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Así como llegó a Nacional, sin mucho nombre, el volante cartagenero Raúl Loaiza se está ganando un lugar especial entre sus compañeros y el cuerpo técnico, gracias al trabajo callado y el nivel que ha mostrado en las oportunidades que le han entregado.
“A uno en el fútbol solo lo salva el trabajo. Para mí estar en Nacional ha sido una bendición y no quiero desaprovechar esta oportunidad, porque desde que vivía en Cartagena me ha tocado hacer muchos sacrificios para llegar hasta acá”.
Loaiza nació el 8 de junio de 1994 en plena efervescencia por la Selección Colombia que asistiría al Mundial de Estados Unidos. A él le hablaron de volantes como Hárold Lozano, Leonel Álvarez, Gabriel Jaime “Barrabás” Gómez, quienes eran los referentes de ese equipo en la posición en la que él actúa y creció influenciado por esas historias.
Surgió como futbolista en Academia de Crespo, un reconocido equipo del fútbol aficionado de La Heroica.
No es un volante netamente raspador, de esos duros, que no son dúctiles con la pelota, es un jugador de buen pie y, como su técnico Juan Manuel Lillo lo define, un iniciador de juego.
Antes de llegar a Nacional se le frustró un sueño y era el de haber integrado el equipo de Colombia que asistió a los Juegos Olímpicos y más que ya había hecho parte de ese proceso.
“Lo de Nacional renovó todas mis ilusiones y, aunque en mi posición hay jugadores de muchísimo nivel, todos los días competimos sanamente por un lugar en el próximo partido”. No renuncia a llegar a una Selección de mayores. Sabe que es joven (23 años) y que las cosas llegan a su debido momento.
Su primer objetivo es consolidarse en Nacional, salir campeón y que los hinchas lo recuerden como un futbolista que dejó todo por la institución. “Por ahora seguiré trabajando como me insiste el profe Lillo día a día. Me dice que voy por buen camino y ve un gran jugador en mí, la idea es no defraudarlo” .