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Excelente, aunque larguísimo, el primer concierto de Medejazz. Sensacional la noche cubana. Comenzó a las 8:30 de la noche y se prolongó hasta las 2:30 de la madrugada. Es demasiado tiempo para gente cansada y tomando trago fuerte. Los grupos tocaron como si estuvieran programados solo ellos.
El más aplaudido, por su variedad, fue el experimentado don Roberto Torres. Cercano a los 80 años, demostró y mostró experiencia e incluyó un amplio repertorio de ritmos: sones, guarachas, dos guajiras y un bolero -muy triste- que cantó a dúo, en un tono que captó la atención y la admiración del público que lo conoce por la difusión brindada por Latina Estéreo. Gustó tanto don Roberto, que el bailador pidió y él repitió Para que aprendas, tema con un marcado contenido social: “Desde la cárcel te escribo, querida madre del alma...”, en un entorno donde son cercanas las historias de amigos o familiares que han caído o están en prisión.
El Septeto Santiaguero (1995) y la Orquesta Aragón (1939) exhibieron antigüedad y calidad. Se excedieron en interpretar más de lo mismo. Creen que el paisa bailador se mueve con paso en tiempo de son rápido sin oír las letras.
Al Septeto Santiaguero y a la Aragón, les sobró son y les faltaron danzón, guajiras y boleros. A Rafael Lay le sugerí abrir la participación del grupo con un danzón -género bello y difícil de interpretar-, con el cual se acostumbraba inaugurar los eventos más elegantes en Cuba. Petición fallida. Arrancó vertiginosa la Orquesta con Son Sabroseado, siguió con Aprende muchacho, continuó con Cachita, hasta llegar a Tres lindas cubanas de Antonio María Romeu. La intervención fue a toda prisa. Había afán por volver a Cuba para estar cerca de la familia y los amigos afectados por los desastres del huracán Irma a su paso por la amada isla.
Queda la impresión de que los cubanos desconocen el gusto del público de Medellín y abusan al repetir un solo ritmo, alargar los coros. Hay que estrujarse la imaginación para cambiar recursos trajinados e innovar en el espectáculo.
Simplemente extraordinario el trompetista del Septeto Santiaguero, así como Lázaro González, el violinista virtuoso de la Aragón que volvió a lucirse en Tres o seis lindas Cubanas.
La representación colombiana, llevada con calidad y eficiencia por el experimentado pianista, arreglista y compositor Jorge Cotes, aunque contó con diestros e improvisadores músicos, se limitó a la repetición de covers —en la primera salida—, y al acompañamiento de don Roberto Torres, triunfador de la noche. Faltó disfrutar sus obras propias, que las tiene en abundancia. Los artistas colombianos aún cumplen un papel secundario, sin asumir el rol de creadores originales. Lo demanda el haberse constituido Colombia en el epicentro de la música del Caribe en la actualidad.
De todas maneras la conclusión es rotunda: quedamos muy entusiasmados y a la espera ansiosa del próximo espectáculo de Medejazz.