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Como siguiendo los rastros de un mapa genético de historias familiares, Gioconda Belli viajó por terrenos que rara vez había explorado con sus letras.
La poeta y novelista oriunda de Managua decidió mirar hondo en lo que al principio no eran más que rumores de sus antepasados. Su olfato investigador la llevó a un punto de partida: Francia en 1847. Llegó allá gracias a una vieja historia que conoció por su abuela, una leyenda familiar sobre un miembro de la realeza francesa quien, emproblemado e inculpado en un crimen, se habría embarcado en un viaje hacia América.
Después de llegar a Nueva York, el exiliado Charles Choiseul de Praslin se habría embarcado en la Ruta del Tránsito que lo llevaría por el río San Juan a conocer Nicaragua.
Tras lo que sería una vida llena de escondites y pasiones, fue solamente años después que una escritora rebelde en ese país centroamericano plasmó la leyenda en las páginas de Las Fiebres de la Memoria (2018).
Pero además de contar la vida de Choiseul de Praslin, Belli utilizó dramas familiares más cercanos que se fueron desenvolviendo con el paso del tiempo: “incluí la historia de mi papá que es misteriosa”, cuenta, “porque él creció pensando que era hijo de su abuela, no lo crió su mamá. Hasta que tuvo 18 años se dio cuenta de que el muchacho que él creía que era su hermano, era su padre”.
Al recordar ese tipo de detalles, se dio cuenta de que debía aprovecharlos para narrar una novela. Belli habló con EL COLOMBIANO:
Cuénteme un poco de esos orígenes familiares...
“En mi familia hay una leyenda de un duque francés, quien le habría dado origen a mi familia. Yo siempre pensé que era una broma, pero empecé a investigar y aunque no estoy 100 por ciento segura, parece que la historia es cierta. Me encontré unos papeles metidos en una lata de galletas en la casa de mi abuela y ahí había notas y toda clase de cosas, que fueron el punto de partida de esta novela. Por un lado es un libro con suspenso porque a él lo incriminan en el delito de la muerte de su esposa, pero el Rey Luis Felipe I de Orleans, que era muy amigo de él, lo ayuda a escapar. Este texto tiene características muy diferentes a todo lo que he escrito. Por ejemplo, por primera vez escribo como hombre porque el personaje principal es el duque y está escrito en primera persona”.
¿Por qué contar esta historia ahora?
“Desde que a este personaje lo incriminan empieza todo un viaje con muchos accidentes y situaciones en los que llega a Nicaragua. Era importante para mí contar la historia en esta época en la que hay tanta migración y en la que todos nosotros venimos de migraciones. Tenemos ancestros que quién sabe por qué vinieron a parar acá. Fue esa idea del misterio del pasado la que me llamó la atención, precisamente porque hay tanta gente que está llegando a lugares y tiene que reinventarse. Este hombre se reconstruyó porque ya no podía ser duque, tuvo que cambiar todo y eso me parece fascinante”.
Pero también hay ficción...
“Hay bastante ficción. Yo invento un montón de cosas de sus viajes, de cómo llega hasta Nicaragua. Pero sí es real que llegó, existen fotos de él y ahora la familia es numerosa, con muchos descendientes. Él se enamoró de una mujer en Matagalpa (Nicaragua), le decían la “rosa blanca” porque era una mujer viuda muy bella. Entonces ahí también se habla de volver a encontrarse con el amor a pesar de todo lo que se deja atrás. El libro tiene muchos elementos de aventura, de romance y también ese elemento de la complejidad del ser humano”.
Ha escrito de amor por muchos años, ¿ha cambiado su perspectiva del amor?
“Lo que ha cambiado es el tiempo, porque tenía 20 años y ahora ya casi tengo 70, entonces no es lo mismo. El amor es una particularidad del ser humano que realmente nos enriquece la vida, aunque también nos la atormenta. Pero la intensidad de la vida tiene mucho que ver con la capacidad que uno tenga de amar, de entender el amor, de atreverse. Estoy convencida de eso y creo que el amor es fundamental para el ser humano porque por lo menos te da la ilusión de romper tu soledad”.