viernes
7 y 9
7 y 9
G ilberto Martínez preguntó: “¿Acaso, los periodistas saben que Óscar Collazos, el escritor nacido en Buenaventura, fue actor mío? Estuvo conmigo en El Triángulo. Con él presentamos Todos eran mis hijos, de Arthur Miller.
Este comentario de una de las figuras más importantes del teatro en Medellín y en Colombia, Gilberto Martínez, lo hizo sentado en una silla de la sala de su apartamento, convaleciente de una intervención quirúrgica, cuando hablábamos para un reportaje publicado el 11 de abril del año pasado. Recién había llegado de Cuba, donde presentó No abras el baúl cuando llegues.
Nacido en Medellín el 24 de marzo de 1934 y muerto el 3 de enero pasado, Gilberto Martínez es uno de los
pilares del movimiento teatral de Medellín.
Según Iván Zapata, director del Teatro Popular de Medellín, “nuestro movimiento teatral es muy joven. Digamos que está todavía en pañales en cuanto a trayectoria. Tiene unos 50 años”.
Casi todos los teatreros de la ciudad coinciden en la importancia de Gilberto Martínez en las artes escénicas. Las actividades de la semana pasada, que celebraron el Día Mundial del Teatro, le rindieron homenaje. Presentaron fragmentos de lecturas dramatizadas de sus obras, se reunieron a hablar de él.
¿Pero, concretamente, cuál es el legado de Gilberto Martínez al teatro?
“Aparte de haberle entregado su vida entera —responde Iván Zapata—, su capacidad física, material y espiritual a las artes, digamos que el teatro en Colombia tiene tres padres: Enrique Buenaventura, del Teatro Experimental de Cali; Santiago García, del Teatro La Candelaria, de Bogotá; y Gilberto Martínez, de la Casa del teatro, de Medellín”.
Explica Zapata que Gilberto le dio modernidad al teatro. Señala que su tarea en la formación de actores, primero en la Escuela Municipal de Teatro y luego en sus grupos, fue fundamental.
En nuestro medio, donde no hay compañías de teatro, como en otros países, es decir, no se buscan actores cada vez que vamos a montar una pieza teatral, sino que estos hacen parte de un grupo en el que se montan distintas obras, dice Iván, los directores tienen que ser formadores permanentemente. Al tiempo que dirigen, van enseñando.
“Coincidí con él en muchas actividades. En talleres de dramaturgia y de dirección. Yo le decía que cuando asistía a una obra suya no iba a ver teatro sino a aprender”.
Ramiro Tejada, actor y crítico de teatro coincide con Iván Zapata en decir que una de las principales herencias de Gilberto fue la formación de actores. “El método de Gilberto para formación de actores, basado en técnicas de Bertolt Brecht y Darío Fo, era riguroso. Las horas que dedicaba al trabajo actoral y en especial la disciplina”.
Según Zapata, una de las obsesiones de Gilberto era el manejo de la voz.
Es pionero del teatro moderno y organizado de la ciudad. Fundó la Escuela de Teatro, que funcionó en un espacio del Teatro Pablo Tobón Uribe que, por cierto, siendo secretario de Educación, contribuyó a que fuera una realidad. Conformó grupos de teatro, como El Triángulo, El Tinglado y la Casa del Teatro. Ha sido actor, dramaturgo y director de escena...
Gilberto Martínez fue uno de los pioneros del teatro organizado en Medellín. Fundó la primera escuela de teatro, en el Pablo Tobón. Creó hasta el final de sus días con la Casa del Teatro.
Estuvo como actor en muchos grupos y como director en otros. Algunos son: El Duende, en 1956; El Triángulo, en 1958; Teatro Libre, de 1972 a 1975; Escuela Municipal de Teatro, de 1966 a 1972; El Tinglado, de 1979 a 1982; Bululú, de 1975 a 1976, y Casa del Teatro, desde 1987. Fue profesor de Teatro en U. de A. Participó en 60 montajes. Entre ellos La Zorra y las Uvas, Cuento para la hora de acostarse, Los Mofletudos, El Monte Calvo, Dulcita y el Burrito, Pareja Abierta, Homo Dramaticus y Homo Ludens, Potestad y Globos Rojos, Los Emigrados, Un Día Cualquiera, Un Hueco Lleno de Estrellas. Escribió 40 dramaturgias.
Su hoja de vida en el campo de la creación dramática fue invaluable, fue director, autor, actor, espectador e investigador, publicó numerosas obras que puso en relieve como solía llamar sus puestas en escena en Casa del Teatro de Medellín, de la cual fue uno de los fundadores, en 1987, y director.
Sus investigaciones dieron lugar a escritos teóricos de gran trascendencia como el referente a la voz en movimiento y el concepto de puesta en relieve.
Los libros y documentos que escribió sobre técnicas y teoría teatral son importantes. Apostillas. Memoria teatral.
“Gilberto era profundamente generoso y escribía sus técnicas y pensamientos sobre teatro”, dice Iván. “Era un gran pedagogo en técnicas corporales y vocales, así como en la construcción de personajes”.
Otro de los legados importantes es la biblioteca Gilberto Martínez, que funciona en la sede de la Casa del teatro. “Es la más completa de Colombia y una de las más amplias de América Latina”, dice Zapata.
La obra favorita de Iván y de Ramiro es La Guandoca. Un montaje de Gilberto sobre una dramaturgia de Gabriela Samper.
Y de las que tenían su propia dramaturgia, “Pareja Abierta —dice Ramiro—. Fue su obra más taquillera. Y prométeme que no gritaré”.
“No abras el baúl cuando llegues —es la elegida por Iván—. Es una historia muy dura y experimental”.
Iván dice que el humanismo de Gilberto se notaba en el teatro. Como fue médico, conocía muy bien el dolor humano. Y lo sabía llevar a escena.