<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

La música sacra, esa que suena tan bonito

Desde Mozart hasta Stravinski, hacer obras sacras estuvo entre las prioridades de los grandes músicos clásicos de la historia.

  • FOTOS SANTIAGO MESA
    FOTOS SANTIAGO MESA
  • La música sacra, esa que suena tan bonito
  • La música sacra, esa que suena tan bonito
  • La música sacra, esa que suena tan bonito
29 de marzo de 2018
bookmark

Se llamó Constanze y tuvo una difícil tarea, ocultar que su esposo, Wolfgang Amadeus Mozart, murió sin terminar su última obra, una misa de réquiem que un conde le había encargado para conmemorar el aniversario del fallecimiento de su pareja.

Mozart escribió la pieza musical conociendo que estaba también en sus últimos días, pero no le alcanzó: falleció el cinco de diciembre de 1791, dejándola inconclusa. Así finalizaba un año de gran productividad, según Maynard Solomon, biógrafo del compositor clásico.

El conde recibió el réquiem (tema que se canta con el texto de la misa de los difuntos) , por supuesto. Lo finalizó el compositor y director Franz Xaver Süssmayr, amigo de Wolfgang, por orden de Constanze, quién se lo pidió para poder entregar el trabajo y concluir así su labor secreta.

Un poco más de dos siglos después, la obra, así como se le presentó al conde, sigue sonando y hace parte de ese gran número de piezas que enriquecen el repertorio de música sacra, la que una inmensa mayoría de compositores, entre los que están los más recordados de la historia –como Mozart, Giuseppe Verdi y Ludwig van Beethoven–, decidieron hacer.

Según Gustavo Yepes, docente en el Departamento de Música de la Universidad Eafit, la música sacra es la que se dedica al servicio religioso, por esa razón es común escucharla por estos días de Semana Santa y hay registros de ella desde el siglo I hasta ahora.

“Se divide en dos grandes vertientes –explica el maestro Yepes–: la litúrgica, que es para el ritual oficial de la iglesia, himnos y cantos regulados por la autoridad eclesiástica, y la piadosa, que no tiene que ver con los oficios litúrgicos, sino con historias tomadas de la Biblia”.

Verdi, por ejemplo, estructuró su réquiem en siete movimientos o partes, y en ellos usa textos como el Kyrie (Señor, ten piedad) y el Sanctus. Esa pieza es para el maestro Yepes casi que teatral, escrita como una ópera, en la que el texto se expresa con la música.

Todos hicieron música sacra, afirma él, refiriéndose a los compositores de música clásica de la historia, y asegura que son pocos, tal vez contados, los que no. La razón es que la religión era un fenómeno social, cuenta el docente, y añade que cada músico hizo trabajos a su manera, guardando una relación con sus vidas religiosas.

Johann Sebastian Bach, por ejemplo, que según el profesor era un luterano, las hizo con una profunda fe, mientras que Mozart “fue una persona secular que compuso música religiosa con mucho gusto cuando se lo solicitaban”.

En otro extremo estuvo Johannes Brahms, que también hizo sonidos sacros como Un réquiem alemán, pero sin textos religiosos; de hecho a esta pieza la han llamado el réquiem ateo, pues son pocas veces las que se hace referencia directa a Dios, aunque es una meditación de Brahms sobre la vida y la muerte a partir de textos de la Biblia alemana de Lutero.

No solo se hicieron réquiems, esa es solo una parte de la música sacra. También hay misas solemnes, como la de Beethoven y Gioachino Rossini, y oratorios como los de Georg Friedrich Händel y el de Bach. Hasta Ígor Stravinski, que es considerado un contemporáneo, pues su música es del siglo XX, tiene una, la Sinfonía de los Salmos.

Todas esas obras, según el docente Yepes, además de ser ricas musicalmente, son místicas y serias. Wilfer Vanegas, violinista y fundador de Camerata Jaibaná, opina que es la música sacra es reflexiva y que está hecha con una espiritualidad que cualquier persona puede admirar.

No hay que ser religioso para escuchar alguna de ellas, tampoco hay que esperar a que llegue la Semana Santa para oírlas. Esta, junto a la profana, que es la hecha para ser interpretada o cantada fuera de los contextos litúrgicos o religiosos, ha pasado a hacer parte de la historia de la música y aún, siglos después de que se estrenaran porque un conde o un rey las encargó, suenan con la misma solemnidad y belleza que el compositor quiso transmitir.

Te puede interesar

El empleo que busca está a un clic

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD