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Por el bienestar de los gatos. Y de los humanos. Aunque con tres lustros de retraso, la era de los genomas llegó al fin para los felinos domésticos.
En 2004, un grupo de la Universidad de Missouri encabezado por Leslie Lyons descubrió que unas mutaciones que causan enfermedad del riñón poliquístico, una causa común de falla renal en personas, se presentaban en el mismo gen en humanos y gatos.
El hallazgo fue casi una excepción en un mundo científico volteado hacia los perros, pese a que las versiones gatunas de la diabetes tipo 2, el asma, la atrofia de retina y otras enfermedades, tienen similitudes muy cercanas en humanaos y felinos. Los gatos, además, pueden ser infectados con un virus emparentado con el VIH y experimentan síntomas como los del sida.
Pese a tal interés para la ciencia, los mininos no habían entrado de lleno en la era de la secuenciación genómica hasta ahora. Había más gente poderosa interesada en los perros, según Stephen O’Brien, del Centro para la Bioinformática del Genoma en Rusia, citado por Nature, revista que en un editorial y un artículo reveló el nuevo interés científico por los gatos.
De hecho, tras la secuenciación del genoma humano, de la rata y del ratón, los Institutos de Salud de Estados Unidos buscaron un nuevo objetivo. Fue seleccionado el perro.
Solo en 2004 se secuenció de manera muy incompleta el genoma de un gato abisinio, genoma que se completó apenas a finales de 2014.
“Es un gran momento para la genómica de gatos”, dijo a Nature William Murphy, genetista de Texas A&M University.
Investigadores encabezados por Lyon acaban de revelar los primeros resultados del proyecto 99 Lives para secuenciar esa cantidad de genomas de gatos. Van 56.
Cada uno cuesta 7.500 dólares y puede participar quien desee. Se han secuenciado gatitos, gatos con ciertas enfermedades y hasta una familia de gatos.
El haber descubierto la causa de la enfermedad renal poliquística ha reducido la incidencia en gatos persas removiendo la mutación y ha permitido la búsqueda de drogas que traten esa condición terminal en gatos y, posiblemente, en humanos.
Y la idea es esa ahora con los nuevos genomas: conocer las causas y tratar de prevenir las enfermedades que aquejan los pequeños felinos, mientras se benefician los humanos. En buen momento.