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Personajes que trabajan en los libros

En este Día del Trabajo, una mirada a algunos seres de la literatura que laboran para sobrevivir en los libros que habitan.

  • ilustración Esteban parís
    ilustración Esteban parís
01 de mayo de 2018
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Si los verbos expresan acciones, trabajar es de los vocablos más “verbudos” que existen. El de hoy, 1° de mayo, se refiere, quién no lo sabe, a realizar actividades que permiten la subsistencia.

Se aglomeran en la mente personas entregadas a labores físicas, como los mineros del escritor antioqueño Efe Gómez, metidos en socavones, juagados en sudor, afiebrados por el oro, sometidos a jornadas interminables y expuestos a perder la vida si la montaña se viene abajo.

“Si ampliamos el concepto de trabajo, más allá de la mirada fabril, puede ser más rico y los personajes abundan”, dice Jorge Giraldo, decano de Humanidades de Eafit, quien ha estado vinculado a espacios laborales, como la Escuela Nacional Sindical y el Ministerio.

Por este camino salen profesionales de papel y tinta como el profesor Chalenger, de El mundo perdido, de Arthur Conan Doyle. Zoólogo neurótico y misántropo, lidera una expedición al Amazonas para mostrar que existe fauna prehistórica. Obsesivo, puede estar en peligro de perecer bajo la fuerza de un iguanodonte o un pterodáctilo y ¡no cesa de observar y analizar al coloso!

Hay filósofos como Zaratustra, de Nietzsche; médicos como Próspero Reverend, en El General en su laberinto, de García Márquez... ¿Qué decir de un abogado como Atticus Finch, en Matar un ruiseñor, la novela de Harper Lee? Su angustia porque, siendo de raza blanca defiende a un negro acusado de violar a una mujer blanca, se la pasa al lector.

“Recuerdo —dice el periodista Juan José García Posada—: Los trabajos y los días, del griego Hesíodo. Identifica el trabajo no como una carga sino como una forma de vida que permite la búsqueda y la realización de la areté, de la excelencia”. Juan José evoca la visión de Don Quijote: “Salva de un duro castigo a un muchacho a quien su amo consideraba un esclavo”. Cree que la relación entre Don Quijote y Sancho es un modelo del derecho al trabajo: el contrato, el trato equitativo, la remuneración, la duración aceptada por Sancho hasta la muerte del Quijote.

“Otro ejemplo que me impresiona es El palacio de los sueños, de Ismail Kadaré. Un ministerio en el cual la tarea es recoger los sueños de los súbditos, examinarlos y clasificarlos de acuerdo con su peligrosidad. El protagonista trabaja en ese monumento para la burocracia opresiva”.

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