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“Pienso que pisé una de las líneas blancas de la carretera y perdí mi llanta frontal”, explicó Chris Froome en la meta, con su rodilla derecha muy vendada y rastros de una dura caída. “Estoy bien, tengo suerte de que nada se haya lesionado seriamente. Un accidente como ese podría causar cualquier cosa y me siento agradecido de no haberme lesionado. Uno nunca tiene un día tranquilo en el Tour”.
Con su camiseta desgarrada, sangre goteando de su pierna derecha, con cortes y golpes en su espalda y sangre en su codo derecho, Froome lució comprensiblemente incómodo en la bicicleta de su compañero Geraint Thomas.
Pese a las circunstancias, Froome alcanzó al pelotón de favoritos en un brutal ascenso final a Le Bettex y apenas lograron descontarle pocos segundos. “Fue grandioso para mí contar con compañeros desde el principio hasta la meta, con Wout en particular y todos los demás. Fue un enorme esfuerzo en equipo y se siente grandioso estar un día más cerca de París”.