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Plecto Galería estuvo en silencio los primeros tres meses del año. Liliana Hernández, su directora y fundadora, estaba reflexionando una nueva ruta. Ya era tiempo de pensar algo más.
“Cuando yo fundo Plecto en 2012 propongo una visión a mediano plazo y, como un hecho muy sincrónico, los primeros tres años la galería tiene una sede y se va volviendo una plataforma de gestión, promoción y difusión del arte, como digo yo, sin prisa y sin pausa. Llega un momento en que las cosas, por su propia naturaleza, van pidiendo expansión”.
Coincidió el silencio con un espacio en Laureles, una esquina de color blanco. Apareció este lugar con unas características arquitectónicas particulares, exactas para una nueva etapa física de la galería. “Es como si el universo se hubiera confabulado para este nuevo proyecto y, cuando se tiene un espacio distinto, con más amplitud, empiezan a suceder otro tipo de aperturas”.
La casa en la que Plecto abrió sus puertas por segunda vez fue diseñada por Víctor Sierra. Lo que hizo fue reapropiarse de un espacio tradicional y, precisa la directora, convertirlo en un espacio de orden contemporáneo.
En la definición de la propuesta Liliana se unió a unos asesores que permitieron crecer la idea y sumarles a la experiencia de la gestión y las curadurías de autor, una expansión del componente curatorial.
Y dieron el primer paso. Invitar al fotógrafo-artista Luis Morales, bajo la curaduría de Luis Fernando Valencia. Empezaron a trabajar “como siempre ha sido el concepto y la forma de trabajar nuestra: articulando otros escenarios, otra gente, otros profesionales. Yo tengo claro que uno solo no puede hacer las cosas”.
Artificios, la obra de Morales, inauguró la nueva sede. En ese trabajo conjunto, hay una propuesta más grande: volver a esta galería un centro cultural en este barrio o, comenta Liliana, un espacio de arte contemporáneo donde se teje una red para ser, incluso, una plataforma de restitución de memoria de Laureles. En esa construcción están.