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La esencial arquitectura de Norman Foster

  • La esencial arquitectura de Norman Foster
20 de enero de 2019
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POR MARTHA ORTIZ GÓMEZ Y JORGE MARIO VELÁSQUEZ

En el corazón de Madrid está la Fundación que alberga la esencia del icónico arquitecto Norman Foster. En 1.704 metros de este antiguo palacete se encuentran más de 80 mil documentos entre planos y dibujos, cuadernos de apuntes, maquetas, material fotográfico y objetos personales que dan cuenta de edificios que han redefinido el perfil de múltiples ciudades contemporáneas. En este lugar que fomenta la investigación entre diferentes disciplinas, Foster conversó con Martha Ortiz, directora de EL COLOMBIANO y Jorge Mario Velásquez, presidente de Grupo Argos, en la quinta entrega de la serie Visionarios.

¿Cuál es su definición favorita de arquitectura?

“Todo lo que habitamos ha sido hecho, incluso lo que nos ponemos o tocamos. En principio, (la arquitectura) se trata del refugio, después de salir de las cavernas y, más adelante, cuando se han trascendido las necesidades absolutas, se trata del espíritu. Es absolutamente esencial y crucial para nuestra existencia y, en ese sentido, es totalmente atemporal. Los edificios, y todo lo que conecta con ellos, determina la calidad de nuestras vidas. Para mí es una necesidad básica absoluta, es como la ropa. Se trata del urbanismo; de la raíz. Es el núcleo de las ciudades, de los ciudadanos.

Varias personas en varias épocas han tratado de definirla. Es materia prima, firmeza y deleite. Se trata de proporcionar refugio y de elevar el espíritu. Está en constante evolución, nunca es estática. Y, probablemente, a medida que nos metamos más en el proceso de civilización, se volverá más accesible.

Mi definición de arquitectura es más amplia: Se trata de cómo mejorar la calidad de vida para aquellos que no tienen saneamiento, agua limpia, energía para calentar, fuego para cocinar (...). La mayoría de los arquitectos no diría que eso es la arquitectura, pero, entonces, ¿a quién le corresponde preocuparse al respecto? Así que es un espectro muy amplio que va hacia la esencia misma de la arquitectura, que es cómo abordar el problema de los tugurios, que constituyen el 14 % de la humanidad. Esta es una definición más bien laberíntica, no una precisa, si se quiere”.

Una muy humana, entonces, ¿qué es el éxito en la arquitectura? ¿Cómo se mide?

“Es una pregunta muy interesante y tal vez más profunda de lo que usted creería. Durante la mayor parte de mi vida como arquitecto, he tenido una creencia intuitiva de que si se tiene, por ejemplo, una cama de hospital con una vista, uno probablemente se recuperará más rápidamente. Si se puede ser consciente de los cambios de estaciones en el lugar de trabajo y es un lugar alegre, probablemente uno será más productivo. Igual sucede si se tiene una casa, aunque sea pequeña, y se tiene privacidad y comunidad al salir por la puerta (...). Todo esto ha sido muy intuitivo y difícil de justificar frente a quien me ha pedido hacer un edificio.

La diferencia es que ahora, muchos años después, los institutos de investigación han demostrado esto científicamente. Por ejemplo, la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, ha sido tal vez la última, en 2016, en demostrar todas esas premisas subjetivas. Los pacientes sí se recuperan más rápidamente con una habitación de hospital con vista. Y se ha demostrado científicamente que en un edificio verde, donde el medio ambiente es más fresco y cambia con las estaciones, la gente está más alerta, más receptiva, puede responder a las crisis y procesar información.

Este es un giro interesante, y esos argumentos fueron lo suficientemente poderosos para permitirle a Mike Bloomberg tomar la decisión de que el edificio que terminé recientemente para Bloomberg tuviera ventilación natural”.

¿Cree que hay una ética del diseño? ¿Cuál podría ser la suya?

“Hay ética en el diseño, como la hay en todos los demás aspectos de nuestras vidas. Recuerdo que hace muchos años, en nuestros primeros años de práctica, rechazamos una comisión para el Instituto Británico de Cine para hacer un almacén para el material de archivo en una zona residencial. Esta no sería una comisión importante ahora, pero entonces lo era, y la desestimamos porque constituía un peligro de incendio; es decir, de manera explosiva. Así que hay ciertos proyectos que uno estaría reacio a hacer, pero eso no ocurre muy a menudo”.

¿Cuál es su misión como arquitecto?

“Tomar cada posible comisión como una oportunidad para ampliar de algún modo los límites. Algunas de ellas ofrecen más posibilidades para hacer eso por la persona que está detrás del proyecto, la compañía o sus valores. Obviamente, me siento más atraído por un proyecto donde alguien quiere mejorar la calidad de vida de aquellos que van a habitar el edificio; o por los que tienen la ambición de tratar de hacer que la experiencia de un hospital sea menos traumática, más humana, y de hacer progresar la causa de la ciencia. O hacia un centro de investigación donde existe la sed de crear un entorno en el que diferentes disciplinas se reúnan socialmente, lo que aumenta la probabilidad de que haya avances en la investigación médica. Es una agenda progresiva”.

EVOLUCIÓN Y FUTURO

¿Cómo la arquitectura cambia la forma en que vivimos?

“Hay fuerzas externas como la inteligencia artificial o la robótica. Es la conciencia del cambio ecológico. En los primeros días de práctica, la primera persona de importancia para quien trabajé fue alguien llamado Fred Olsen [esta comisión fue para la Naviera Fred Olsen, en el muelle de Londres]. Allí había una comunidad profundamente dividida con instalaciones para blancos y no blancos. Y en esos días el trabajo era ocasional: la gente hacía fila al comienzo del día para obtener un empleo. Era un entorno muy militante y el edificio que se construyó fue social y tecnológicamente revolucionario, tanto así que se convirtió en una amenaza para otros empleadores del muelle. Una mañana de sábado me llamaron porque alguien había disparado un rifle hacia el edificio (...). Como el arquitecto de la obra, me convertí en el mediador. Me gané el respeto de los dirigentes del sindicato, la Autoridad Portuaria de Londres y el mismo Olsen.

En la conferencia de prensa un periodista malicioso dijo: ‘¿Qué piensa el sindicato sobre la idea de tener la gerencia aquí, con esta gran ventana para poder espiarlos?’ Y Olsen dijo: ´Usted no entiende. Este es un vidrio muy especial. Esto aleja el calor solar, y usted debería preguntarles a los arquitectos al respecto´.

Luego, Olsen, en un crucero que iba a las Islas Canarias a principios de los años 70, nos pidió que observáramos una isla llamada La Gomera. Se convirtió en un proyecto que tenía que ver con paneles que desalinizarían el agua del mar y reciclaban los desechos humanos para volverlos fertilizantes. Tenía paneles solares y aprendía de la arquitectura indígena: sobre un lado de la isla tenía tejados inclinados pues estaba bajo la lluvia. El otro lado, que era soleado, tenía techos planos. Así que todos esos principios los estábamos creando décadas antes de que alguien hablara, o incluso inventara el término arquitectura verde.

Proyectos como este fueron los que me acercaron a Richard Buckminster Fuller, quien posiblemente fue la primera persona en llamar la atención sobre la fragilidad del planeta y en acuñar la expresión ‘Planeta Tierra’. En cierto modo, la arquitectura, o una parte de esta, debería tratarse de anticipar el cambio, e intentar abordarlo y planearlo hacia el futuro (...).

Curiosamente, mi esposa organizó una fiesta sorpresa cuando cumplí ochenta años y me encontré sentado al lado de Fred Olsen, al que no había visto desde principios de los 70, quien dijo: ‘Lo único de lo que me arrepiento es de no haber construido algunos de los proyectos que usted diseñó para nosotros’. Para él creamos edificios que respiraban a principios de los setenta. Así que cuando hablo de construcciones actuales para Apple o Bloomberg, ellas están enraizadas en visiones que aparecieron en proyectos no construidos hace 50 o 60 años”.

¿Puede la arquitectura evolucionar con los cambios del mundo?

“Si miro históricamente un edificio como Willis Faber & Dumas, puedo ver las fotos del lugar cuando empezó, con las personas usando máquinas de escribir, y en menos de una década, estas se volvieron obsoletas. Sin embargo, ese edificio ha podido adaptarse a la revolución digital y de la información, mientras que la competencia ha tenido que construir un nuevo complejo. O el Banco de Hong Kong y Shanghai, que fue revolucionario en tanto que quitó el núcleo del centro, que es la escalera, como objeto mecánico, y lo trasladó a un costado para así adaptar el piso tipo loft para las operaciones de bolsa [que no permiten interrupciones visuales]. Normalmente, esto sería para otro tipo de edificio (...)”.

¿Qué es lo que la tecnología permite hacer que nunca lo soñó? ¿Qué espera lograr y no ha sucedido aún?

“La historia de la arquitectura es la historia de la tecnología, ya sea que se trate del tratamiento de aguas residuales, la iluminación, todas las cosas que la mayoría de nosotros, afortunadamente, puede dar por sentado. [Alguna vez] me pidieron que diera una charla y que abordara ¿cómo sería la ciudad del futuro?, así que exploré diversas propuestas. Una es que, siendo optimistas, la ciudad del futuro sería más verde, más tranquila y limpia (...). Hacia el final de esa charla, mi teléfono empezó a timbrar en mi bolsillo. Así que dije: ‘Si ustedes piensan que lo que describo es una locura, entonces imaginen que me devuelvo a mi primer trabajo, a la edad de 16 años, cuando si quería tener correspondencia con alguien, tenía que escribir una carta a mano o a máquina, meterla en un sobre y ponerla en un buzón. Si quería enviar una fotografía, tenía que tomar mi cámara, comprar un rollo fotográfico, ir a la tienda, mandarlo a procesar. O si quería leer un libro iba a la biblioteca; y si quería ver una película iba al cine.

Imaginen que yo tuviera todos los libros que se hubieran publicado o todas las películas que se hayan exhibido y que no necesitara la máquina de escribir, ni el buzón, ni el teléfono. Saqué esta cosa de mi bolsillo, que todavía estaba timbrando, y dije: ‘Puedo sostenerlo todo en una sola mano. ¿Qué habría dicho al respecto a mis 16 años?’. Así que cualquier cosa que su imaginación pueda conjurar es susceptible de hacerse realidad en una generación”.

Existen edificios seductores a la vista, pero son difíciles de disfrutar o habitar. ¿Cómo encuentra usted un equilibrio entre el diseño y la arquitectura, y entre hacer un lugar acogedor y uno habitable?

“Tiene que ver con lo que sea su idea de lo acogedor. Si es íntima entonces supongo que encontrará un arquitecto que le dará justo eso. Si es como la de Philip Johnson alguien diría: ¿cómo se le ocurre vivir en una caja de cristal? Y por supuesto, usted tendría una respuesta para ello. Nunca he visto un conflicto entre algo hermoso y funcional. La idea de que hay que sacrificar uno por el otro, para mí, es como alguna vez dijo Charles Eames: ‘¿cómo puedo separar mi cabeza de mi corazón?’. Es maravilloso en el sentido de que un tamaño no encaja para todos. Y al final, si alguien considera que esta silla es hermosa, otra persona podría hallarla incómoda, pero si esa persona encuentra la silla hermosa, entonces esa silla va a ser cómoda para esa persona. Puede que no lo sea para alguien más”.

¿Qué hace que un proyecto sea un clásico?

“¿Por qué algunos autos siguen siendo clásicos del diseño? Es porque han soportado la prueba del tiempo. Si un edificio todavía inspira respeto y cosas similares, décadas después de su creación, entonces eso debe constituir algún aspecto de ello (...). Recuerdo haber llegado para la ceremonia de la apertura del Aeropuerto de Stansted, y un policía que había estado de servicio toda la noche dijo: ‘He hecho esto muchas veces, pero nunca me había dado cuenta de que un edificio podía ser hermoso. Y he estado aquí durante las últimas 24 horas’. Y en una obra de construcción para Renault, el director de la obra -que era un verdadero artesano- al final del día se subía al tejado y miraba el atardecer y hablaba con sus colegas. De alguna manera algunos edificios lo conmueven a uno de una manera que no se puede definir: Stansted se trataba de traer luz a un tipo de edificio que nunca la había tenido antes (...) y, en cierto modo, trató de reinventar la experiencia de la terminal del aeropuerto. Es algo sobre lo que se puede intelectualizar, aunque es más inconsciente.

¿Por qué, cuando entramos a una catedral en una era donde la religión ya no es exactamente lo que era antes, la gente sigue conmoviéndose? Muchos visitantes van a las catedrales porque obviamente les atrae por el aspecto religioso, pero por cada uno de ellos es probable que haya decenas de personas que van ahí y no se trate de ello, aún así les cautiva”.

Usted habla sobre sus mentores y menciona a Richard Buckminster “Bucky” Fuller, a quien describe como “filósofo de corazón”. ¿También lo es usted?

“Sí, en la medida en que uno se cuestiona todo y forma parte de un equipo que se preocupa por la agenda social relacionada con los valores humanísticos. Entonces, si esa es la esencia de, o una parte del enfoque filosófico, creo que inevitablemente lo soy. Los diseñadores que inspiran respeto, por ejemplo, cuando hablan de por qué hacen algo, y aquí hablaría de Otl Aicher como filósofo, porque él estaba tan intrigado por cómo se pela una cebolla como por la creación de un tipo de letra. Si uno se cuestiona la esencia de todo lo que hace, hay que tener una dimensión filosófica para ello”.

¿Se considera usted un mentor?

“Paso tiempo con estudiantes y niños de colegio; no tanto como quisiera. Sí me he beneficiado de los viajes, de crear becas para que los estudiantes puedan viajar y alentarlos a ello, esto es repetir un ciclo. En otras palabras, si he sido lo suficientemente afortunado como para recibir becas y premios, entonces es muy agradable poder, en cierto modo, recompensar por eso”.

¿Cuál es el lugar correcto para los críticos?

“(En la Fundación) a los investigadores y mentores se les presentó una serie de charlas ilustradas. La última persona fue un crítico, Antoine Picon, quien divide su tiempo entre París y Harvard, lugares donde enseña. Y proponía que el proceso de diseño era el más propenso a la automatización. También fue bastante divertido porque decía: ‘¿Los arquitectos se visten de negro porque es la profesión que más se castiga a sí misma?’ (risas). Así que el crítico sabio le da a uno otra dimensión, hace que uno sea consciente del contexto de una manera en que, de lo contrario, podría no darse por enterado. Pero como en cada campo, supongo, hay críticos descuidados, los hay sabios y malvados. Sin embargo, creo que su papel es crucial para el periodismo. Al final uno sabe si le ha hecho justicia a un trabajo, ya sea como arquitecto, artista, dramaturgo, actor, o en cualquier campo de vida. Lo que podría estar proponiendo podría ser controvertido de una manera que solo la prueba del tiempo determinará cómo”.

OBJETOS QUE LE INSPIRAN

En la Norman Foster Foundation, aquí en Madrid, tiene una colección de formas y objetos que lo inspiran. ¿Es usted un coleccionista?

“Me alentaron a reunir algunas de las cosas que tuvieran un significado para mí. La pequeña escultura de George Rickey fue un regalo de Lisa Sainsbury [quien fue muy importante por el Sainsbury Centre for Visual Arts, diseñado por Foster]. A través de ellos conocí a Henry Moore y en mi colección está la escultura Reclining Figure. El símbolo del Metro de Bilbao, diseñado por Otl Aicher, en 1988 [consiste en una serie de círculos interconectados y está en exposición en el pabellón de la Fundación como parte de la colección] es un recordatorio de Aicher, quien es una especie de mentor. Cada objeto tiene un tipo de significado referencial.

Cuando cumplí 75 años decidí que mandaría hacer un modelo de cada aeronave, planeador o helicóptero que hubiera piloteado, y me sorprendió darme cuenta de que hubo 75 tipos diferentes, lo cual tomó mucho tiempo, pero finalmente tuve un modelo de cada uno de ellos. Para mí, el diseño lo abarca todo. Se me dificulta ponerlo en compartimentos separados.

Hay conexiones entre la escultura de Umberto Boccioni, Unique Form of Continuity, la figura en el espacio que parece como si estuviera en un túnel de viento en una era en la que este estaba empezando, y no creo que Boccioni hubiera oído hablar de esto. Pero el tren y el auto aerodinámicos son inseparables de los futuristas. Para mí, los vínculos entre la pintura, la escultura, el objeto, la aeronave, una locomotora, un auto, un edificio, una ciudad, todos están de cierto modo interconectados, porque todos tienen que ver con el diseño”.

También aquí en la Fundación hay un registro de los edificios increíbles que usted construyó, y de los que no se hicieron. ¿Cómo lidia con la frustración?

“Viene con la profesión (...). En retrospectiva, algunos de los proyectos más significativos tal vez no se realicen, pero eso no disminuye su importancia. A veces, lo que podría parecer una decepción por el edificio no realizado o por la competencia no ganada -y tal vez volvemos al rol del crítico aquí- en retrospectiva no es algo perdido, no es un fracaso (...). Me remito a la escuela secundaria de Newport, que fue una competencia que perdimos, y que fue la base para un proyecto que construimos para IBM. Ellos en realidad no vinieron en busca de un edificio, estaban buscando contratistas para hacer un pequeño bloque de baños, y de ahí salió un edificio. Los proyectos no construidos suelen ser de mayor importancia o llevan a ello, tarde o temprano. Pero es como una maratón; quiero decir, en cierto modo, es un largo camino”.

¿Qué significa para usted el pedazo del muro de Berlín que hace parte de su colección aquí en la Fundación?

“Es un recuerdo de un período. El Reichstag [el nuevo parlamento alemán] tiene un proyecto que es, por todo tipo de razones, cercano a mi corazón: un aviso de que alguna vez un lado de ese edificio estuvo detrás de un muro. Así que, en ese sentido, simboliza un período, y creo que es también un recordatorio oportuno de la importancia de romper las barreras y los límites. Es atemporal, en cierto modo, y tiene más resonancia ahora de la que tuvo por algún tiempo. Pero eso es meterse en lo político para mí. Sin embargo, la arquitectura y la política siempre han tenido algo de afinidad”.

EN LOS BOCETOS

Hay más de 80 mil documentos en la Fundación. ¿Cómo conectan ideas para sus creaciones? ¿Existe un sistema para mantenerlos o es simplemente la forma en que van ocurriendo las cosas?

“Soy muy descuidado al respecto, así que simplemente lleno cuadernos de dibujos y después, de vez en cuando, se los paso al equipo de Archivo de la Fundación, que los cuida y archiva. Desde que esto ha ocurrido eso ha tenido todo tipo de consecuencias inesperadas.

Por ejemplo, cuando quería rastrear la evolución de un proyecto como Apple, hice un experimento y le pedí al equipo que revisara mis cuadernos de dibujo y me entregara los bocetos marcados en orden cronológico que tuvieran alguna referencia a esta empresa. Así pude rastrear el progreso de ese proyecto: las fechas correspondían con mi diario de visitas y vi la relación entre algunas de las ideas, así como los intercambios que tuve con colegas sobre la evolución del diseño.

También es útil para los estudiantes que vienen a los talleres (...). Alguien me dijo una vez: ‘Fue interesante ver lo que usted estaba dibujando a los trece años’. Y yo le dije: ‘No entiendo lo que me está diciendo’. Entonces, agregó: ‘Estuvimos viendo un libro donde usted estaba dibujando muros cortina a los trece años’. Y yo no me había dado cuenta de que en el archivo había algo que databa de aquella época tan lejana. Fue interesante para mí y, obviamente, inspirador para un joven que lo vio”.

Usted ha dicho que hacer bocetos es como tener una conversación consigo mismo...

“Eso adopta muchas formas distintas. Incluso si estoy dando una charla, creo una serie de pictogramas que diagraman cómo podría darla, o si es el nacimiento de una idea, entonces, encuentro que es mi propia taquigrafía. Pero también puede ser una manera en la que registro cosas o se las comunico a los demás, especialmente si estoy en movimiento -lo cual ocurre con frecuencia- y es lo más cerca que puedo estar de entrar en una exploración con mis colegas. Sospecho que si examino uno de mis cuadernos, parte de él es una exploración en busca de ideas. En realidad, está a escala, es una exploración de planos. Se trata de hacer preguntas y es intensamente privado, una investigación de una imagen; puede ser figurativo o abstracto”.

La luz es un elemento clave de la fotografía. ¿Cuáles son los de la arquitectura?

“La luz tendría que ser la más importante, es central, pero también lo es la sombra. Las dos están inextricablemente vinculadas. La luz, la naturaleza, las estaciones, el cambio, esos son los ingredientes y materiales cruciales”.

En una de sus recientes publicaciones en su cuenta oficial en Instagram, usted estaba dibujando y yo esperaba ver unos cuantos colores, pero había decenas [se veía la caja de colores de aniversario de Faber-Castell]...

“Eso fue un regalo inesperado de mi familia. Lo había admirado en una visita a una tienda y lo había olvidado, así que fue una especie de regalo sorpresa. Lo de Instagram ocurrió hace dieciocho meses o tal vez más. Mi hijo, que ahora tiene diecisiete años, me preguntó si era consciente de que había varias personas que estaban publicando fotos en las redes sociales y se estaban haciendo pasar por mí; le repliqué que no entendía, así que me dijo: ‘¿Por qué no haces al verdadero Norman Foster?’ Y tomó una foto y tuvo una respuesta inesperada (...)”.

¿Se da cuenta de tiene 314.000 seguidores en Instagram? [Para esta fecha va en más de 360 mil seguidores]

“No sé qué determina una respuesta popular, pero eso en cierto modo resonó (...). Los bocetos estaban en realidad en mi cuaderno, exploran una idea para un objeto en el espacio, las diferentes versiones de este... Yo dibujo todo el tiempo, y eso es algo que he hecho desde la infancia”.

EL MUNDO DE LAS IDEAS

¿Cómo mantiene viva su curiosidad?

“No puedo responder esa pregunta”. (risas)

¿Por qué?

“Porque no hago nada conscientemente. Si uno es curioso por naturaleza y siente curiosidad sobre lo que mueve las cosas, bien sea lo que hace que una organización sea diferente de otra y cómo se identifica su ADN, entonces se deben hacer las preguntas correctas y hay que ser un buen oyente. Es necesario tener habilidades de comunicación activas.

También es si uno tiene curiosidad sobre cómo se hace algo y funcionan las cosas. Si miro esta puerta aquí, se abre toda; quiero decir, esto es en un pivote que está a la vista y todo el muro se abre. Eso está en el mundo material, pero también en el mundo de las ideas, de lo intangible, lo que hace que Apple sea diferente de Comcast, y este a su vez lo sea de Bloomberg. ¿Cómo se puede hacer un muro de vidrio que no tenga estructura? ¿Cómo se llevan al máximo los límites de un pedazo de vidrio? ¿Qué determina eso, su espesor? En ese sentido, uno siempre está persiguiendo el arcoíris. Nunca se puede encontrar el final del arcoíris. Así que no tiene conclusión, es una búsqueda interminable”.

El núcleo de su negocio es el diseño, pero es difícil manejar el tiempo. ¿Cómo ha podido seguir diseñando y controlando labores cotidianas, y ha mantenido el dibujo, sin estar abrumado por estas tareas?

“Tiene que ver con la capacidad de crear equipos para compartir el entusiasmo y las pasiones y para que, de cierta manera, la imaginación propia sea encendida por aquellos que quieren crear un edificio, un mueble o un objeto y, a su vez, encender la imaginación de otros, y crear equipos de espíritus afines.

Además, respetar la chispa creativa no se limita a aquellos cuya profesión es el diseño. Es sacar provecho de aquellos que comparten un conjunto de valores aunque su formación sea contabilidad o ingeniería. En la búsqueda de soluciones de diseño, estas probablemente emergen de personas que no están entrenadas en ello.

Me siento atraído naturalmente por esos proyectos que a alguien le importan con pasión y esto podría significar trabajar realmente con las personas más difíciles. En cambio, no me seducen esos proyectos donde hay una especie de burócrata en medio de todo, aunque para todo lo que diga que apunte en esta dirección va a haber una excepción. Así que un aeropuerto, por ejemplo, por su carácter mismo, es una ruta compleja que navega por comisiones y ministros cambiantes. Pero, de nuevo, si uno disfruta el desafío del gran proyecto complejo, entonces hay que poder tratar con los comités.

Así que allí hay una contradicción: me atraen esos proyectos por su escala, pero al mismo tiempo cuando digo que el proyecto más pequeño requiere la misma cantidad de cuidado y atención, no me lo estoy inventando. Si uno hablara con la gente detrás de Maggie’s, el pequeño centro para el cáncer que hicimos en Manchester, esto es un hecho. No se trata del tamaño y de muchas maneras los proyectos más pequeños pueden ser enormemente influyentes”.

Usted es un arquitecto muy exitoso.¿Cómo mantiene los pies en la tierra?

“Creo que la naturaleza de hacer un edificio es un asunto caótico: es barro y botas embarradas. Y crear los elementos de un edificio implica riesgos. Así que siempre me parece un milagro cuando algo se ha terminado finalmente. Soy más respetuoso con aquellos colegas para quienes la obra de construcción es importante y me impresionan menos aquellas escuelas de arquitectura que se encuentran remotas en una especie de torres de marfil, donde, de algún modo, la obra es para otros y el arquitecto está muy distante y por encima de eso. Para mí, eso no es arquitectura, sino que es la inmersión en el proceso. Se trata de involucrarse con aquellos que hacen las cosas. Estas son las personas con las que me puedo identificar y, para mí, esas son las importantes. Así que me gustaría pensar que estoy arraigado a las realidades de hacer cosas”.

¿Sobrevivir el cáncer cambió su visión de vida?

“Sí. Creo que uno aprecia cosas que solía dar por sentado. Uno se da cuenta de la mortalidad, de la realidad; eso hace que uno sea más sensible y más consciente de las necesidades de los demás. Tal vez, entre más tome uno todo por sentado, más egoísta será”.

¿Qué es acogedor para usted?

“Puede ser una cabaña en la montaña con una hoguera cuando hace mucho frío afuera (...). No tengo una sola definición, supongo que es donde me sienta cómodo. Y eso puede depender de con quién esté, la época del año, el lugar”.

¿Qué hay en un lugar para que usted lo llame hogar?

“El hogar es donde puedo estar con las personas con las que me siento cercano. Donde puedo tener mi libro, mi cuaderno de dibujo... Teniendo en cuenta que estoy en movimiento tanto tiempo, creo que es también donde tengo la libertad última de la privacidad en un paseo en bicicleta o una pista de esquí a campo traviesa, pero puedo volver a la intimidad de la familia y eso tiene menos que ver con el lugar” .

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