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La firma de arquitectura y diseño holandesa ZUS (Zonas Urbanas Sensibles) logró hacer en 2011 lo que nadie había hecho en el mundo: construir un puente público en Rotterdam, Holanda, a través de un crowdfunding.
Este modelo les permitió recaudar dinero de gran cantidad de ciudadanos, que pagaron colectivamente por la obra. Con este se conectaron varias zonas centrales que perdían interés urbanístico.
El proyecto les permitió transformar y renovar este espacio deteriorado y abandonado, y hacerlo habitado y sostenible.
Esta oficina de arquitectura, con estudios en Róterdam y Nueva York, le propuso al Museo de Antioquia hacer un nuevo edificio, aledaño a su sede actual, para conectarlos con la comunidad. La propuesta es hacer en el parqueadero cuatro torres que contengan espacios, que además, sean sostenibles.
El museo desnudo, como le llamaron al proyecto en ciernes, incluye quitarle los techos al actual edificio y dejarlo a cielo abierto. Kristian Koreman, socio de ZUS, explica que buscan que el público se apropie del espacio: “Las estructuras abiertas ayudan a especular qué tipo de funciones y usos necesitaría Medellín y el Centro”.
Por ahora estas dos ideas están expuestas como maquetas en la muestra Polis. Hacia la reconstrucción política de la ciudad. Los socios de ZUS por ahora planean hacer reuniones con políticos, la comunidad y la academia para socializar e intentar hacerlo realidad.
Nydia Gutiérrez, curadora jefe de la institución, comenta que lograr el apoyo colectivo para el bien común es un modelo que se ha perdido en la sociedad. “La importancia del mercado inmobiliario lleva a que las decisiones se tomen sobre otras prioridades”.
Las propuestas de ZUS, por ejemplo, muestran alternativas para hacer ciudad. Gutiérrez, quien también es arquitecta, explica que es “construir de abajo para arriba según la necesidad de sus habitantes”.
La exhibición Polis sigue en el vestíbulo, a medio camino de las salas temporales. Juan David Henao propone una instalación que relaciona la tierra y la cerámica con la agricultura y el maíz. Para el artista, este alimento simboliza los asentamientos humanos y la creación de civilizaciones.
“La ciudad no es el ágora o parque, como la conocemos hoy. Esta tiene una conformación ancestral distinta; por ejemplo, el alimento”, dice Henao, mientras termina de colgar capachos de barro para completar el gajo de maíz.
Esta pieza es de las pocas obras “artísticas” que tendrá la muestra. De hecho, Nydia Gutiérrez aclara que desde el Museo reflexionan sobre el alcance de las llamadas prácticas artísticas contemporáneas.
“Hoy hablamos de un arte participativo, y un Museo como este debe abrirse a los ciudadanos”. La Sala Temporal Sur tiene tres proyectos comunitarios locales: Agroarte, las Huerteras del Centro y Nuestra Gente, iniciativas que han transformado la ciudad con espacios para el bien común.
En lugar de propuestas convencionales (pinturas, esculturas, grabados), la institución presenta 15 participaciones, entre internacionales, locales e institucionales. Se inaugurará el 20 de octubre.