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El músico brasileño Roberto Borghetti salió laureado
de La Heroica en el Festival Internacional de Música.
Cierre los ojos e imagine una iglesia, con niños, mamás, papás y personas de la tercera edad enrumbados con la banda del momento y su canción más pegajosa. Se ve raro, pero fue más real y divertido de lo que piensa. La iglesia del barrio Cristo Rey, detrás del aeropuerto de Cartagena, fue la elegida para sacar el Festival de Música de la ciudad amurallada.
La cita era el día número ocho del Festival a las 10:00 de la mañana, pero desde las 9:00 la fila ya estaba imposible y llena de personas que no tenían ni idea de a quién iban a ver. Cuando abrieron las puertas, empezaron empujones y codazos por el mejor puesto, como si fuera un concierto en el Atanasio Girardot.
El evento inició con el pianista Raúl Mesa y el chelista Santiago Cañón, prodigios colombianos, muy aclamados; sin embargo, la gente enloqueció cuando un hombre alto, de pelo largo, boina roja y sandalias salió al altar con su acordeón y tres músicos.
Se llama Renato Borghetti y llegó de Brasil como el eslabón perdido dentro de la programación del Festival. El brasileño y su cuarteto no figuraban al lado de los artistas más esperados ni en el radar de los espectadores; no obstante, así, de sorpresa, encantaron.
Al lado del prestigioso clarinetista, Gabriele Mirabassi y de Daniel Sá, en la guitarra, y Pedro Figueiredo, en la flauta, ambos integrantes de su cuarteto dejaron al desprevenido público con la boca abierta.
Borghetti o Borghettinho, como algunos lo identifican, tiene 53 años y una de las carreras internacionales más sólidas de Brasil, gracias a la amalgama de géneros, como el xote, la milonga, la polca, el vanerão, el tango y la samba, que caracterizan su música. Sus mejores composiciones fueron recopiladas en una producción con la que celebró sus 30 años de carrera, vendiendo más de 100.000 mil copias y ganando el primer álbum de oro de música instrumental de ese país.
La primera de sus dos presentaciones fue en el majestuoso puerto de Cartagena y la última, en la iglesia del barrio Cristo Rey, donde repitieron parte del repertorio.
Esto se convirtió en un problema al final cuando la gente exigía otra canción y otra y otra y ellos no las tenían, no estaban preparados para tanta emoción por parte de ese público que, al parecer, le gusta festejar tanto afuera como en la iglesia. Y nosotros tampoco.