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Molano, otra realidad al sprint

El boyacense inscribió, por primera, vez su nombre en la madre de las carreras nacionales.

  • En Palmira, Molano terminó dos veces segundo durante la carrera Colombia Oro y Paz, en febrero, detrás de Fernando Gaviria. El boyacense no tuvo rival ayer al sprint. FOTO FEDECICLISMO
    En Palmira, Molano terminó dos veces segundo durante la carrera Colombia Oro y Paz, en febrero, detrás de Fernando Gaviria. El boyacense no tuvo rival ayer al sprint. FOTO FEDECICLISMO
07 de agosto de 2018
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Después de recorrer 190,7 kilómetros bajo un sol a plenitud, alzar los brazos, al sprint, tras dejar atrás por varios metros a sus rivales, es una culminación perfecta.

La mirada afable de Sebastián Molano, contrasta con la altivez que demuestra en el embalaje y que ayer le sirvió, con sobrada capacidad, para ganar la primera etapa de la Vuelta a Colombia que se disputó entre Pereira y Palmira, a través de poco más de cuatro horas con el paisaje de los campos profundos y los interminables cañaduzales del Valle del Cauca.

De su papá y su profundo amor por el ciclismo, el boyacense de 23 años aprendió que solo la disciplina y la gratitud devuelve los sacrificios que se dejan en carretera.

“A veces, en algunas carreras acá, la gente me dice antes de las etapas de sprint: eso es suyo, nadie se lo quita Sebastián. Pero aunque trabajo para que así sea, lo único que lo mantiene a uno por el camino es el respeto por los rivales y el agradecimiento con los compañeros, así como el cuerpo técnico que se levanta todos los días intentando hacer de uno un mejor ciclista”, dice el velocista del equipo Manzana Postobón.

Sabe que algo bueno se está cocinando en el mundo del pedal en Colombia con los corredores de la estirpe nueva a la cual pertenece.

Ayer, un par de horas antes de su triunfo en la ardiente Palmira, otro colombiano, Álvaro Hodeg, se quedaba con la tercera etapa del Tour de Polonia y de paso con la camiseta de líder, tras intentar dos embalajes previos en los cuales quedó corto. Esta vez fue para él. Y el futuro parece ser para ellos, los que se traman su protagonismo en los violentos metros finales, donde la gloria o el insondable cansancio del derrotado están separados, muchas veces, por centímetros.

“Sí, se nos siguen abriendo las puertas a los velocistas nacionales. Apenas hace un tiempo los colombianos teníamos que resignarnos a aparecer en la montaña y pasar completamente inadvertidos en esas emocionantes etapas con final llano”, dice sonriendo.

“Pero ahora es diferente con lo que han hecho Fernando Gaviria y Hodeg. Ganar en Europa es decirles que todas las competencias que hacemos en Colombia están llenas de talentos en todos los terrenos. Tres veces crucé la meta como primero en Europa (una en la Comunidad Madrid y 2 en Vuelta a Alentejo) y trabajo con paciencia para seguir lográndolo”, apostilla.

En lo que resta de la Vuelta a Colombia, este embalador de 1,82 metros de estatura, tendrá otras tres fracciones para brillar con su pura potencia, en una Vuelta que se inserta dentro de una de las más duras en cuanto a trazado montañoso.

“La montaña sigue siendo el sello del país. Pero nosotros los embaladores tenemos nuestro lugar. Trabajar individualmente bien y lograr cosas es la manera de aportarle al ciclismo nacional. Si lo de ahora es bueno, lo que viene puede ser para que en cada etapa de eventos internacionales haya alguien que ponga la bandera colombiana al frente de la emoción”, sentencia el campeón panamericano de ruta.

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