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“Vea, usted no puede irse sin comerse un ‘Tapao’ (pescado), eso es tener el paraíso en su paladar. Para prepararlo debe tener ‘Chilaran’ y ‘Chilangua’, sin eso la esencia se pierde y solo se consigue aquí. Luego le puede ir agregando su platanito, agüita de coco y lo más importante las góticas de limón, porque sino quedará cojeando, y ahí sí péguele”.
Quien habla es Clara Jimena Hinestroza, a sus 21 años conoce el arte de la gastronomía como pocos, pasando los últimos años al frente de varios fogones en el municipio de Tumaco (Nariño). Ahora, Clara es una de las aprendices de la ‘Escuela Taller de Tumaco’, programa del Ministerio de Cultura que forma a estudiantes en oficios tradicionales como la cocina del Pacífico y la construcción.
Fue en 2015 cuando se fundó la ‘Escuela Taller de Tumaco’ con 31 becarios de la zona rural y urbana del municipio y, hasta la fecha tiene 70 egresados. De estos, el 53% está trabajando en restaurantes y proyectos de construcción; mientras que un 13% decidió continuar sus estudios en universidades con carreras relacionadas a lo aprendido en la escuela. Este establecimiento educativo es uno de los diez de su tipo que existen en el país y que han beneficiado a cerca de 22.000 jóvenes en 26 años.
Aprendices de paz
“Yo cada día que me levanto le doy gracias a Dios por estar en la escuela. Allí no solo aprendo de cocina sino también a ser persona. Mi idea es ayudar a mi gente, a los niños que están un poco desorientados para guiarlos hacia un futuro mejor, como el que yo visibilizo para mi vida. Tumaco tiene cosas maravillosas que lastimosamente nunca son contadas, y es por eso que la imagen del conflicto ha tomado tanta fuerza y oculta lo demás, pero hay que cambiar ese chip”, afirmó Clara.
Y es que como dice esta tumaqueña la ‘Perla del Pacífico’ como es conocido Tumaco, ha vivido momentos de tensión debido a la guerra entre disidencias de las Farc, grupos paramilitares y bandas criminales (Bacrim), las cuales se disputan el área de control en este municipio estratégico para la navegabilidad.
Sin embargo, en cuatro días (entre el 23 y 27 de julio) se buscó cambiar ese panorama y dar paso al arte que, junto a la Escuela Taller, la Fundación Manglaria y la Escuela de Música Nuevo Horizonte de Tumaco, se creó el primer festival cultural ‘Tumaco Vive’. Un evento del cual fueron protagonistas lo ancestral, manifestado en conversatorios, cocina, danza, música y literatura con 250 artistas invitados.
Para el coordinador nacional del programa ‘Escuelas Taller’ del ministerio de Cultura, Carlos Augusto Albán, esta muestra es pilar en la construcción de paz de este municipio para que la huella de la violencia no sea imborrable como hasta el momento ha permanecido.
“Con el fin de visibilizar el talento artístico de los tumaqueños y cambiar la imagen de conflicto que cobija a este lugar decidimos realizar este primer festival que integra el patrimonio cultural y humano de esta región y que es muchas veces pasado por alto debido a la violencia”, dijo Albán.
Como en Tumaco, actualmente en el país hay 10 escuelas taller más que se distribuyen por el territorio nacional en lugares como Cartagena, Mompox, Barichara, Salamina, Tunja, Bogotá, Buenaventura, Quibdó, Cali y Popayán y las cuales benefician entre 50 y 60 estudiantes por cada una, siendo un total de 650 jóvenes. Así mismo, el programa es financiado por el Gobierno Nacional, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y la Cooperación Española, entre otras.
“Las escuelas están ubicadas donde vemos que se debe rescatar el patrimonio cultural y lo que se busca básicamente es formar jóvenes que han superado la vulnerabilidad. Yo prefiero decir que han superado la vulnerabilidad a vulnerables porque el solo hecho de aceptar la oportunidad de estar en las escuelas, pese a su situación de temor, es de valientes porque se nota la pasión al querer transformar sus vidas y encuentren herramientas para construir la paz”, añadió el coordinador nacional del programa ‘Escuelas Taller’.
Para este periodo, la escuela tiene 37 aprendices entre cocina y construcción apostándole a jóvenes entre 16 y 30 años de edad que estén en situación de riesgo, exclusión social, peligro de reclutamiento por grupos armados y vulnerabilidad socioeconómica y que se ubiquen en estratos 0 y 1.
Clara Hinestroza resalta en este aspecto que “muchos de los que están acá vieron la oportunidad de unirse a grupos armados y comenzar a cobrar vacunas. Pero estos espacios han ayudado a que quienes reciben esas propuestas las rechacen y eviten problemas”.
La cura del alma
Y es que para los organizadores del festival, estas iniciativas culturales están en una constante disputa un “tire y afloje”, por los jóvenes que pueden dejarse seducir por la guerra. En medio de esto y a parte de la cocina, el teatro también es una manifestación que se levanta como cura de las heridas que ha dejado el conflicto armado en las matronas de la región.
“En Tumaco uno encuentra las historias más estremecedoras. Hay mujeres que vieron como las violaban y otras como perdían a sus hijos sin razón alguna, solo por estar en medio de una guerra sin sentido”, indicó Lina Duque, coordinadora del teatro en el festival.
Según ella, el objetivo del festival es llamar la atención de los jóvenes para alejarlos del conflicto y que tengan otra oportunidad de vida. “Nosotros recolectamos a los jóvenes para que estén en nuestros talleres, a veces es muy complejo porque es una disputa con la guerra. Lo que buscamos al rescatar las raíces de esta tierra es que los chicos se empoderen y logren decirle no a la violencia, que tengan sueños y más aún que los hagan realidad”.
Mary Cruz Cruel es la directora de la obra de teatro ‘El olvido está lleno de memoria’, el cual fue presentado durante los días del festival con el objetivo de sensibilizar a los asistentes. Así como ser una herramienta de libertad y expresión para los sentimientos resguardados por de las víctimas.
“La obra nació en 2013 bajo el techo de la arquidiócesis de Tumaco con el objetivo de hacer un homenaje a las personas asesinadas por el paramilitarismo y demás grupos armados”, dice Mary.
“En nuestra obra trabajamos bajo los rituales afro, porque los que mueren a manos de la guerra son inocentes y nuestra simbología busca ayudarlos a pasar de la tierra al paraíso y precisamente lo llamamos ‘El olvido está lleno de memoria’ porque tenemos que recordar lo pasado y desde allí construir un presente y futuro mejor”, manifestó Mary.
En ese contexto, la directora de la obra concluye “el teatro libera, tantas cosas fueron calladas que ahora salen en las obras. Nosotros no buscamos inspirar lastima o nos dicen que no olvidamos; pero claro, cómo vamos a olvidar si a más de uno nos han arrasado media vida por las armas. Debemos recordar el pasado para no volvernos a equivocar, y el teatro nos lleva a hacerlo para sentirnos libres por fin”.
Desde Tumaco las esperanzas se mantienen y buscan poder continuar dándole vida al festival para que no solo quede en una ocasión, sino que sea una herramienta tradicional para la construcción de la paz en el marco del posconflicto.