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Achagua, andoque, awa, arahuaco, bará, kogui, kichwa, kogui, kubeo, kurripako y wanano. Palabras que parecen de otro país, o de otra época, pero que son, en realidad, los nombres de once lenguas nativas del país.
El 21 de febrero es el Día Internacional de la lengua materna, proclamado por la Conferencia General de la Unesco hace 15 años, y celebrado por primera vez en el año 2000. Colombia sumó una celebración más en 2010, a través de la Ley de lenguas 1381, que estableció que este día también lo es de las Lenguas nativas.
En la página de las Naciones Unidas explican que es probable que más del 50 por ciento de los casi 7 mil idiomas que se hablan en el mundo desaparecerán en unas pocas generaciones. Mientras el español y el inglés son dos de los idiomas con más hablantes en el mundo, el 96 por ciento de esos 7 mil son la lengua en la que se comunica apenas el 4 por ciento de la población.
En Colombia hay 65 lenguas indígenas, dos criollas –una de San Basilio de Palenque y otra de San Andrés, Providencia y Santa Catalina–, y la lengua rom de las Kumpañy gitanas que se han establecido aquí. Todas ellas, dice Carmen Millán, directora del Instituto Caro y Cuervo, están en el estatuto Unesco de lenguas que necesitan medidas de urgencia.
Hablar una lengua no es solo comunicarse. Tiene una relación estrecha con la identidad, la comunicación, la educación e, incluso, el desarrollo. “Siempre que se preserva una lengua, se preserva un conjunto de prácticas culturales e históricas, en general lo que uno llama memoria. Preservar cualquier lengua permite acceder a esa memoria y mantenerla activa dentro de la sociedad”, explica Luisa Fernanda Costa, filóloga hispanista.
Con la lengua de los indígenas están –añade la directora del Instituto– los conocimientos ancestrales, la sabiduría de los antiguos que han acumulado por siglos, su trabajo con la naturaleza, su conocimiento de plantas y animales, su propia filosofía. Perder una lengua es perder, entonces, toda la cultura, la tradicion y la esencia de las comunidades.
Celebrar un día no significa salvar una lengua, pero sí ser conscientes de su importancia, visibilizar los pueblos y su diversidad. Es un paso en la política pública. “Hay que saber que el español no es una lengua fija. Muchas palabras vienen del hebreo o de las lenguas indígenas. Cuando hablamos español, también hablamos todas esas lenguas”, señala Luisa Fernanda.
El trabajo de preservación pasa por grabación, investigación, vocabularios y gramáticas –como el diccionario en línea del Caro y Cuervo– y medidas de salvaguardia.
También está en las pequeñas cosas, como “apoyar el orgullo de cada una de las lenguas, que las personas que las hablan no se sientan discriminadas. Muchos dejan de hacerlo porque les dicen indios, que es una palabra que se usa como insulto”, comenta Carmen.
Las lenguas son parte de lo que somos, de cómo miramos el mundo. Respetar, preservar y cuidar las lenguas nativas es respetar y conservar sus tradiciones. Su manera de encontrarse con sus realidades, .y de percibirse en ellas