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Miguel Ángel Borja es el delantero de moda del fútbol colombiano. Sufrió mucho en el último partido de la semifinal, ante Cerro Porteño, porque le tocó verlo desde uno de los palcos del estadio debido a la sanción que traía del duelo de ida.
Ahora se prepara con todo para mañana (6:45 p.m.) ser hombre fundamental en el primer partido de la final de la Copa Suramericana ante el Chapecoense. Eso, sin olvidar las aspiraciones que tiene en el Mundial de Clubes.
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¿Creía que iba a ser ídolo tan rápido en Nacional?
“Desde niño me veía jugando en un equipo grande, y de una les dije a mis padres que los iba a sacar adelante siendo futbolista. Para mí fue una bendición que Nacional se fijara en las condiciones que tengo y también un compromiso al que, creo, he cumplido hasta ahora”.
¿Para llegar acá tuvo que hacer muchos sacrificios?
“Uff, demasiados. Primero acompañaba a mi hermano Wálter a entrenar y a veces ni comía por estar jugando. Después fui bendecido al recibir una beca en la escuela Ponygol. América se fijó en mi talento, pero veía muy difícil jugar y entonces me decidí, muy joven, a buscar nuevos horizontes y ahí vino lo difícil, que fue estar lejos de mi familia. Estuve en Italia y Argentina para llegar más maduro a Santa Fe en 2015 y, aunque mi estadía en ese equipo fue corta, alcancé a ser campeón de la Copa Suramericana”.
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¿Es decir, ya sabe lo que se siente ganar este título?
“Sí y es tan especial como fue el de ganar la Copa Libertadores con Nacional, pero esos no son logros míos, porque como cuando celebro un gol no soy yo, es Dios”.
Después de esta final se viene el Mundial de Clubes, ¿qué le genera?
“Cuando uno se aferra a Dios, Él te va mostrando nuevos retos y caminos para lograrlos. Así como Cortuluá fue un trampolín para llegar acá, Nacional es un paso a cosas más grandes e importantes y el Mundial de Clubes hay que disfrutarlo al máximo y con la convicción de ganarlo. Este torneo genera pura alegría”.
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¿El hincha verde lo podrá disfrutar a usted por mucho tiempo?
“Si por mi fuera podría quedarme toda la vida, pero es Dios el que decide nuestro camino y hay que disfrutar del presente. Por eso salgo al terreno de juego con la fe de hacer las cosas bien”.
¿A quiénes les agradece llegar hasta acá?
“Hay mucha gente que me ha ayudado en este camino, pero no sería nadie sin la ayuda de mi madre Nicolasa, que siempre se esforzaba para que yo tuviera ropa, comida y que nunca me faltara nada. Es la mayor cómplice de mi obsesión y mi sueño en el fútbol”.
¿Cómo encarar el partido de mañana?
“Como siempre los encara este equipo, con la convicción de ir a buscar el resultado. No solo es el partido de mañana sino también el definitivo en Brasil. Sería muy lindo viajar a Japón con un título más. Tenemos que respetar al rival para superarlo”.