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Por su trayectoria Angélica Gámez es reconocida como una de las mejores violinistas colombianas. Su historia de vida podría inspirar a cualquier músico o a aquel que quisiera serlo. Creció entre músicos, que la acogieron a ella y a su madre, y el aprendizaje fluyó igual que su pasión por el violín.
Hoy vuelve a Medellín, a presentarse con la orquesta Sinfónica Eafit, a tocar el concierto para violín y orquesta de Felix Mendelssohn.
Desde su recorrido como música, que inició muy joven, ¿qué le aconsejaría a quienes apenas empiezan?
“Son varios ingredientes. El primero es amar ese instrumento, estar seguro de que esa es tu pasión, que no sea un hobby. Muchos jóvenes creen que la música es una moda, y no es así. Es un arte en el cual hay que poner mucha pasión.
Además de eso, disciplina, y no parar de transitar. El Talento llega hasta cierto punto, por eso es tan necesario ser disciplinado. Hay que tener humildad y saber escuchar. Unir muy bien el oído, la mente y el corazón para hacer un perfecto diamante de artista. Y con todas esas características seguro se van a encontrar oportunidades”.
Usted pasó por el Mozarteum en Salzburgo, un sueño para muchos músicos. ¿Qué experiencia le dejó?
“Fueron tantas experiencias... El hecho de haber estudiado con el maestro Helmut Zehetmeier para mí fue importantísimo, no solo porque era una escuela súper reconocida, sino porque mi llegada allá fue bastante trajinada, muy luchada. Solo había cinco cupos para estudiar y nos presentamos al rededor de 125 violinistas de todo el mundo, en su mayoría orientales, y todos ellos tienen una escuela bastante sobresaliente. Todo esto fue difícil, sin embargo mi sonido y mi formación pudo ganarse una plaza”.
¿Ahora los músicos tienen más oportunidades para desarrollar sus carreras?
“Claro. En mi época eran escasas. Estábamos muy cerrados respecto a lo que pasaba culturalmente en el mundo. Ahora veo que lo músicos jóvenes están llenos de oportunidades inclusive acá en Colombia. No tienen la necesidad de salir para buscar profesores que los lleven a la excelencia porque acá en el país hay una cantidad de herramientas, universidades, orquestas como la Filarmónica Joven, la Academia Filarmónica, la Red de Escuelas, el Departamento de Música de Eafit y otras orquestas como la Sinfónica Nacional de Colombia, de la que soy concertino, allí hay un gran compromiso con los jóvenes”
De todas sus experiencias vividas, ¿cuál la hace sentir orgullosa?
“Es muy difícil catalogar la experiencia o el momento más importante, yo creería que es un conjunto de cosas. Por ejemplo, me siento muy orgullosa de poder conocer el mundo a través de mi violín y de que él sea mi tiquete directo hacia tantas culturas. Me hace sentir orgullo el poder mostrar una cara diferente, positiva de mi país, poder transmitir algo al público, a gente que no conozco, de diferentes procedencias, estratos, con historias tan diferentes de vida, que se toma el tiempo de ir a un concierto, sentarse, de disfrutar de la música, aún si son poco conocedores de la música clásica o culta, poderles servir de canal de comunicación, para que los demás puedan aliviar sus dolores o sacar algo de su espíritu para poderlo elevar a través de la música. Es como poder tocar sus corazones. Me siento orgullosa de poder transmitir mis conocimientos a mis estudiantes, en universidades y talleres, poder transformarlos, aportar algo en sus carreras, en sus vidas, a través de la palabra, del sonido, de los gestos”.
¿Qué le gusta del violín, y si no fuera el violín qué instrumento le gustaría tocar?
“Somos tan parecidos, me gusta su sonido, dulce, enérgico, apasionado, furioso, dramático. Sí, somos muy parecidos. Ellos se parecen al dueño, como los perros. Otro instrumento... tal vez el violonchelo, pero no sé si me hubiera gustado tocarlo. Simplemente el sonido me parece muy bello. Me hubiera encantado también, por ejemplo, poder cantar, cantar cómodamente; uno canta en la ducha, con los alumnos, pero cantar con la finura y la elegancia con la que lo hago en el instrumento, eso me hubiera gustado”.