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Se lo llevaron y no ha vuelto. Salió en agosto de 2004 y desde entonces nadie en el Sistema de Bibliotecas de Medellín lo ha vuelto a ver. Quizá ya es un fantasma, como insinúa su nombre, pero quién ha de saberlo si no se supo más. Se llama Cuentos de hoy con espantos de ayer. Lo escribió Hernando García Mejía. Es un libro prestado sin devolver.
No es el único. Al sistema no han regresado 20.656 materiales: eso podría ser otra biblioteca que tiene libros, audiolibros, elementos audiovisuales, revistas. De los 281.262 usuarios registrados en las 40 instituciones y unidades de información, 10.304 están en mora.
Las cifras de la Biblioteca Pública Piloto se cuentan desde 2002: hay 3.200 materiales prestados sin devolver en este momento. Parecen pocos para una base de 100.000 usuarios entre la BPP y su filiales, pero son muchos cuando alguien no puede prestarlo porque ya no está en los anaqueles.
No los dan por perdidos, claro que no, dice Cruz Patricia Díaz, jefe de servicios al público. La esperanza es que vuelvan, no importa el tiempo, precisa ella: no hay recursos económicos para comprar libros que ya han comprado. Sería mejor poder tener otros que nunca han estado allí.
Hay cosas paradójicas, cuenta ella. En donaciones de bibliotecas de alguien que se ha muerto, o por algún trasteo, han vuelto textos de la colección. Ahí estaban, quizá por olvido, prefiere pensar la jefe de servicios.
Porque eso pasa. Hay personas a las que se les ha olvidado volver y luego les da pena. Aunque los llamen a recordarles. No, dice ella, no les van a decir nada. Lo importante es tenerlos de regreso.
La preocupación es el tema de ser un servicio público. “Aquí están –sigue Cruz Patricia– los impuestos de los ciudadanos”. Si alguien no devuelve un libro, otro no lo va a poder llevar a casa, en su turno.
“Es tan incoveniente el caso de quien se tarda un mes en no devolver un material, como quien tarda un año, porque estas circunstancias afectan nuestra posibilidad de permitir el acceso a la información en igualdad de condiciones”, explica Daniel Zapata, subsecretario de Lectura, Bibliotecas y Patrimonio.
Es simple: si está en la biblioteca de alguien, guardado allá entre otros, un usuario que llegue no podrá leerlo entonces, porque anda ocupado –o abandonado, quién sabe–en otros estantes.
Esos que no vuelven
A Gabriel García Márquez, no importa la obra, sí que no lo vuelven a ver en la Piloto y sus filiales. De él y de Ernesto Sábato, José Saramago, Oscar Wilde, Sigmun Freud, Héctor Abad Faciolince, Germán Castro Caicedo, Mario Benedetti, Andrés Caicedo, Jorge Luis Borges, William Ospina, Laura Restrepo y Fernando Vallejo son los libros que menos han regresado.
Los temas son diversos: literatura, cuentos, novelas, historia, filosofía, ciencias, cocina y, por supuesto, los clásicos. Hay piezas completas, precisa Cruz Patricia, que están en ese limbo de perdidos: las obras completas de Borges, Dostovieski, Cervantes y Shakespeare.
A veces un solo usuario tiene un volumen, a veces uno tiene hasta dieciséis, como el que prestó Una misma noche, de Leopoldo Brizuela. Debió volver el 26 de septiembre de 2017. Esa persona tiene otros 15, desde el 3 de agosto, entre ellos Los Diálogos de Platón, que quién sabe dónde andarán conversando.
Sin pena, no se preocupe
Ni el Sistema de Bibliotecas ni la Piloto tienen multas económicas. Una vez pasó en esta última, cuenta Cruz Patricia, y por cada día había una sanción en dinero, que era sobre todo simbólica, pero sumaba. Eso espanta a la gente, concluye ella, y lo quitaron.
La multa es administrativa: el usuario queda bloqueado en el Sistema de Bibliotecas de Medellín. Así, si va al Parque Biblioteca Belén, con ganas de un texto, pero debe otro en otro lado, pues no podrá llevárselo a casa.
El subsecretario explica que “más que convertirse en un impedimento o señalamiento, la medida busca ser un mecanismo que nos convoque a tener un comportamiento más comprometido con el préstamo y devolución, entendiendo que son un recurso público de acceso gratuito”.
¿Por qué se quedan con ellos? Desde el sistema y la Piloto saben que no hay cómo responder de manera categórica, pero sí desde la buena fe: está lo del olvido o un contratiempo. Habrá quien lo haga intencionalmente, por supuesto, pero mejor no pensar en ello. La invitación es a devolverlos. Nadie dirá nada, salvo la felicidad de recibirlos.
“Hemos encontrado –sigue Daniel– usuarios que lo que sentían era pena por estar a destiempo. Para otros ha sido no recordar la fecha de vencimiento y, en algunos casos, la necesidad de realizar procesos de consulta extensos por temas académicos. En todos los casos el llamado es el mismo: que se acerquen a nuestras bibliotecas que serán bien recibidos y no generaremos ningún señalamiento”.
Por supuesto, siempre está la posibilidad de renovar. Esa es una buena idea. Les interesa que los usuarios aprendan a hacerlo y a devolver, que entiendan que es un bien público. Educar, esa es la palabra.
Por eso ya lo intentaron con la campaña que su viaje continúe, que les sirvió para develar el compromiso de los ciudadanos y la importancia de cuidar los recursos y ser responsables, pero, sigue el subsecretario, aún no retornan muchos. Se trata incluso de no ser egoístas.
Lo demás es saber que además no hay que regresarlo en el mismo lugar en el que se prestó. Para eso está Libros sin fronteras, o esa conexión entre las bibliotecas que permite hacerlo en 21 unidades de información del sistema. No hay excusa, si cree que le queda lejos de casa.
Si es uno de los que tiene un libro sin devolver, y ya ni siquiera lo está mirando en su biblioteca ni lo ha vuelto a abrir para hojearlo, es hora de que regrese. Hay un hueco esperándolo en su anaquel. No deje al coronel de García Márquez esperando. Él ya ha esperado mucho por su pensión.