viernes
7 y 9
7 y 9
Esos sueños ilustrados de Álvaro Barrios
A sus 73 años el barranquillero disfruta haciendo cómics y creando colores.
-
-
Los relicarios fueron conseguidos en anticuarios europeos. FOTO cortesía
03 de mayo de 2018
bookmark
Antes de visitar la tumba de Marcel Duchamp en 1983, Álvaro Barrios se rapó la coronilla como alguna vez lo hizo el artista francés. Similar al estilo litúrgico de los monjes cuando se hacían la tonsura para que entrara la luz celestial, en lugar de esto, el artista colombiano esperaba la luz creadora.
El maestro quería hacer algo con la obra de Duchamp, a quien considera como el más importante del arte del siglo XX y XXI. Colectó una serie de hojas de volantes que tenían impreso el perfil de Duchamp junto a un espacio para escribir los sueños que se le iban ocurriendo.
Cuenta Barrios (Cartagena, 1945) que ese fue un periodo muy creativo y fructífero, que le ha durado hasta la actualidad. Hoy, casi 40 años después, exhibe en la galería Duque Arango, hasta el 26 de junio, parte de “los sueños de Duchamp”: un conjunto de 20 pinturas, algunas fotografías, objetos y cuatro relicarios, que forman la exposición Luna, estrellas, sueños y basura.
La muestra tiene por base el cómic, formato que ha trabajado desde sus inicios y por lo que lo han encasillado en la etiqueta artista pop, aunque no lo vea exacto: “Decir que soy artista pop no es otra cosa que decir que soy un creador del pasado”, dice enfático.
Su obra hace parte de importantes colecciones internacionales como la del Museo de Arte Moderno de Nueva York o la colección Daros Latinamerica, en Zurich.
¿Cómo surgen las nuevas producciones?
“Nunca he pensado cada cuánto debo hacer un proyecto nuevo. No tengo inspiraciones tan rápido, ni muchas al año, las planeo. Van surgiendo solas y también al azar”.
Los sueños ilustrados técnicamente deberían ser 100 piezas, pero quizá no las llegue a hacer. En medio de ese proceso surge la idea de los relicarios que es más bien un pretexto.
Mi relación con Duchamp no es una relación de homenaje sino un diálogo que ha sido muy fructífero, más que como influencia como un apoyo; le ha dado carácter artístico a un gesto, no a una técnica”.
¿De dónde viene esa fascinación por el cómic?
“De mi infancia. Me encantaba el cómic porque lo encontraba similar al cine. Una serie de viñetas que hilan una narración y una historia que continuará”.
Da una sensación de algo cercano o algo entrañable.
“Alguna vez un crítico en El Tiempo dijo que yo era un “colorista delicioso”, me gustó mucho la definición porque daba la impresión de que el color se podía saborear. Desde niño me gustaban los colores que no eran primarios”.
También hay mucho humor.
“Trato de alejarme de personas que no tienen sentido del humor, porque creo que empobrecen la vida. Creo que el sentido del humor se tiene o no se tiene. En mi caso, aplico ese sentido que creo que es innato. Mis cuadros son como una clase de historia del arte que podría disfrutar un erudito o no. Me gusta que cuando la gente vea mis obras salga con una impresión amable”.
No es artista pop. ¿Cómo
se definiría?
“Los movimientos no existen. Si ves a grandes artistas de la actualidad como Ai Weiwei o Damien Hirst, ellos no pertenecen a grandes movimientos, y esto es porque en el mundo de hoy un mismo artista puede pertenecer a muchos movimientos. Hice cómic sin conocer a los artistas pop del momento –Lichtenstein, Warhol–. Era difícil saber qué estaba pasando en el mundo.
El mundo posmoderno no tiene movimientos; eso murió en el modernismo. Tal vez el último de ellos sea el movimiento pop. Ahora estamos en una especie de mar de conceptualismo, que no es un movimiento, porque cada artista tiene una manera muy particular de expresar sus ideas. Lo digo en el sentido de que siguen habiendo técnicas y formatos, cada vez más al servicio del concepto.”
Te puede interesar
El empleo que busca está a un clic
