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Durante 10 minutos serán su bicicleta y él, de rodillas frente al Cristo de la Catedral de Armenia. Dentro de su cabeza no cabe el ruido del anunciante en la plaza que avisa que faltan 20 minutos para largar la carrera hacia Manizales.
Solo en el templo del Señor puede encontrar la fuerza que necesita para volver a su casa tal como lo hizo hace un año. Feliz, seguro de sí mismo y con la cabeza en alto. Y es que desde que ganó la Vuelta a Colombia (2017), Aristóbulo Cala ha tenido momentos difíciles.
“Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos los lugares en donde vamos a estar este día”, reza Aristóbulo con las manos elevadas a la altura de su pecho.
“El prólogo en Pereira fue un aterrizaje duro a la realidad. Confiaba que el cuerpo estuviera recuperado para empezar una buena defensa del título. “Pero los favoritos estuvieron fuertes”, reconoce.
“Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos nuestro trabajo material y espiritual, los negocios de toda nuestra familia, y los vehículos, las carreteras, los aires, las vías y cualquier medio de transporte que habremos de utilizar”, implora cerrando fuerte los ojos.
Por el tiempo en el que trabajó tallando madera en una carpintería en San Gil Cala pulió el don de la paciencia. Aún así, el ruido que se amontonó alrededor suyo durante los últimos doce meses no deja de incomodarlo. Que la fortuna se le acabó, que no tiene como ratificar el título, que ni cabe entre los favoritos.
“Cuando me entregaron la camiseta de campeón en Pereira el año pasado sabía que no era solo motivo de alegría. También sabía que adquiría una responsabilidad grande con mi equipo, mi familia, con el ciclismo del país y conmigo mismo”, asegura mirando hacia el frente y, a veces, al interlocutor.
“Ahora confío en que con la montaña voy a empezar a recuperar la fuerza y a sacudirme de esa sensación que tuve el domingo en el prólogo. No me parece bien sentirme así cuando sé que tengo a mi mamá y a mi papá en casa orando por mi”, dice “Calita”, como se le conoce.
“Porque Él ordenará que sus ángeles te guarden en todos tus caminos”, invoca. La etapa está por comenzar. Cala cubre su torso con la cruz que traza su mano derecha y sale con su bicicleta. Afuera lo espera una señora que lo bendice. “Yo le tomé una foto mijo, porque me alegró verlo orar con ese fervor. ¿Cómo se llama usted?”, le pregunta. “Aristóbulo Cala, con be larga”, contesta y sonríe.
“¿Y usted va de primero? Es que le veo el número uno en la camisa”, interroga. “No, señora, es el número que tengo”, aclara. “Ah, pero vea quedó con un buen número”, replica. “Sí, como el año pasado quedé campeón, entonces es por eso”, dice tímidamente.
La señora pide su número de celular para enviarle la foto. Él se lo da sin problemas y promete verla en la tarde cuando llegue a Manizales.
Bajo la carpa revisa la hoja de resultados tras llegar octavo a 19 segundos del ganador. En los informes de prensa algunos anticipan que con el tiempo que perdió respecto al líder Juan P. Suárez sentencia sus aspiraciones. “Todo es conforme se mire. Ahora estoy entre los 15 de la general y siento otras sensaciones”, dice todavía agitado. “Los míos creen en mí y yo también. Eso es lo que cuenta”. Sonríe y se persigna.