiano debe observarse en sentido vertical, no horizontal.
Los billetes son objetos que destacan, no solo a un personaje que da brillo a un pueblo, sino elementos de su obra o de su vida, por medio de piezas de arte encargadas a artistas reconocidos. Por eso, el Silva del billete viene también con su Nocturno y aspectos de la Bogotá en que transcurrió su vida.
Y Jorge Isaacs, en su rectángulo de papel, con su María y la finca El Paraíso.
“Considero que es importantísimo que acuñen un billete con la imagen del literato y de otros personajes muy importantes de nuestra vida nacional, como la Santa Laura —explica Marta Lucía Villafañe, la directora del Museo Juan del Corral, de Santa Fe de Antioquia.
En escuelas y demás sitios de formación de niños y jóvenes —continúa expresando sus ideas la directora del Juan del Corral—, deben impulsar el reconocimientos de esos ciudadanos ilustres.
“Hemos dejado atrás una posmodernidad deconstructiva, que no rendía homenaje a nadie y parecía querer borrar la memoria. Por fortuna, ahora estamos viviendo una posmodernidad que construye nuevamente y valora a personas que han dejado su aporte”.
Y en cuanto a los elementos que acompañen la imagen de Gabo en el billete, Marta Lucía indica que un grupo de expertos en la vida y la obra del creador de Macondo deben indicarle al artista encargado de tal representación, cuáles son los símbolos que deben quedar incluidos en la pequeña obra de arte.
Es propio de los pueblos destacar sus próceres, líderes y, como en este caso, creadores en sus monedas.
En España, por ejemplo, cuando circulaba la peseta, Benito Pérez Galdós, Ramón del Valle Inclán, Rosalía de Castro pasaban de mano en mano.
Y más atrás en el tiempo, la graciosa imagen de Quevedo, sí, el mismo Francisco de Quevedo, el del Siglo de Oro, iba de bolsillo en bolsillo. De él, por cierto, sobrevive con buena salud el irónico poema Poderoso es don Dinero, del que transcribimos la primera estrofa: Madre, yo al oro me humillo,/ él es mi amante y mi amado,/ pues de puro enamorado/ anda continuo amarillo./ Que pues doblón o sencillo/ hace todo cuanto quiero,/ poderoso caballero/ es don Dinero.
En Francia, el billete de 50 francos tenía la imagen de Antoine de Saint Exupéry, el autor de El Principito. El iluminado aviador decía, en su libro icónico, en el diálogo del niño viajero de mundos con el Hombre de Negocios:
—¿Y de qué te sirve poseer las estrellas?/ —Me sirve para ser rico./ —¿Y de qué te sirve ser rico?/ —Me sirve para comprar más estrellas si alguien las descubre.
Sor Juana Inés de la Cruz, la poeta nacida en España en el Siglo de Oro y cuya vida pasó en gran medida y hasta su muerte en México, expresó en uno de sus poemas: Yo no estimo tesoros ni riquezas,/ y así, siempre me causa más contento/ poner riquezas en mi entendimiento/ que no mi entendimiento en las riquezas.
Esta religiosa quedó plasmada en un billete del país azteca.
Lo mismo que Octavio Paz, quien hablaba del “dinero y su rebaño de espectros”. Un retrato suyo vive en la moneda de 20 pesos, la cual acuñaron en 2011, como parte de los homenajes a quien ganara el Premio Nobel de Literatura en 1990.
En Cuba, el billete de un peso tiene la imagen del poeta José Martí (Si dicen que del joyero/ tome la joya mejor,/ tomo a un amigo sincero/ y pongo a un lado el amor).
En Nicaragua han tenido la imagen de su Rubén Darío en sus córdobas. En unos, su propia cara; en otros, la fotografía de un monumento de espacio público.
Y en Australia, el billete de 10 dólares australianos incluye las imágenes de los escritores y poetas Andrew Barton “Banjo” Paterson y Mary Gilmore. De Gilmore es conocido un poema que dice: Nuestras mujeres caminan con honor/, nuestros hijos no conocerán las cadenas./ A esta tierra, que es nuestra por siempre,/ el invasor la atacará en vano (...)
Y así, podríamos quedarnos mencionando países, billetes, monedas y personajes.
“El papel moneda es el elemento válido para los intercambios comerciales. El que remplazó otras formas de dinero anteriores, como la sal y el oro”, explica Marta Lucía Villafañe.
Y digamos, para equilibrar la balanza, que muchos otros poetas y escritores, a diferencia de los que nos hemos empeñado en citar, han hablado bien del dinero.
Traigamos a dos: Oscar Wilde: “En estos tiempos los jóvenes piensan que el dinero lo es todo, algo que comprueban cuando se hacen mayores”, y William Shakespeare: “Si el dinero va delante, todos los caminos se abren”.
Ya nos parece el regateo: “esa vaina vale tres gabitos, compadre; es lo menos”.