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Sentimientos encontrados entre los aficionados del Medellín después del esfuerzo que realizó el equipo para remontar la serie ante el Junior de Barranquilla.
Cuando el árbitro Carlos Betancur pitó el final del partido había caras tristes en la tribuna, pero también gratitud y aplausos por la labor realizada por los jugadores escarlatas, que lograron el objetivo inicial: marcar tres goles. Sin embargo, concedieron uno. El gol que acentuó la tristeza sobre buena parte de la ciudad, paradójicamente de un antioqueño, Yony González, con el que Junior se coronó campeón.
Ya en la cancha, mientras los jugadores del Junior se abrazaban, apareció el afán de David González por irse al camerino y llevarse a sus compañeros “acá no premian a los segundos vamos”.
Una imagen desgarradora fue la del goleador Germán Cano, quien, a punto de quebrar en llanto, miraba al cielo buscando respuestas, como preguntándose el por qué no ha podido ser campeón con el equipo que ama, ya son tres subtítulos para el argentino.
Es un dolor que no han mitigado ni los cuatro botines de oro que ha conseguido ni ser el máximo goleador de los torneos cortos con 20 anotaciones ni de quedar a 4 tantos de José Vicente Grecco, el artillero histórico del club. Habrá que esperar si renueva su contrato, o si, por el contrario, fue su última faena con el rojo.
Otra imagen que llamaba la atención era la del técnico Octavio Zambrano que se quedó esperando su tan nombrado séptimo cielo. El ecuatoriano buscó a cada jugador, les dijo una frase de aliento y les dio un abrazo.
Leonardo Castro, la figura, lloraba desconsolado y se reprochaba el haber tenido que abandonar la cancha por una molestia. “¡Por qué!, ¡por qué!” se le escuchó gritar y agarrarse su camiseta para taparse el rostro, como con vergüenza. La cara opuesta fue del Junior. Los jugadores fueron en busca de Julio Comesaña, el técnico más veterano en ser campeón en el fútbol de Colombia, con 70 años.
Lo feo fue que en las afueras al estadio, de nuevo, algunos desadaptados quisieron aliviar su frustración con desórdenes que tuvo que controlar la Policía con gases lacrimógenos. Lástima, porque más allá de no lograr el título, el semestre del DIM fue bueno con su clasificación a la Copa Libertadores y consolidando un nuevo proceso. Hay muchas formas de perder, esta vez el DIM lo hizo de manera muy digna. Honrando el apoyo que recibió a lo largo de la semana y dejando la sensación de que este proyecto tiene aún mucho por ofrecer.