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Empezó la Fiesta del Libro: conversación con el escritor Luiz Ruffato

Faltan seis días para una nueva edición de la Fiesta del Libro y la Cultura. Luiz Ruffato es uno de los escritores invitados.

  • El brasileño es uno de los autores que estará en la Fiesta del Libro. Por primera vez hay un país invitado, Brasil. FOTO cortesía fiesta
    El brasileño es uno de los autores que estará en la Fiesta del Libro. Por primera vez hay un país invitado, Brasil. FOTO cortesía fiesta
05 de septiembre de 2017
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Aunque Luiz Ruffato se graduó como periodista, hacer entrevistas le daba pena. Por eso se refugió en la redacción más que en la reportería, hasta que en 2003 se dedicó a la literatura.

Este camino lo ha llevado a publicar libros de cuentos y novelas como Domingos sem Deus, premio literario Casa de las Américas 2013, o Ellos eran muchos caballos, que recibió el premio APCA de la Asociación de Críticos de Sao Paulo.

Es una de las figuras imprescindibles del panorama cultural brasileño contemporáneo, y estará en la Fiesta del Libro conversando con Evelio Rosero y Julián Fuks. Además, presentará la traducción de De mí ya ni te acuerdas (2016), una colección de cartas que desde la ficción revisa la dictadura brasileña del siglo pasado.

¿Para quién se escriben

las novelas?

“La lectura es transformadora. No es por nada que los dictadores, antes de cualquier cosa, prohíben la circulación de los periódicos, de los libros. La lectura tiene un aspecto paradójico. De todas las artes, es la más excluyente: para que alguien acceda a una obra de teatro, a una canción, a un cuadro o a una pintura, no hay necesidad de educación formal anterior. Leer un libro, en cambio, requiere una alfabetización previa, pero al mismo tiempo la literatura, por ser un momento único de confrontación con nosotros mismos, permite una reacción radical y un cambio. Por eso, en nuestras sociedades ni siquiera los partidos de izquierda priorizan la educación. Pues quien lee, piensa, y el que piensa no acepta la injusticia y lucha contra el egoísmo.

El alto índice de analfabetismo total y funcional en los países latinoamericanos es intencional. Les sirve a las élites para dominar mejor y mantener sus privilegios de clase. La educación aquí es un lujo, no un derecho. Así, el trabajo del escritor se convierte en algo más complejo, porque no se limita a publicar libros, sino que debe tener como horizonte la formación de un público lector y la injerencia en el debate intelectual. Lo que debería preocuparnos, entonces, es la ampliación del acceso de la población a una educación de calidad, pues de esta forma la literatura tendría un papel importante en la sociedad”.

En sus novelas muestra un interés no solo por las clases obreras soslayadas sino por revelar la existencia de esas personas en la historia del Brasil, ¿por qué?

“Pienso que esto no es solo una característica de la literatura brasileña, sino en general de la literatura latinoamericana. La nuestra o abarca el mundo de la clase media alta o el de los bandidos, nunca el de la clase media baja, el de los trabajadores. Y esto es porque los escritores escriben sobre lo que conocen o sobre lo que imaginan que conocen. Y el mundo del trabajo no les ofrece el glamur, por ejemplo, del mundo de los bandidos.

No es que yo tenga nada contra esos temas, claro. La literatura latinoamericana ha producido, durante décadas, grandes narrativas sobre esos universos. Es apenas una constatación de que el universo del trabajo, que representa la mayor parte de la sociedad, no ha tenido gran cabida en la literatura. Una de las mayores influencias en mis obras de ficción son los historiadores de la Escuela de los Anales, que hacen historia con fragmentos de la historia, es eso lo que busco en mis libros”.

¿Cómo se vincula esto con una obra experimental como Ellos eran muchos caballos?

“Una de las grandes preconcepciones que hay en el mundo literario es que para escribir sobre la clase media baja o sobre la clase trabajadora hay que ser naturalista o demagógico. Yo creo que esa es una visión fascista del poder en la literatura. La calidad de una obra no tiene que ser baja para ser comprendida. Pensar así es creer que también entre lectores hay clases sociales; aquellos que comprenden la ‘alta literatura’ y aquellos para quienes está reservada una ‘literatura mediana’. La literatura debe comprometerse apenas con ella misma”.

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