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En vísperas de ese mal inicio liguero ante Tolima (caída 1-2), Jorge Almirón soltó una frase ante la prensa que pasó desapercibida por la avidez de los presentes de sacarle algunos nombres al estratega sobre el delantero faltante en el club verde.
“Tenemos que buscar recursos. No todo se soluciona con un delantero. Debemos intensificar el trabajo con pelota quieta en los entrenamientos”, dijo el argentino.
Respuesta que sonaría a obviedad o excusa si no se tuviera aún viva la resaca del Mundial de Rusia que marcó el récord de mayor cantidad de goles a balón parado en al historia del torneo, con 73 anotaciones por esta vía, equivalente al 435 de los goles totales (169) que dejó el certamen.
En Rusia, la táctica fija, menospreciada en los últimos años por algunos técnicos de corrientes puristas, recuperó su importancia dentro de la dinámica del juego.
Gareth Southgate, técnico de Inglaterra, el equipo que más provecho le sacó a este concepto, explicó de forma sencilla porqué las pelotas quietas deben ser un factor clave en el fútbol de élite:
“La táctica fija es una forma de romper con la imprevisibilidad. Si la preparas obsesivamente, casi al punto de la perfección, es un factor que tiene grandes probabilidades de desarmar al rival”, sostuvo el técnico semifinalista.
Ahora bien, tomar la pelota quieta como un arma para aliviar los males ofensivos que acarrea el equipo es apenas el principio para Almirón, porque lo cierto es que Nacional tiene un rezago en esa materia de tiempo atrás; en la Liga Águila-1, el verde paisa solo marcó dos goles a balón parado descontando los dos de penal que anotó Dayro Moreno.
El mismo Daniel Bocanegra confesó, en noviembre pasado, que habían dejado de entrenar los tiros libres. Aunque no hacía mucha falta que él lo dijera, porque la estadística es evidencia suficiente: el último gol de tiro libre de Nacional fue ante La Equidad, el 30 de septiembre de 2016, obra del propio Bocanegra.
Quiere decir que pasaron 106 partidos desde el último tanto verdolaga por la vía del tiro libre.
Revertir esta situación y convertir en aliada esta herramienta ofensiva, requiere de un alto compromiso por parte de los jugadores; prácticas extemporáneas tras los entrenamientos, “regalar” algunas horas extras de su tiempo, ser propositivos, coinciden entrenadores.
Algo que nadie va a obligarles a hacer, pero que puede repercutir profundamente en los objetivos que se trazaron como equipo y que hoy parecen confusos .