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¿Para qué premiar a los escritores?

Ganarse un premio de renombre, nacional o internacional, es visibilidad para los escritores.

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¿Para qué premiar a los escritores?
05 de febrero de 2017
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La historia de los escritores colombianos premiados tiene un antecedente que es aún inolvidable en el país: el día en el que la Academia Sueca pronunció el nombre de Gabriel García Márquez, dándolo como ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982.

Antes del Nobel, Gabo ya había sumado algunos galardones por su obra Cien años de Soledad, entre ellos el Chianciano Aprecia en Italia y el mejor Libro Extranjero en Francia. Lo que provocó esa oleada de reconocimientos al cataquero abrió la literatura colombiana al mundo y trajo para el país el nacimiento de los premios y, sobre todo, de nuevas generaciones de escritores que también serían premiados.

Así lo cree el escritor Pablo Montoya, quien por estos días goza de la visibilidad que le han dado tres importantes premios en los dos últimos años. Empezó con el Rómulo Gallegos en 2015, luego con el Premio José Donoso en 2016 y recientemente fue reconocido con el Premio de Narrativa José María Argueda del Premio Casa de Las Américas.

Montoya recuerda que empezó a publicar en los 80. Para ese momento en Colombia los premios que reconocían autores colombianos era escasos. Según Pablo, existían los concursos de cuento nacionales y regionales, pero ninguno de ellos entregaba los montos equivalentes a lo que hoy en día dan otros premios.

Cuenta Montoya que quienes ganaban recibían como reconocimiento que sus textos fueron publicados en algún periódico; además les daban bonos para comprar libros o hasta una máquina de escribir. Eran, dice, premios muy simbólicos que habían nacido en ese ambiente literario precario de la época.

Pero cuando García Márquez obtiene el Nobel, señala Montoya, sucede algo muy importante en Colombia. “Ese escritor permite que se abra un movimiento de publicaciones literarias en el país. El boom latinoamericano, del cual Gabo es un protagonista importante, hace que el mundo editorial español se preocupe por poner en las distintas ciudades de América Latina sus filiales. Llegan entonces Planeta y Penguin Random House”, cuenta el escritor.

Además el triunfo del Nobel también crea un ambiente propicio en el país para apoyar a los creadores de obras literarias con oportunidades para publicar en estas editoriales que llegaron a Colombia.

Los premios también llegaron con las instituciones culturales, las privadas y las públicas. Es recordado en el país el Premio que otorgaba el Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura), que le dio paso al actual Ministerio de Cultura.

Entre los galardonados de esa época estuvieron Rafael Chaparro, quien recibió el Premio Nacional de Literatura en 1993 por su libro Opio en las Nubes; y Piedad Bonett, reconocida con Premio Nacional de Poesía, en 1994, por El hilo de los días.

María Orlanda Aristizábal, coordinadora del Grupo Literatura y Libro del Ministerio de Cultura, recuerda precisamente un testimonio de uno de estos creadores, quien le manifestó que haber ganado ese premio le significó salir del anonimato, ya que su nombre y el de su obra se puso en la esfera pública, y eso motivó a la gente a leerla.

La vocera del ministerio, destaca que desde la institución no solo hay premios sino también estímulos a la creación. Todos buscan que el Estado reconozca el trabajo de los creadores.

“Cuando se entrega un premio como el Premio Nacional de Literatura se inicia un proceso de difusión de esa obra, del autor, hay circulación de ese contenido cultural y hay consumo, en este caso, lectura”, señala María O. Aristizábal.

Pero premiar a los escritores también tiene otros propósitos, así lo asegura Consuelo Gaitán, directora de la Biblioteca Nacional de Colombia. Según ella, hay además un empeño por lograr que la gente lea más.

Ese es uno de los fines del Premio Hispanoamericano de cuento Gabriel García Márquez, creado según Gaitán, porque en Colombia y en general en Hispanoamérica se estaba esperando un premio para este género. “No había un premio de altura para el cuento. El género nos parece uno muy vivo, pero es un género que ha sido marginado, quizás debido a un prejuicio de los editores; el cuento ocupa un lugar poco privilegiado aún sabiendo que los escritores en lengua española han sido magníficos cuentistas”, explica la directora de la biblioteca.

Claro que los premios favorecen a la industria, a los escritores y a los lectores, asegura Consuelo. Por ejemplo, cuenta que la autora boliviana Magela Baudoin, que ganó la segunda edición del concurso de cuento, recibió la propuesta de un agente literario hispanoamericano una semana después de ser anunciada como ganadora. Ahora su obra se ha publicado en España y está siendo traducida a varios idiomas.

Consuelo agrega que las obras ganadoras se han distribuido en bibliotecas públicas del país y que los escritores han hecho giras por diferentes ciudades en las que han hablado con los lectores.

Para Pablo Montoya después de los premios también queda la presión. En su caso, Pablo está escribiendo una novela que espera publicar este año o a comienzos del próximo. Reconoce que hay una expectativa en los lectores por ese libro nuevo que se ha escrito durante los premios y llegará después de ellos. “Es una presión fuerte en el escritor. Muchas veces los escritores se ganan un premio, pero después lo que sigue tal vez no es tan importante, porque el escritor declina”.

Óscar Castro García, también escritor concuerda en que los premios permiten la publicación y divulgación de la obra. Además de que le da seguridad al escritor y lo hace afirmarse en su oficio.

“Proporciona ingresos para poder dedicarse a la escritura. Asimismo, lo internacionaliza, a la vez que lo compromete a escribir cada vez mejor. De ahí siguen invitaciones, viajes, presentaciones y, ante todo, contacto con lectores y otros escritores”.

Sin embargo, anota Castro, hay algo peligroso, y es dedicarse a escribir para concursar. Que así no sea.

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escritores colombianos se han ganado el Premio Alfaguara de Novela.
Infográfico

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