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Nacional, más allá del glamour

La zona de confort, un padecimiento que el cuadro verde podría abolir con voluntad en 2019.

  • Sebastián Gómez y Édison Restrepo, juveniles con historias diferentes que podrían converger en Nacional. FOTOs archivo
    Sebastián Gómez y Édison Restrepo, juveniles con historias diferentes que podrían converger en Nacional. FOTOs archivo
18 de noviembre de 2018
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Por juan felipe zuleta valencia

“Yo duermo con la puerta abierta, el que quiera puede entrar a cualquier hora”. La frase es una de tantas que dijo Oswaldo Zubeldía y que quedaron clavadas en la memoria de Hernán Darío Herrera, alumno aventajado del maestro argentino que hizo historia con el elenco verde en los años 70.

Según cuentas, la frase, una inteligente analogía de Zubeldía para mostrarles el camino de la confianza a sus jugadores, fluyó de boca de aquel varias veces mientras estuvo en Nacional, como tantas otras máximas que quedaron para la posteridad.

Una de esas veces fue en la celebración de la tercera estrella, en diciembre de 1976, ante Caldas, dirigido por Gilberto Osorio, el hombre que más partidos disputó con la camiseta de Nacional y que tuvo una despedida injusta y triste como pocas del club al que le entregó todo. Pero esa es una historia para otro momento.

Volviendo al hilo principal, aquel título mereció una inolvidable recepción en Manizales, donde Zubeldía, satisfecho por el que sería su primer logro, daría, entre copa y copa, varias máximas que habrían de regir al club en los años siguientes. Fueron años en los que reinaron la disciplina, el talento y la solidaridad en el club. Eran otros tiempos, en definitiva.

Hablando de Manizales, y el lector disculpará el salto arbitrario de época (al final del texto encontrará seguramente las razones), Nacional se hospedó hace pocas semanas en el lujoso hotel Termales del Otoño, a las afueras de dicha ciudad para disputar ese doble juego ante Caldas.

La comodidad que ofrece la institución a sus jugadores no es noticia, desde luego. Así ha sido casi siempre. De hecho, las únicas penurias económicas que vivió el club fueron en sus primeros quince años de vida. El porqué de esta referencia también llegará más adelante. Mientras tanto, vamos a contar esta historia de Sebastián Gómez y Édison Restrepo, dos canteranos verdolagas que hace pocos días vivieron desde el lado de Leones la eliminación increíble del cuadro verde.

Anhelos y agüita hervida

Resulta que Sebastián y Édison, hijos de la entraña verdolaga pues se formaron desde la escuela del club, salieron un día de la institución en busca de oportunidades en el fútbol competitivo y de experiencia. Obvio, con la ilusión de siempre: volver a casa.

“Yo llegué a Nacional a los siete años (...) Si me preguntan cuáles son mis momentos favoritos de la vida, podría olvidarme de varios, pero nunca del día en que debuté en el Ponyfútbol con la camiseta verde”, recuerda Édison, zaguero, capitán y baluarte de Leones a sus 21 años.

La llegada de Sebastián al cuadro verde fue más o menos igual: “Yo entré muy pequeñito a Nacional. Gracias a que el equipo tenía convenio con el club en el que yo jugaba, Formantioquia, pude hacer una prueba. No me iban a dejar, pero quedé en la Sub-14. La estatura y la talla no me ayudaban, pero el club hizo conmigo un trabajo nutricional muy fuerte y así pude convertirme en futbolista”, recuerda quien concluyó su temporada como el volante más participativo de la Liga por encima de otros encopetados.

Los dos, y otros siete jugadores de las inferiores verdes, fueron a dar a Leones que, por entonces (2016), estaban en Urabá. El equipo que volvió al descenso hace poco les brindó no solo oportunidad de competir sino varias experiencias de vida que hoy agradecen con el alma.

“Todos los días nos tocaba hervir al agua que consumíamos, por algunos problemas de acueducto que padecen los habitantes en Urabá. Claro, son cosas sin mayor importancia, pero para nosotros los futbolistas, que a veces nos metemos en unas películas todas raras, fue una experiencia muy buena, de tener siempre los pies sobre la tierra”, cuenta Sebastián, oriundo del barrio Andalucía.

Por estos días ambos tienen descanso y deben volver a entrenamientos esta semana que comienza. Pero no saben en qué equipo. Pues, aunque por pertenecer a Nacional deberían presentarse a prácticas ahí, aseguran que no han recibido llamada o claridad alguna al respecto. Confían, esperan, sueñan, mientras tanto.

“Lo que vivimos con Leones ha sido increíble. Personalmente, por ejemplo, tuve la oportunidad de que el profe Amaranto (Perea) se enfocara mucho en mi trabajo por su condición de exdefensor. Y me guiara de una forma muy cercana para aprender más cosas, ser mejor profesional. Esas personas que lo ayudan a uno es lo que se lleva de esta profesión. Pero mentiría si digo que el anhelo grande no es volver a Nacional, el club que hizo posible que uno esté acá. El uniforme que ni dejaba secar para ponérselo. En el fútbol todo pasa por el rendimiento, ojalá consideren que estoy a la altura de aportarle en este momento al equipo”, confiesa Édison, natal de La Estrella.

Y... ¿a qué viene todo este cuento?

Este texto no pretende ser una semblanza hacia las inferiores verdolagas. Solo intenta plantear una reflexión con base en dos testimonios que hoy tienen pertinencia, pues en vista de sus desempeños no desentonarían en un equipo que pareció extraviar el alma en alguna parte.

Una cifra para dar algún contexto: alguna vez Víctor Marulanda dijo, en declaraciones recogidas por Cápsulas Carreño, que la operación de las inferiores verdes tenía un costo de algo así como 1.500 millones de pesos. Menos de lo que costó, por ejemplo, el pase de Gustavo Torres.

No solo es entendible sino necesario que un equipo cuente con la infraestructura y soporte económico y material como el que cuenta Nacional para desarrollar la actividad competitiva. Pero conviene cuestionarse si mirar hacia afuera le ha costado al elenco verde una zona de confort que pesa en los objetivos deportivos. ¿Y si miran hacia dentro?

Esta semana regresaron ocho canteranos provenientes del Real Santander, equipo en el que militaron mediante convenio la temporada pasada. “Desde el miércoles estamos estructurando el grupo que llegó del Real Santander con los cuales ya se inició un programa de nutrición y evaluaciones médicas para tomar decisiones al futuro inmediato de estos deportistas”, destaca el preparador físico Carlos Tabares. Mejor dicho, algo así como tomar aire para volver a sumergirse. El glamour verdolaga no alcanza para todos.

Una última, el 1981 Zubeldía le dio la oportunidad a un grupo de trece jovencitos, nueve de ellos de notable paso por la institución. Le llamaron el kínder. Parece que eso de dejar la puerta abierta mientras dormía daba buenos frutos n

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