viernes
7 y 9
7 y 9
A Alirio González Pérez siempre se le escuchaba decirles a los padres de familia “ese niño tiene con qué llegar a ser un gran beisbolista; no lo dejen perder, tráiganlo al estadio que aquí lo moldeamos; tiene pinta de pelotero”.
Y con ese cuento infundía ánimo tanto a quienes se mostraban como lo que siempre denominó “grandes prospectos” como a quienes, de verdad, no tenían nada en la pelota. “Es para que no dejen el estadio vacío”, contó alguna vez en charla de amigos en la que fuera por mucho tiempo su oficina: la Liga de Béisbol de Antioquia en el diamante Luis A. Villegas.
Persistente y querido; jocoso, promotor de deportistas, entrenador de chicos, dueño de un equipo-escuela de béisbol, dirigente, periodista y hasta propietario de lo que llamó su periódico-tabloide en el que daba cuenta de sus dos pasiones: el béisbol y la prensa.
Por su parte, Juan de Dios Urquijo Cardona nunca escatimó esfuerzo alguno para promover el deporte. Se subía al ring, llevaba el balde, la toalla, ponía los protectores, cargaba el micrófono, ponía sillas, armaba el cuadrilátero, se sentaba en la mesa técnica, charlaba con entrenadores y boxeadores, hablaba con pasión tanto de este deporte como del béisbol -su otro amor-, o de ajedrez, sóftbol, tenis.
Incansable y gran conocedor del manejo directivo del deporte. Había que atajarlo. “Qué hubo mijito; sí mijito, bueno mijito”. Para todo el mijito que nunca desamparó. Sonriente y dicharachero. Cariñoso. De humor fino. Hombre de anécdotas. Este sí era un verdadero papá, el papá de todos. Conocedor del deporte, de la técnica, el manejo y hasta los “intríngulis”.
Coinciden muchos en que ha sido uno de los grandes dirigentes históricos del deporte antioqueño y, por lo menos, del boxeo, el más importante.
Alirio y Juan de Dios eran más que hombres del deporte, amigos con causa. Veteranos y de esos que nunca, incluso en la enfermedad, dejaron los escenarios por los que se pasearon por casi cincuenta años.
“Algún día Alirio me dijo: ‘a los deportistas hay que tratarlos como a los caballos de paso: primero darles buena comida y después sacarles el jugo’. Siempre fue una persona entregada a la causa del deporte. Juan de Dios, un brillante dirigente, como pocos. Entregado y preocupado por sus ‘negritos’ como cariñosamente siempre tildó a los boxeadores. Algo en lo que coincidían era que, ante todo, querían que los deportistas que manejaban fueran personas”, cuenta Abelardo Parra, entrenador de boxeo de Antioquia.
La muerte se los llevó a los dos, coincidencialmente esta semana. Pero más que un vacío -la vieja frase de cajón que se utiliza cuando nada hay que decir de quien se va-, Alirio y Juan dejaron mucho para aprenderles; sus enseñanzas de hombres que con poco hicieron mucho. Paz en sus tumbas .