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La novela que desde este miércoles llevará consigo que se ganó el premio Alfaguara se llama Mañana tendremos otros nombres. El autor es Patricio Pron, el escritor argentino. Aunque concursó frente a 767 manuscritos con otro nombre: El museo de las relaciones rotas, y un seudónimo, No soy Stiller.
La obra fue declarada ganadora por unanimidad, dice el comunicado de prensa. Así lo acordó el jurado, que presidió esta vez el escritor español Juan José Millás, acompañado por los también escritores Jorge Fernández Díaz (Argentina) y Manuel Vilas (España), la editora Gunilla Sondell (Suecia), la directora de la librería Oletvm de Valladolid, Estrella García (España), y Pilar Reyes (con voz pero sin voto), directora editorial de Alfaguara.
Ellos dijeron que la pieza es “la fascinante autopsia de una ruptura amorosa, que va más allá del amor: es el mapeo sentimental de una sociedad neurótica en la que las relaciones son productos de consumo. Bajo la anonimia de unos Él y Ella, construye la historia de dos personajes que son vagamente conscientes de su alienación. Un texto sutil y sabio, de gran calado psicológico, que refleja la época contemporánea de manera excepcional y toma el pulso a las nuevas formas de entender los afectos”.
¿Quién es el escritor?
Patricio nació en Rosario, Argentina. Es doctor en Filología Románica de la Universidad Georg-August de Göttingen, así como autor de seis libros de relatos, el más reciente se llama Lo que está y no se usa nos fulminará. También de siete novelas, como No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (2016), Nosotros caminamos en sueños (2014) y El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (2011). En 2010 la revista inglesa Granta lo eligió como uno de los 22 mejores escritores jóvenes en español del momento, y el Alfaguara se suma a otros permios, como el Juan Rulfo, que ganó en 2004, el Jaén en 2008 y el Cálamo extraordinario en 2016.
Lea más: Una entrevista con Patricio Pron en 2016
¿De qué se trata la obra?
Se desarrolla en Madrid, en este tiempo, donde vive una pareja, Ella y Él, quienes se separan después de cuatro años. Ella es arquitecta, él es escritor de ensayos. Ella le tiene miedo al futuro, pero dio una razón para separarse, aunque no sea real: tiene un amante. Él está desconcertado por la nueva realidad, la de divorciado.
Esta es la reseña, según el comunicado de la editorial: “En el naufragio de la relación, por las grietas de lo que fue entran las amistades, sus consejos y sus vidas, la mayoría de las veces con más penas que claves. Es la generación de Tinder, de fotos de pretendientes que se borran con un dedo caprichoso, en la que casi todos quedan expuestos y a la postre desencantados. La ruptura de una pareja también dice mucho de un país, de su proyecto de convivencia. Y la radiografía de estos tiempos es dura: padres que lo son por obligación, experimentos de reinvención personal que son performances sin público. Ella y Él, ya próximos a los cuarenta, comienzan a habitar esos nuevos espacios posibles en paralelo, sin desgarros románticos pero con una fuerte añoranza misteriosa que tal vez vuelva a acercarlos”.
Y este es el inicio...
Una línea de luz había ido deslizándose por el suelo hasta alcanzar el montón de hojas de papel. Eso significaba que uno de los últimos días de ese verano estaba terminando, o comenzaba, Él ya no lo sabía. Durante una época solía jactarse de que podía dormir siempre y en todos los sitios, solo tenía que cerrar los ojos y un instante después el mundo diurno terminaba. Pero en ese momento llevaba dos días sin dormir, y se preguntaba si alguna vez recobraría esa capacidad suya.